Fue un hombre de fe, trabajador incansable y un miembro destacado de la Iglesia, que llegó a convertirse en Obispo y que ayudó a que se reforzaran los fundamentos de la organización eclesiástica y de la religión católica. Por supuesto que no es el único del que se compone el santoral de hoy, pero gracias a los esfuerzos que realizó se cimentaron las bases para la futura fortaleza de la Iglesia Católica.
Sam Maximino de Tréveris
Este santo nació en Poitiers, actualmente territorio francés, que mantuvo una ardua lucha por hacer prevalecer la creencia en la Santísima Trinidad, en contra de las corrientes que negaban su existencia, defendiendo a ultranza lo que constituye uno de los máximos dogmas en los que se fundamenta la fe católica.
Nacido en el seno de una familia con pocos recursos, desde una edad muy temprana se interesó por los estudios religiosos, según se cuenta en su biografía, de modo que al escoger el camino de la fe, tuvo que trasladarse hasta la ciudad alemana de Tréveris, con el propósito de formarse como pupilo de la prelatura y prestar sus servicios a esa comunidad eclesiástica. Para la época en la que Agricio se encontró al frente del Obispado de Tréveris, San Maximino de Tréveris ya había dado muestra de su profunda fe y de su arduo trabajo por el bienestar de sus hermanos, de modo que al fallecer Agricio, sus compañeros monjes lo eligieron como su sucesor en el Obispado. Pero, también fue la época en la que la Iglesia tuvo que enfrentarse a un reto importante, que fue luchar en contra de las corrientes arrianistas del pensamiento religioso, en particular por la creencia de estas últimas en la inexistencia de un Padre, un Hijo y un Espírito Santo como una Trinidad indisoluble. Además, se argumentaba que Jesucristo había nacido de la nada, siendo considerado como un hijo de Dios por adopción, lo que constituía además una creencia que no era compartida por San Atanasio, para aquel entonces Obispo de Alejandría, quien la consideraba contraria a los postulados de la Iglesia.
Estas discusiones filosóficas y religiosas llegaron hasta un punto en el que la tensión generada creó un hondo malestar al interior de la Iglesia, en particular, a los ojos del emperador de aquel momento, quien tomó la decisión de que se desterrara a San Atanasio, aunque San Maximino de Tréveris tuvo que hacer finalmente de intercesor en el conflicto existente, logrando que las asperezas se aligeraran. Siempre defendió como pudo la prevalencia de la existencia de tres partes de una misma institución divina, y como pudo, siguió luchando filosóficamente contra las ideas contrarias al dogma, que tanto daño habían hecho a la organización y a las estructuras de la fe.
Aunque hoy hemos hablado de San Maximino de Tréveris, el 29 de mayo también honramos en el santoral católico a otros hombres y mujeres cuya labor u creencias hicieron tanto por la unidad de la iglesia y de la fe, entre los que mencionamos a San Exuperancio de Rávena, San Gerardo de Mâcon, San Hesiquio Palatino, San Senador de Milán, Santa Bona de Pisa, Santa Úrsula Ledóchowska, Beata Gerardesca de Pisa, Beato Guillermo Arnaud y compañeros, Beato José Gerard y Beato Ricardo Thirkeld.