- Con los viñedos más frescos y altos de la zona, Aistear 2016 representa el compromiso de Bodega 202 por la expresión parcelaria en un ensamblaje fresco y jugoso de gran potencial.
- Versátil y muy aromático, Aistear 2016 se abre paso en Rioja reuniendo el mismo mimo en viña y bodega en un vino intergeneracional, agradable para todos los paladares.
La historia de Bodega 202 solo se entiende como un perpetuo camino, como el de Santiago en el que sus fundadores, Francis y Kathleen, se prendaron de las tierras riojanas. Bajo esa inquieta idiosincrasia, esta ‘garage winery’ moderna alumbra a Aistear 2016; un tinto 100% tempranillo de rabiosa frescura y jugosidad, que debe su nombre al significado de la palabra ‘viaje’, en gaélico, y del que apenas hay 10.000 botellas. Ahora regresa con su segunda añada, disuesta a reeditar los éxitos de crítica especializada que el debut de 2015 generó en Tim Atkin, Wine Spectactor, Wine Enthusiast o la propia Jancis Robinson, que “agradece en Rioja vinos de estilos tan diferentes”, entre otros.
Dejar que el terruño hable es el cimiento con el que Luis Güemes, enólogo de la bodega, apuntala el viaje de ida y vuelta que Aistear 2016 supone, recurriendo a un puzle con algunos de los viñedos más singulares de Rioja Alavesa, buscando la máxima expresión de uva tempranillo en 20 hectáreas, de las cuales apenas usan seis en bodega. Viñas viejas y mucha altitud se condensan en una búsqueda de parcelas de los extremos orientales y occidentales de Rioja Alavesa. Por un lado, la frescura de los viñedos de altura del triángulo de oro que forman Cripán, Elvillar y Lanciego, donde poseen viñas con más de cuatro décadas en las zonas más altas y más frescas de la región. Por el otro, el confín oeste de la región: Salinillas del Buradón, un paraje incluso detrás de Sierra Cantabria, que brinda una tempranillo con un microclima único: más lluvia y menos temperatura en viñas de entre 30 y 40 años.
Un vino de placer instantáneo
Aistear 2016 representa casi una rabiosa efervescencia de la , ligeramente matizada por 12 meses de barrica (50% usada de segundo vino y 50% nueva), de la cual una décima parte es roble americano. Intenso, desenfadado y de trago amable, cargado de una explosividad aromática fruto del mimo en la parcela y en la vinificación. Un lujo accesible para un “vino mosaico”, como lo cataloga su creador, donde se manifiesta la personalidad de cada parcela -hasta cinco distintas- en el que la fruta roja y la fruta negra, más una carga de aromáticas como la lavanda y un toque mineral a grafito tocan a un mismo ritmo. Si lo convirtiéramos en música, diríamos que es una jam session de jazz, al mismo compás, pero donde cada viña también toca sus solos.
La selección de la uva se realiza por triplicado: primero en viña, luego en vendimia y después en mesa. “Cada vendimia emprendemos la aventura de buscar los tesoros escondidos de cada parcela, con los racimos más concentrados”, asegura Luis Güemes. Así se entiende que para este blend de tempranillo apenas recurran a 20 o 30 cepas de las ‘cabezadas’, las partes más altas de las laderas, incluso después de una doble poda, primero en invierno y luego en verde. “Regulamos en las podas y luego en vendimia solo escogemos los racimos que más nos convencen, y después en mesa de selección también hacemos otro cribado”, explica.
La alquimia sensata en bodega
Entre lavandas y tomillos, que impregnan la uva de sus aromas, la vendimia de Aistear 2016 terminó a mediados de octubre, sincronizándose dos zonas tan distintas dentro de la propia Rioja Alavesa. Una vez en bodega, el mimo se multiplica., con cada parcela tratada por separado, siempre en la persecución de la máxima expresividad del terroir, enriqueciéndolo con distintas tonelerías. Así descansa 12 meses antes de la botella, donde entró en febrero de 2018, lo que asegura a Aistear una prosperidad de largo recorrido para disfrutarlo ya o para conservar, dejando que su libre expresión siga creciendo con los años.
Tras quedarse enamorados de los paisajes y viñedos de Rioja mientras realizaban el Camino de Santiago, el matrimonio estadounidense Francis y Kathleen decidió fundar la bodega en 2014. Para ello contaron con Marta Ortiz-Arce como Directora de Sostenibilidad y con Luis Güemes como Director Técnico y enólogo. Situada en Laguardia (Rioja Alavesa), esta bodega boutique recurre a viñedos viejos propios repartidos por Labastida, Lanciego, Cripán y Elvillar, en las zonas más altas de Sierra Cantabria, donde reúne las 20 hectáreas de uva tempranillo con las que realiza sus dos vinos: Ansa y Aistear, reflejos de la modernidad riojana, combinando frescura, estructura y un gran potencial de guarda pero con el máximo respeto a la expresión del terruño.