Fue una santa de origen italiano que se dice que se convirtió en monja a la temprana edad de nueve años, contribuyendo con su comportamiento y sus obras a diseminar las enseñanzas de Jesús.
Santa Inés de Montepulsiano
Nació el 28 de enero de 1268 y comenzó su formación como monja con apenas nueve años de edad, según los relatos históricos, nació en el pueblo toscano de Gracciano, que era tributario de la ciudad de Montepulciano, siendo la hija de una familia de buena posición económica, o al menos eso se desprende de los daros biográficos que recoge la tradición católica.
Siendo muy niña, su educación fue confiada a una congregación de monjas del lugar que estaba caracterizada por vestir de manera muy humilde, que eran conocidas coloquialmente como las hermanas del saco, precisamente por vestir unos hábitos muy austeros. Al llegar a Proceso, que era una localidad que se encontraba cerca de Orvieto, Santa Inés de Montepulciano ingresa a una nueva comunidad religiosa junto con su maestra y tutora, la hermana Margarita, pasando allí una prolongada temporada, llegando a desempeñar la función de abadesa, cargo que recibió cuando tan sólo había cumplido los quince años de edad.
Se dice que el Obispo le concedió su confianza, aunque se trataba de una mujer muy joven, y que durante el tiempo que se encontró a la cabeza del convento de Proceno, logra visitar, por lo menos en dos ocasiones, al Papa de Roma en una de las cuales tenía como finalidad obtener la protección del futuro de su congregación, para que no cayera bajo la dominación de personas incorrectas.
Luego del éxito obtenido, los vecinos de Montepulciano la incentivaron para que fundara una nueva congregación en lo alto del monte de la ciudad, siguiendo los postulados y las enseñanzas de Santo Domingo de Guzmán, ya que se ha dicho que ese santo se le apareció en un sueño a Santa Inés de Montepulciano, pidiéndole que se uniera a él en la ruta que los llevaría hacia la presencia de Dios, llegando a convertirse en la abadesa de la Orden de Santo Domingo y fue beatificada en el año 1608.. Falleció el 20 de abril de 1317, y es por ello que tal día como hoy celebramos su onomástico.
Desde su fallecimiento, el culto por sus reliquias fue muy popular, quizás debido a la biografía hagiográfica que fue escrita por el beato Raimundo de Capua, y entre sus devotos podemos encontrar a personajes tan importantes como Santa Catalina de Siena o el beato Juan de Palafox. Finalmente fue canonizada por el papa Benedicto XIII, el 10 de diciembre del año 1726. Sus restos descansan en la iglesia que lleva su mismo nombre en la población de Montepulciano, en una urna que se encuentra ubicada en el altar mayor.
En este día 20 de abril no se recuerda únicamente a Santa Inés de Montepulciano y su extraordinaria vida eclesiástica, que comenzó desde que era una niña, sino que también el Santoral Católico recuerda a otros beatos y santos que al igual que ella, hicieron mucho por difundir la palabra de Dios y por difundir el cristianismo en el mundo, pudiendo mencionar a San Anastasio de Antioquía, San Crisóforo, San Endón abad, San Marcelino de Embrún, San Marciano de Auxerre, San Secundino de Córdoba, San Teodoro Triquino, San Vihón de Frisia, Santa Heliena de Laurino, Beata Clara Bosatta, Beato Anastasio Pankiewicz, Beato Antonio Page, Beato Domingo Vernagalli, Beato Geraldo de Salles, Beato Mauricio MacKenraghty y Beato Simón de Todi Rinalducci.