El Papa ha pedido «fraternidad» y «diálogo» para hacer frente a la «guerra cruel e insensata que amenaza al mundo» durante la ceremonia que ha presidido en la basílica de San Pedro del Vaticano para consagrar Rusia e Ucrania al Corazón Inmaculado de María y pedir la paz.
«En estos días siguen entrando en nuestras casas noticias e imágenes de muerte, mientras las bombas destruyen las casas de tantos de nuestros hermanos y hermanas ucranianos indefensos. La guerra atroz que se ha abatido sobre muchos y hace sufrir a todos, provoca en cada uno miedo y aflicción», ha señalado Francisco en la homilía durante la Celebración de la Penitencia, a la que asisten cerca de 3.000 personas, entre ellos, el embajador de Ucrania ante la Santa Sede, Andriy Yurash.
Según ha informado el director de la oficina de prensa del Vaticano, Matteo Bruni, fuera de la basílica se han concentrado cerca de 2.000 personas para rezar por la paz en Ucrania. Paralelamente, el cardenal polaco Konrad Krajewski, que dirige la limosnería Apostólica en el Vaticano, ha realizado el mismo acto en Fátima como enviado del Santo Padre.
El Papa ha asegurado que ante la guerra la humanidad experimenta «un sentido de impotencia y de incapacidad». «Necesitamos escuchar que nos digan «no temas». Pero las seguridades humanas no son suficientes, es necesaria la presencia de Dios, la certeza del perdón divino, el único que elimina el mal, desarma el rencor y devuelve la paz al corazón», ha añadido.
El obispo de Roma ha asegurado que lo que es «importante» es reconocer que las fuerzas de los hombres «no son suficientes». «Nosotros solos no logramos resolver las contradicciones de la historia, y ni siquiera las de nuestro corazón. Necesitamos la fuerza sabia y apacible de Dios, que es el Espíritu Santo. Necesitamos el Espíritu de amor que disuelve el odio, apaga el rencor, extingue la avidez y nos despierta de la indiferencia», ha apuntado.
El Pontífice ha manifestado que este gesto de consagrar a la Virgen «la Iglesia», «la humanidad entera» y «el pueblo ucraniano y el pueblo ruso» no es «una fórmula mágica, sino de un acto espiritual».
La Conferencia Episcopal de Ucrania había solicitado al Papa Francisco la consagración de Rusia tal y como resulta en los episodios conocidos popularmente como los ‘Misterios de Fátima’, que se refieren a las supuestas revelaciones que la Virgen entregó a tres jóvenes pastores en la localidad portuguesa de Fátima en 1917, el mismo año en el que arrancó la revolución que desembocaría en su etapa soviética.
El primero fue una visión del infierno; el segundo, una profecía sobre la primera guerra mundial, y el tercero, el martirio de millones de cristianos, y un ataque contra el Papa. En aquella ocasión, la Virgen María les anunció que más adelante vendría para pedir la Consagración de Rusia a su Corazón Inmaculado, y la Comunión reparadora de los primeros sábados’.
Los jóvenes pastores que se llamaban Lucía, Jacinta y Francisco y señalaron que la Virgen les había dicho en una de las apariciones: «Si se escuchan mis peticiones, Rusia se convertirá y tendrán paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia».
La primera vez que Rusia fue consagrada fue en 1942 de la mano de Pío XII en su Carta Apostólica ‘Sacro vergente anno’. Pero fue de modo incompleto, pues no fue en comunión con los demás obispos del mundo. El 21 de noviembre de 1964, Pablo VI renovó la consagración de Rusia, en el marco del histórico Concilio Vaticano II, y dos décadas después, en 1984, Juan Pablo II extendió esa bendición a todo el mundo en la plaza de San Pedro, ante una imagen de la Virgen de Fátima. En aquella ocasión, Juan Pablo II evitó mencionar a Rusia, para no resultar molesto al Patriarcado de Moscú. Pero Francisco ha sido mucho más directo y ha consagrado explícitamente tanto Rusia como Ucrania.