- Alberto Salto, con 32 años, es uno de los mayores distribuidores de carne en España.
- Gracias a «As de carnes» y su labor en redes sociales, ha conseguido acercar esta industria a todos los públicos.
Con solo 32 años ha conseguido revolucionar la industria cárnica. Y todo a través de sus ganas y de su buen hacer. Alberto Salto es el epitome del buen emprendedor, ese que se estudia en las grandes escuelas de negocios del mundo. Sin exagerar. Comenzó con 15 años, trabajando a media jornada en una pollería. Al poco, con 16, empezó a trabajar a jornada completa. Era el inicio de un éxito. “La mayor parte de las empresas no se da cuenta de que el fracaso es un buen amigo. Las empresas que suelen tener éxito en el primer intento de un producto estupendo, posteriormente suelen fracasar y hundirse”, asegura Jenny C. McCune, de la Universidad de Harvard. Luego resurgen. Y este es el caso.
“Con 18 recién cumplidos pedí dos préstamos y monté una pollería en Usera. A los pocos meses, llegó la crisis de 2008 y tuve que cerrar”, cuenta Alberto. Su deuda era inasumible y más en unos años en los escaseaba el trabajo. Al tiempo, comenzó a trabajar en una carnicería y quiso quedarse con el negocio. Su nivel de endeudamiento hizo que el banco le negara un nuevo préstamo. Eso no le echó para atrás. Se fue a vivir con su madre para poder liquidar sus préstamos y, un año después, en 2016, se convirtió en el orgulloso propietario de una carnicería. De ahí al estrellato había un paso.
El surgimiento del «As de las carnes»
Lo primero era buscar un nuevo nombre. “Tenía claro que no quería que se llamara ni carnicería Alberto ni carnicería Salto. Con ese nombre hay 200.000. Quería algo distinto, que hiciera ‘click’ con la gente”. Leyó un libro de Álex Rovira titulado “La buena suerte”, que nos cuenta una leyenda: Hace mucho tiempo, en un reino lejano, Merlín convocó a todos los caballeros del reino y les dijo: “En siete noches, el Trébol Mágico de las Cuatro Hojas, el trébol que proporciona suerte ilimitada al que lo posee, nacerá en algún lugar del Bosque Encantado. ¿Quién aceptará el reto de ir al Bosque Encantado en búsqueda del Trébol Mágico?”
“El libro explica que según afrontes los problemas, la vida te irá de una manera u otra”, resume Alberto. Y surgió la inspiración. “As de las carnes” fue el nombre elegido para el negocio que iba a marcar su futuro. As son sus iniciales y su primera imagen una carta de as de baraja americana con 4 hojas cual trébol. “Aunque no tengo ni idea de jugar al pocker”, reconoce entre risas.
Un as de las redes sociales
Pronto, el negocio fue un éxito. Cuando empezó, facturaba 130.000 euros al año, solo cuatro años después supera el millón. ¿Una de las claves? Las redes sociales. “Yo era antiredes sociales, no tenía ni Whatsapp. Vi a un carnicero que vendía chuletones en Facebook y me cambio la forma de ver las redes. Siendo empleado de la carnicería empecé con ello, y cuando me quedé con la tienda, se convirtió en un boom. Ahora nuestro nicho es Instagram, aunque Tiktok está creciendo mucho”, sostiene. Prueba de ello es una anécdota que comparte: “Colgué una historia en Instagram sobre unas hamburguesas que estaba haciendo. A los 10 minutos, entró una chica a la tienda para pedirlas. Se bajó de la parada antes solo por la pinta que tenían. Ahí me di cuenta de que las redes no son el futuro, son el presente”
Su equipo es joven, innovador y con ganas. “A mí difícil no me resulta encontrar personal porque hay mucha gente que me sigue en redes, que le inspiramos a emprender… Ven que al principio es difícil, pero que si le echas ganas se puede vivir este oficio con pasión”, mantiene. No obstante, todo no es un camino de rosas. “Lo difícil es encontrar a empleados que luego cumplan bien. A veces nos ven en redes sociales y se piensan que esto es cachondeo, pero no, aquí se trabaja mucho”.
Con ganadería propia
Como a muchísimas empresas, la pandemia le obligó a dar un cambio en su estrategia. “Los distribuidores empezaron a vender directamente al cliente final, por lo que decidimos montar una nave para no depender de los distribuidores y poder comprar directamente en los mataderos”, comenta Alberto. Después de ello les contacto la ganadería Prado Alegre. “Un viernes me escribieron por Instagram y empezamos a hablar. En una semana quedamos y me enamoró desde el minuto uno. Al principio iba ser una cosa puntual y ahora estamos juntos en todo”, comenta. Y no es para menos.
Esta ganadería es muy innovadora en la crianza del buey y la vaca en España: busca de la máxima calidad, marcando un especial énfasis en el bienestar animal y la sostenibilidad. ¿Su propuesta? Cuanto mejor se críen los animales, mejor será su carne. Así, gracias a esta alianza, han conseguido el hito de cualquier carnicería: del campo a la mesa, sin intermediarios. “Tenemos el control del inicio al final, con ganadería propia”, manifiesta. No es de extrañar, en este sentido, que sus productos estrella sean las hamburguesas y los chuletones.
Alberto confiesa que, pese a los riesgos, está encantado de haberse lanzado a emprender. “El vivir con el riesgo, ese vértigo… Es una situación que no podría vivir sin ella. Me gusta estar en el filo. Si es por hacer las cosas bien, no me importa arriesgarme. Es cierto que, a veces, tienes algo de miedo, pero el miedo y el amor son las emociones que te hacen sentirte vivo”, sonríe. Ahora, dice, que lo único que le falta es abrir un restaurante. Y si se basa en la calidad de su carne, es un éxito 100% garantizado.