Hay se recuerdan las obras y la vida de San Vicente de Paúl, un sacerdote de origen francés, que se dedicó a la creación de hospitales, periódicos y cocinas para los pobres, de quien se guarda una reliquia, que es su corazón, ante el cual hasta el Papa Francisco de inclina a rezar.
San Vicente de Paúl
San Vicente de Paúl es un santo que se recuerda con especial veneración por la población francesa, que nació en la población de Pouy, que actualmente recibe el nombre de Saint-Vicent-de-Paul, ubicada en el departamento de Landas, hacia el sudoeste de Francia. Se guardan registros de que este párroco francés nació en el año 1580, aunque en algunos escritos se cuenta que pudo haber nacido en el año 1576 y falleció en la ciudad de París, en el año 1660. Comenzó su carrera como estudiante en la universidad, estudiando humanidades y teología, lo que lo llevó finalmente a ordenarse como sacerdote durante el año 1600. A los cinco años de haber sido ordenado, fue capturado por piratas turcos y llevado hasta la actual Túnez, en donde fue vendido como esclavo. Cuando pudo liberarse, San Vicente de Paúl logró regresar a Francia, dedicándose a continuar los estudios, pero al mismo tiempo realizaba varias actividades en favor del catolicismo, una de las cuales se cuenta que fue una misión diplomática secreta que lo acercó a Enrique IV.
Pero la virtud de la caridad no era ejercida por San Vicente de Paúl únicamente en la ciudad de París, aunque es cierto que fue en esa ciudad en la que construyó un hospital para los más pobres, su caridad se extendía hasta muchas provincias que se encontraban en la más absoluta miseria. Mientras recorría las poblaciones, se dedicaba a recolectar limosnas para las familias más necesitadas, y en la medida en que comenzaron a disminuir, se dedicó a imprimir para que se divulgaran las cuentas que le eran enviadas, hecho que le valió la creación de un periódico que recibió el nombre de ‘Le Magasin Charitable’ Otro uso que le dio al dinero que podía recaudar fue la creación de los ‘potages écnomiques’, que todavía, a día de hoy, siguen funcionando como una especie de cocinas económicas en las que los que lo necesitaban podía encontrar un plato de comida.
Gracias a todas estas actividades, San Vicente de Paúl se había hecho de fama en París, inclusive en la Corte, en donde en algunas ocasiones era recibido por el Cardenal Richelieu, quien lo escuchaba activamente y era proclive a conceder sus peticiones. Otra acción por la que se conoce a San Vicente de Paúl es que en su lecho de muerte, Luis XIII lo mandó llamar para que lo asistiera y llegó a afirmar que su lograba recuperar la salud, no nombraría a ningún obispo sin que hubiera pasado primero tres años trabajando con el santo.
Tan sólo cuarenta años luego de su muerte, en el año 1705, el padre Superior General de los hermanos lazaristas pidió que se iniciara su proceso de canonización, siendo apoyada por una gran cantidad de Obispos y veinte años más tarde fue canonizado por el Papa Clemente XII.
Pero el Santoral Católico del 27 de septiembre no está completo con el onomástico de San Vicente de Paúl, sino que en este mismo día se recuerda también a San Bonfilio de Fara, San Cayo de Milán, San Elzearo de Sabran, San Florentino de Sedunum, Santa Hiltrudis de Liesse, Beato Juan Bautista Laborier du Vivier y Beato Lorenzo de Ripafratta.