- Siglos cultivando este tesoro hacen de Consuegra el destino perfecto a finales de octubre: es la hora recoger el azafrán.
- Tres hebras por flor. 250.000 flores para alcanzar un kilo. El cultivo del azafrán, su recogida y monda es valiosa tradición que Consuegra trabaja con mimo desde hace siglos y que desde hace 60 años festeja con la Fiesta de la Rosa del Azafrán.
Cuando el implacable sol del verano toca a su fin, la vida y la animación resurge en Consuegra. Los campos de esta ciudad toledana se tiñen de púrpura cada otoño desde hace más de 1.000 años. Los campos de cereales, vides y olivos acogieron por aquel entonces un nuevo cultivo: el azafrán. Nacía así una tradición. Nacía en Consuegra la flor del Azafrán. La historia de esta especia ha sido testigo en Consuegra de romances secretos, de disputas familiares y de perdones. La recogida de su flor lleva siglos siendo testigo de la vida en esta villa. Todas las ilusiones se forjan en torno a este emocionante momento. Y es por eso por lo que, desde 1963, este rincón en pleno corazón de La Mancha organiza su Fiesta de la Rosa del Azafrán, que este año se celebra del 28 al 30 de octubre.
Un homenaje tan sentido como festivo y costumbrista para honrar su Historia y a los miles de personas que cada año mantienen intacto el valor de su trabajo. Porque algo tiene de especial más allá de su precio es su historia. Los sumerios lo usaban como ingrediente secreto de sus pócimas mágicas, los persas como protector solar y los romanos curaban sus heridas de batalla en bañeras de agua azafranada. Hay quien aromatizaba el vino con él y en Cachemira trataban la melancolía con sus infusiones. El de La Mancha sirvió de remedio contra la Peste Negra que azotó Europa en el S. XIV. Hubo guerras por él y tiempos en los que los piratas lo preferían al oro. Algo mágico esconde esta especia y Consuegra es el lugar donde averiguarlo.
Vive el campo: la recogida y la monda
Declarada Fiesta de Interés Turístico Regional, la Fiesta de la Rosa del Azafrán cumple sus 60 años en el único lugar donde el otoño le roba la floración a la primavera. El campo en Consuegra habla por sí solo y no quiere que su valor caiga en el olvido. Por eso lo celebra así, a lo grande, poniendo en primera línea una tradición única y un tesoro mágico testigo de una historia milenaria. Durante varios días atrapados entre octubre y noviembre, familias enteras despiertan con el Sol para pellizcar las rosas de azafrán y arrancarlas de la planta sin dañar su tesoro: sus pistilos. Son siglos de experiencia. Un pellizco certero, rápido. ¡Una estocada! Antes de que el calor mustie las flores, se dejan reposar en cestos de mimbre donde respiran hasta que al caer la tarde se reúnen amigos y familiares para la ceremonia: La Monda.
Entre chistes y miradas furtivas, hombres y mujeres arrancan los estigmas a la flor obteniendo así el llamado Oro Rojo. El azafrán. La especia más cara del mundo. Tres hebras por flor. De una a tres flores por planta. Entre 400 y 500 hilos se necesitan para hacer un gramo. 250.000 flores para reunir un kilo de azafrán. ¡Muchas horas de monda! Entre risas y cantos populares van surgiendo montañas de alambres rojos y habitaciones invadidas de pétalos morados. El olor es intenso y los dedos de los que honran la tradición se tiñen de amarillo profundo, de casi naranja, de atardecer. Una labor exquisita que puedes comprobar in situ si te adentras en el campo de Consuegra. Los azafraneros te abrirán sus puertas para que vivas una auténtica jornada de recolección y monda. ¡Una experiencia inolvidable!
La Fiesta de la Rosa del Azafrán en tres planes imprescindibles
En las calles se procede a la proclamación de Dulcinea y sus Damas de Honor. Es el homenaje a la mujer manchega. La que respalda cada paso fuera y dentro de los hogares de esta meseta. Y así se da el pistoletazo de salida de la Fiesta de la Rosa del Azafrán de Consuegra. Los olores de la cocina manchega inundan cada rincón de la ciudad. Salen del Paseo de Don José Ortega y Munilla, donde se celebra el Certamen Gastronómico. A los fogones, los participantes se atreven con el tradicional rin-ran y las calderetas de cordero.
El perfume de las gachas, las migas, los duelos y quebrantos guían a consaburenses y turistas por las calles en las que comienzan desde el viernes los Concursos de Monda; locales y regionales se afanan en ser los más rápidos y delicados en arrancar los pistilos a la flor, hasta que el domingo el folclore se instala en la ciudad. Es el Concurso Nacional de Monda y cada participante debe demostrar su talento al tiempo que luce la vestimenta popular de su región. Un espectáculo de costumbrismo y tradición que se completa con el Festival Folclórico de Coros y Danzas que inunda cada arteria de la ciudad de música y baile con los pasacalles que desfilan hacia la Plaza de España. Grupos castellano-manchegos y de otras regiones de España celebran la cultura del azafrán.
En el Cerro de Calderico, donde doce molinos de viento vigilan Consuegra parapetados por la solemnidad del Castillo de Consuegra, tiene lugar un acto tan cargado de tradición como de simbolismo. Es la Molienda de la paz, que sucede en el molino ‘Sancho’, con una de las maquinarias más antiguas y mejor conservadas de España. Un trabajo artesanal, delicado y perfecto, en el que se muele el trigo procedente de distintas partes del país, para posteriormente repartir, entre los presentes, saquitos con la harina obtenida. Diferentes orígenes, misma esencia, mismos destinos. Porque Consuegra sabe que la tradición une y el campo enseña.
Recorrer la ciudad es darse cuenta de cuánto ha dado el azafrán a este lugar y cuán importante ha sido este enclave a lo largo de la Historia. La Fiesta de la Rosa del Azafrán es una excusa perfecta para conocer los monumentos que embellecen el paisaje urbano y rural de Consuegra. Tal es el caso de la presa romana, muestra del paso del gran imperio por estas tierras, o el Alfar, en cuyo patio se observa el paso de romanos y árabes en sus dos hornos alfareros.
Si bien son los doce molinos de viento del cerro de Calderico el verdadero símbolo de Consuegra. Uno de los conjuntos molineros más grandes del mundo y más que nombrados en nuestra obra literaria más universal, Don Quijote de La Mancha. Un entorno mágico desde el que admirar también el imponente Castillo de La Muela, en origen fortaleza musulmana (S. X), hoy ejemplo de la arquitectura militar de los caballeros de la Orden de San Juan de Jerusalén, quienes se reservaban el derecho de cobrar un tercio del diezmo de la cosecha de azafrán por orden de Alfonso VIII allá por el S. XII. Una muestra inequívoca de que Consuegra y el azafrán tienen mucha historia.