Es indudable que España, entre otros muchos países, tiene un gran problema con el agua desde hace décadas. Haya o no cambio climático, más o menos sequías que antes, lo cierto es que siempre ha habido. Nuestro país es más bien seco, aunque la temida desertización del sur de España y de Europa no está siendo como se anunciaba apocalípticamente. Aún así, la tendencia será a que llueva menos y cada vez más hacia el norte, con lo que el agua será más vital aún que nunca, obviamente también en su almacenamiento, para no perder a ser posible ni una gota, aunque estamos abismalmente lejos de ello.
De hecho, la realidad es paupérrima y alarmante: según Eruostat, se calcula que solo se reutiliza un 12% del agua y el 40% de la red de abastecimiento actual de España cuenta con más de 40 años de antigüedad. Según datos de Naciones Unidas, en nuestro país el 90% del agua consumida al año podría ser regenerada. Y una de las herramientas más eficientes para combatir esta emergencia hídrica -se calcula que en 2030 el suministro de agua será solo capaz de satisfacer el 60% de la demanda global de agua-, es la digitalización del agua, con empresas pioneras como Xylem.
NO HABLAMOS SÓLO DE SEQUÍA
La energía eléctrica puede representar entre un 10 y un 40% de los costos totales de la operación de los sistemas de tratamiento de agua (potabilizadoras y residuales), llegando en muchos sistemas a valores cercanos al 10% de los costos totales de un sistema de acueducto y/o alcantarillado, con lo que es fundamental implementar medidas de eficiencia energética. La tecnología, al servicio también del agua. Por ello, Xylem, que es una empresa líder en tecnología del agua ha lanzado iniciativas como Xylem VUE, una plataforma de soluciones digitales, así como otras varias aplicaciones digitales.
Pero, más allá de la iniciativa privada, ¿qué ocurre con la pública? ¿qué medidas se van a implementar? Porque la realidad es que, siendo siempre un problema grave que es señalado por las administraciones públicas, a la hora de la verdad no se traduce en fuertes medidas e inversiones. A todo ello se suma la insolidaridad y kafkianas situaciones entre Comunidades Autónomas, que no colaboran por motivos políticos o ideológicos, dándose la circunstancia de poder trasvasar agua de zonas a las que les sobra a otras con sequía casi crónica, pero que por unos motivos u otros nunca se producen.
LA REALIDAD ACTUAL EN ESPAÑA
Otra paradoja es que España es una potencia en capacidad de almacenamiento de agua. Es el quinto país del mundo con más embalses y presas, y el que lidera el ranking europeo. Posee nada menos que 1.225 grandes presas. La construcción de una presa implica la alteración total del río en el que se encuentra, afectando al ecosistema fluvial en todo su recorrido, pero el clima seco y mediterráneo de nuestro país hacía imprescindible una buena red de agua embalsada para proveer las necesidades de la población, sobre todo en las grandes ciudades. El 60% de todas ellas se construyeron en la primera mitad del siglo XX.
Pues bien, tras un verano terrible en temperaturas y casi totalmente seco, actualmente toda esta red tiene una capacidad global que apenas supera el 25%, lo que conlleva una situación alarmante, aunque no haya provocado aún apenas restricciones generales o puntuales, salvo determinados núcleos. El problema se agrava por un otoño mayormente seco que anuncian los meteorólogos.
Eso sí, si miramos las diferentes cuencas hidrológicas, hay diferencias abismales: mientras que en Cantábrico Occidental están los embalses a más del 70% de su capacidad o al 60% en Galicia Costa, al lado, en Miño-Sil, no llega al 40%; no digamos ya en centro-sur, con una capacidad de entre el 28% de Duero y el 18,9 del Guadalquivir, todo ello a fecha 4 de octubre.
EL PROBLEMA DE LO QUE SE RECOGE… Y LO QUE SE PIERDE
Pero, aunque pueda parecer sorprendente, la sequía es el menor de los problemas visto lo visto, no ya por el desastre de los trasvases aprovechando nuestra red para compensar unas zonas con otras, sino por la enorme cantidad de agua que se pierde por la falta o deterioro de infraestructuras. Hay otro dato revelador: el 23% del agua potable en España no se registra antes de llegar al consumidor, debido a fugas, roturas, averías, errores, fraudes… Pero el resto del planeta está peor, porque se pierde el 40% por los mismos motivos.
Así pues, entre dicha ineficiencia, trasvases que no se producen y se implementan en base a cálculos de equidad, falta de inversión y mantenimiento, nuestro país y parte del mundo se enfrentan a otros de los retos de futuro: tener suficiente agua para toda la población, industria, agricultura… Y como vemos no depende solo de lo que llueva, si no más bien sobre todo de cómo almacenarla eficazmente, y más aún, como conservarla y no perderla hasta que llega al consumidor.