Es recordado por compartir y escribir sobre los valores de la Iglesia de Cristo, llegando a ser nombrado Doctor de la Iglesia, en particular por los textos que escribió sobre la catequesis, logrando transmitir esos conocimientos a los practicantes y creyentes de la fe cristiana. No sólo es venerado por la Iglesia Católica, sino también por la Iglesia Ortodoxa.
San Cirilo de Jerusalén
Su nombre se debe a que llegó a ser Obispo de Jerusalén, la ciudad de la Tierra Santa, en el sigo IV. Ciertamente son pocos los detalles de su vida que han podido conocerse, pero se piensa que este Obispo fue condenado al destierro de Jerusalén por causa de los frentes abiertos que se habían enquistado en esa santa ciudad, debido a las diversas creencias religiosas que convivían en ella y que se encontraban divididas en facciones muy conflictivas, incluso entre los propios católicos, mientras que San Cirilo se dedicó a defender de manera ferviente la doctrina de la Iglesia Católica, lo que lo llevó a tener que realizar múltiples viajes y a tener que permanecer alejado por largos períodos de su cargo.
No se tienen muchos datos de su vida antes de llegar a ser obispo, aunque se especula que nació en el año 315 y que el lugar en el que nació fue Cesárea Marítima. Se piensa que pudo ser ordenado diácono por el obispo Macario de Jerusalén en las proximidades del año 335, y luego ordenado sacerdote unos diez años después por Máximo. Se cuenta que siempre tuvo una inclinación por la paz y la conciliación, lo que lo llevó a adquirir al principio de su cargo una posición relativamente moderada, muy distinta a sus adversarios, los arrianistas, y a no pocos contemporáneos ortodoxos, que de ninguna manera estaban dispuestos a aceptar el término homoioussios.
Al llegar el momento, San Cirilio se separó del metropolitano, Acacio de Cesarea, que era un partidario de Arrio, y se alineó con los Eusebianos, el «ala derecha» del post-concilio de Nicea, lo que lo metió en problemas con su superior inmediato, los que se acrecentaron por causa de los celos de Acacio ante la importancia que le fue asignada a Cirilo en el Concilio de Nicea. En un concilio posterior, por la influencia de Acacio, que se celebró en el año 358, San Cirilo fue depuesto del cargo y desterrado a Tarso. Durante ese lapso, fue se encargó de vender las propiedades de la Iglesia para auxiliar a los pobres, tiempo que aprovechó para enseñar la doctrina nicena y no la arriana en su catecismo.
De otra parte, la suerte no acompañó a Acacio, porque en el Concilio de Seleucia, que se celebró al siguiente año, en el que Cirilo pudo estar presente, Acacio fue depuesto. En el año 360 el proceso fue revertido por medio de la influencia de la corte metropolitana, y Cirilo sufrió otro año de exilio de Jerusalén, hasta la ascensión de Juliano el Apóstata, que le permitió regresar. Pero el emperador Valente lo volvió a desterrar en el año 367, y ya no pudo regresar más a Jerusalén.
Los datos históricos de los que se tiene conocimiento, demuestran que San Cirilo tuvo una gran influencia en la vida de los practicantes y de los que tenían cargos eclesiásticos por medio de sus discursos y sus escritos, relacionados todos con la catequesis, la cual se dedicó a redactar conforme a la doctrina de la iglesia. Gracias a esta labor, recibió por decreto del pontificado, en la época del Papa León XIII, en el año 1882, el título de Doctor de la Iglesia.
Hoy, 18 de marzo, también recordamos a otros santos y beatos, cuyas vidas y obras han contribuido tanto como San Cirilo de Jerusalén a difundir la doctrina cristiana, y entre ellos tenemos a San Anselmo de Mantua, San Eduardo, rey de Inglaterra, San Frigidiano, San Leobardo, San Salvador de Horta Grionesos y Beata Marta Le Bouteiller.