Murió Mijaíl Gorbachov y como ha sido en fechas casi veraniegas ha pasado un poco desapercibido pero su figura merece ser considerada con letras de oro. No recibió un funeral de Estado, pero cientos de personas hicieron cola para despedir al que pasó a la historia como el último líder soviético en el Salón de las Columnas en Moscú, lugar que también acogió el entierro de Iósif Stalin en 1953.Le despidieron algunos de los familiares más cercanos del fallecido, como su hija Irina Virganskaya-Gorbacheva, y sus nietas.
Es cierto que la ceremonia tuvo elementos de un funeral de Estado, como una guardia de honor, pero no hubo un día de luto nacional. Con Rusia aislada por la invasión de Ucrania, tampoco acudieron líderes extranjeros. Además, el Kremlin comunicó que, por motivos de agenda, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, tampoco estuvo presente en la ceremonia.
Algunos países europeos han homenajeado al fallecido líder. Este es el caso de Alemania, que hizo que las banderas ondearan a media asta en Berlín en memoria de Gorbachov, que contuvo a las tropas soviéticas cuando cayó el Muro de Berlín en 1989.
Aunque en Rusia algunos le recuerden como el responsable de poner fin al imperio soviético, en Occidente es considerado el hombre que acabó con la Guerra Fría y levantó el Telón de Acero, logros reconocidos con el Premio Nobel de la Paz en 1990.
Por entender y conocer su vida Mijail Sergueievich Gorbachov; nació en Privolnoje, Stavropol, 1931.Fue el ultimo dirigente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Procedente de una familia campesina rusa de la región del norte del Cáucaso, estudió derecho en la Universidad de Moscú (1950-55). Allí se casó con Raisha Maximovna Titorenko y se afilió al Partido Comunista. De regreso a su región de origen, realizó una rápida carrera política, ascendiendo a cargos de responsabilidad regional en las juventudes comunistas y en el partido.
Completó su formación con estudios de Agronomía en los años sesenta, lo cual le permitió obtener su primer gran éxito político al afrontar la catastrófica sequía de 1968. Fue entonces cuando saltó a la política nacional, resultando elegido miembro del Sóviet Supremo (1970), del Comité Central del Partido (1971; secretario de Agricultura en 1978) y del Politburó (1980).
Esta rápida ascensión culminó con su elección como secretario general del Partido Comunista de la URSS tras la muerte de Konstantin Chernenko (1985) por un estrecho margen de votos; obtenía así el máximo poder de la declinante potencia soviética, que se completaría con su nombramiento como presidente del Sóviet Supremo y jefe del Estado (1988).
La llegada de Gorbachov al poder suponía no sólo una renovación generacional, sino también una esperanza de renovación política: Gorbachov encarnaba la corriente reformista que proponía una apertura liberalizadora para sacar a la URSS del estancamiento económico, político y cultural en el que había quedado sumida desde la época de Brezhnev.
Gorbachov no defraudó esas expectativas, pues desde 1990 puso en marcha un programa político extremadamente audaz que no sólo acabaría con la dictadura comunista en la URSS, sino con la propia existencia de aquel Estado, transformando así profundamente el escenario internacional.
Dicho programa, sin embargo, era obra de un comunista convencido, deseoso de reforzar y perfeccionar el régimen socialista mediante la trasparencia (glasnost) y la reestructuración (perestroika).
La glasnost se produjo primero y con más facilidad: Gorbachov implantó una mayor trasparencia informativa, acabó con la represión hacia los disidentes, desmontó el Estado policial y la censura de prensa, restauró cierta libertad de expresión y reconoció públicamente los crímenes y los errores cometidos en el pasado por el partido y por el Estado soviético.
Con todo ello se ganó el apoyo de los gobiernos y de la opinión pública occidental.
Esta acogida no es de extrañar, dado que Gorbachov practicó una política exterior pacifista, llevando de hecho a la URSS a renunciar a su papel de gran potencia mundial, con tal de reducir así los pesados gastos militares que apenas podía soportar la debilitada economía del país (tratado de desarme pactado con los Estados Unidos de Ronald Reagan en 1987, y retirada de Afganistán en 1989). La retirada del ejército soviético condujo a procesos más o menos revolucionarios que acabaron con los regímenes comunistas en Europa central y oriental, abriendo el camino para la reunificación de Alemania (1990).
La reconstrucción económica, sin embargo, sería uno de los principales fracasos de Gorbachov: la perestroika suponía sacar a la economía soviética del caos y el anquilosamiento en el que estaba sumida, introduciendo mayor libertad de empresa y dejando actuar al mercado para corregir los defectos de la planificación. Sin embargo, estas reformas no tuvieron resultados positivos inmediatos, pues desorganizaron aún más el sistema productivo existente y ahondaron el empobrecimiento de la mayor parte de la población. Todo ello creó tensiones sociales, agravadas por los intereses político-económicos que se veían afectados.
En el aspecto político, se inició una apertura que debía conducir gradualmente a una democracia pluripartidista; pero los avances en ese camino, considerados excesivos por la «vieja guardia» comunista, fueron considerados demasiado lentos por la creciente oposición ajena al partido: Gorbachov y su equipo avanzaban despacio por las resistencias existentes dentro del régimen y por el temor a perder el control del proceso. El efecto principal de la apertura fue la eclosión de los sentimientos nacionalistas, que cuajaron en movimientos independentistas en las diversas repúblicas que formaban la URSS.
En 1991 se produjo un intento de golpe de Estado militar de tendencia involucionista, que fue detenido por la fuerza del movimiento democrático radical, encabezado por Boris Yeltsin; éste se hizo dueño del poder en Rusia, apartando a Gorbachov y pactando con los dirigentes de las otras repúblicas el desmantelamiento de la URSS. Gorbachov se retiró de la política en aquel mismo año; aunque se presentó a las elecciones presidenciales de Rusia en 1996, obtuvo un resultado pésimo, reflejo de la impopularidad que se ganó en su propio país.
El adiós a Mijaíl Gorbachov ha dividido a los rusos entre quienes consideran que fue un héroe que luchó por la paz y puso fin a la Guerra Fría y quienes, en cambio, recuerdan al último líder de la URSS como un gran traidor cuyo mayor logro fue destruir su país. Dos sentimientos opuestos que, sin embargo, en Occidente solo cristalizan en una única voz: la que ensalza al mandatario ruso como el artífice del fin del Telón de Acero y una de las grandes figuras del siglo XX.
Gorbachov fue sin duda uno de los políticos más brillantes de su época. En cuanto a la comunidad internacional, con el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al frente ha asegurado que Gorbachov “era un líder poco común, con la imaginación para ver que un futuro diferente era posible y el coraje para arriesgar toda su carrera para lograrlo”.
Era un hombre con «una visión extraordinaria» cuyo esfuerzo resultó en «un mundo más seguro y más libertad para millones de personas».
Sin duda fue una figura histórica compleja y controvertida, y muchos consideran que los procesos de desintegración del imperio soviético comenzaran con su Perestroika.
Gorbachov como el mismo comento una vez, pago un alto precio por la Perestroika y el Kremlin ha marcado una gran distancia con él, hasta casi la ruptura, pero su figura histórica y las libertades a las que abrió la puerta en el país tienen mucho peso.
También dijo una vez: “Si no soy yo, ¿quién? Y si no es ahora, ¿cuándo?”. Efectivamente fue él y en aquel justo momento fue cuando algo del mundo cambio, solo los valientes lo hacen. Descanse en paz.