En el mundo, hay aproximadamente 500 millones de personas con pérdida auditiva, donde más del 10 % son niños. Se prevé que, con el aumento de la población, esta cantidad no haga más que crecer. Afortunadamente, la detección precoz permite, en los casos más graves, el uso de un implante coclear conectado al nervio auditivo. Sin embargo, el inicio de esta deficiencia puede no ser inmediato o que, en niños que no saben comunicarse, no nos percatemos de los signos de la pérdida de comunicación. Para ello, debemos tener en cuenta qué riesgos existen que pueden causar la pérdida auditiva.
Causas
Congénitas
En la mayoría de los casos, los niños con pérdida de audición nacen con ella. Generalmente, la causa puede ser una deformación ósea heredada de sus padres, presente en sus propios genes, o producida por una infección, como citomegalovirus, sífilis o rubéola, antes de nacer. Su origen genético puede ser variado, por lo que se puede mostrar simultáneamente con alteraciones en otros órganos. Este tipo de afectación está especialmente presente en niños prematuros. Por ello, si tienes un niño que ha nacido antes de los nueve meses, ha podido sufrir una infección, alguno de sus padres ha nacido con pérdida de audición y/o muestra deformaciones externas o internas, sería cauto contactar con un profesional para comprobar si no puede oír correctamente.
Inicio tardío
En otras ocasiones, la pérdida de audición no se manifiesta al nacer, sino que alguna causa la provoca en torno al nacimiento, como una infección u causas genéticas desarrolladas tras el parto. Estas pueden traducirse en el retraso en el habla o no prestar atención a los sonidos. Además de los virus y bacterias mencionados en el apartado anterior, hay nuevas causas, como el virus del Zika o la toxoplasmosis.
Adquirido
Otro de los factores más habituales en la pérdida de audición en niños son las condiciones adquiridas, es decir, aquellas con las que no nacen. No solo puede ser, de nuevo, producida por infecciones, sino también algunos medicamentos. Por eso, es importante no darles fármacos cuyos efectos secundarios desconozcamos. Un medicamento aparentemente inocuo en adultos, como la aspirina, puede tener unos efectos inesperados en los niños.
Del mismo modo, hay que tener especial atención con los golpes en la cabeza, especialmente en bebés cuyo cráneo aún no se ha cerrado, o con los objetos que puedan perforar el tímpano. Por último, el origen autoinmune, donde el organismo se ataca a sí mismo, puede combatirse con inmunosupresores.
A razón de esto, es recomendable asistir a las revisiones del niño sano cada 2-3 meses antes del año y medio y cada 2 años hasta los 14. Detectar y corregir este problema permitirá al niño comunicarse y alcanzar el éxito social y académico, aunque necesite, según el caso, audífonos o implantes cocleares. De esta manera, evitará el retraso en el desarrollo del lenguaje, sus consecuencias cognitivas y, en definitiva, su calidad de vida en el futuro.
Si algún familiar joven muestra algún signo de pérdida de audición, no dudes en consultar con tu médico de familia para que un especialista revise la causa. En las últimas décadas, el avance de la tecnología ha permitido que mejoren los resultados de su corrección.