Las anécdotas más indecorosas que le suceden a los masajistas

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Después de días, semanas, meses, o incluso años de trabajo duro y sin pausa, somos merecedores de pequeños premios. Esos premios, nos permiten relajarnos y olvidarnos por un momento de todos los problemas que han llegado a nuestra vida. En este caso, unas manos mágicas nos pueden llevar del infierno al cielo, permitiéndonos desatar todos los nudos que tensan nuestra vida. Las manos de los masajistas, deberían ser sagradas, pues con su tacto y movimiento, no solo relajan todo nuestro cuerpo, también nos permite entrar en un espacio de confianza.

¡Pausa! ¿Qué tanta confianza puedes tener con tu masajista? Te aseguramos que, con los masajistas, la confianza es necesaria, pero un exceso de ella puede ser perjudicial. Entre sus servicios, es inevitable el contacto físico, lo que a veces puede ser un problema. Algunos clientes que acuden a los masajistas; gracias a ese contacto, se sienten en mucha confianza, no logran controlar sus instintos y causan problemas o situaciones incómodas, que a ninguno de los trabajadores les agrada.

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Parejas celosas

Las anécdotas más indecorosas que le suceden a los masajistas
Couple In Spa

Si estás muy estresado y no te da tiempo de compartir con tu pareja, una buena opción es recibir masajes juntos. Eso les permitirá relajarse y estar un poco más felices, al momento de ir a casa. Eso sí, recuerda ir con buen humor y dejar los celos, ya que puedes sentir un poco cuando los masajistas toquen la piel de tu pareja y les haga sentir placer.

Una de los masajistas que nos comentaron sobre sus anécdotas más indecorosas, recordaba que en unas de las sesiones de pareja, le tocó darle un masaje a un hombre. Mientras ella le daba el masaje al hombre, una de sus compañeras, masajeaba a la mujer. Se notaba que el hombre disfrutaba de los masajes, lo suficiente para bromear preguntando si se podía llevar a la masajista a su casa. La pareja del hombre, se enfureció y arremetió, con palabras violentas, contra la pobre masajista que no tenía la culpa.

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