Existen periodistas que son diferentes del resto y que, como no podría ser de otra manera, crean escuela. Ya sea por su carisma, su estilo o una manera distinta de afrontar su profesión, no dejan a nadie indiferente. Este fue el caso del popular Jesús Quintero (San Juan del Puerto, 1940), uno de los grandes nombres de la radio y la televisión en nuestro país durante las últimas cinco décadas, cuya voz se ha silenciado para siempre a la edad de 82 años.
A pesar de haber vivido los últimos años apartado de los micrófonos y las cámaras, Jesús Quintero siempre será recordado por sus logros vocacionales, pero también por su particular idiosincrasia. Unido durante años a sus inseparables cigarrillos, a su micrófono dorado y, sobre todo, a sus eternos silencios, que convirtieron sus peculiares entrevistas en toda una referencia para periodistas de todas las generaciones; los mismos que encontraron en su forma de dialogar con grandes personajes una fuente de inspiración.
Quintero no solo era único, sino también especial, tal vez no siempre para bien. Desde su peculiar manera de vestir a todas sus extravagancias, siempre se esforzó por, según sus propias palabras “despertar a la gente”. Tenía idéntica capacidad para verse las caras con grandes políticos, artistas o intelectuales que para bajar al barro junto a personajes de los que hoy se considerarían frikis. Un contraste que lo acompañaría durante toda su trayectoria, y que tampoco fue siempre entendido por todos.
Para el recuerdo quedarán siempre sus disparatadas entrevistas a El Risitas, las cuales afrontaba con el mismo entusiasmo que sus inolvidables charlas con Antonio Gala, con quien siempre pareció compartir una química especial. Los encuentros entre ambos fueron el habitual colofón a muchos de sus proyectos, al menos mientras ambos tuvieron fuerzas y salud para mantenerlos. Poco después de su último cara a cara en la propia Fundación Antonio Gala, el poeta y dramaturgo se retiró, suponemos que forzosamente, de la ajetreada vida pública.
Unos últimos años en la sombra
Durante años Jesús Quintero disfrutó del éxito y del respaldo de la audiencia al frente de espacios como El loco de la colina, con quien compartiría nombre para siempre, Ratones coloraos, El perro verde o El vagamundo. A lo largo de su dilatada carrera también tuvo tiempo para probar fortuna en América o hacer sus pinitos literarios.
Aún así, los últimos años de Jesús Quintero no fueron lo que se dice afortunados. Alejado de manera obligada de la televisión y la radio a la que siempre parecía que estaría ligado, los problemas económicos parecen haber sido una constante. A las malas inversión (célebre fue la pérdida del Teatro Quintero de Sevilla) se sumaron todo tipo de rumores, unas veces más infundados que otros, que incluso llegaron a situarle exageradamente malviviendo o en la indigencia.
La «caída» de Jesús Quintero probablemente no fuese tan trágica como la han querido pintar, pero aún así el periodista aprovechó la falta de proyectos para concentrarse durante sus últimos años en dar forma al que fue su última gran ilusión: la Fundación Jesús Quintero. Es decir, un lugar en el que reunir la enorme cantidad de material que ha ido produciendo a lo largo de su trayectoria y preservarla con vistas al futuro. O lo que es lo mismo, sus muchas entrevistas, grabaciones, escritos, programas…
Una iniciativa en absoluto baladí en los tiempos que corren, donde la banalización y la falta de personalidad en muchos ámbitos de la sociedad hacen que la actitud rebelde y bohemia de leyendas como Jesús Quintero sean más imprescindibles que nunca. Como se suele decir, la persona ya no existe, su legado lo hará siempre.