Un equipo internacional de científicos, liderado por la Universidad de Granada (UGR), ha analizado cómo responde el cerebro ante mensajes que promueven un consumo saludable, demostrando que las reacciones ante estos mensajes pueden predecir mejoras en los hábitos de alimentación.
Uno de los problemas de mayor envergadura a nivel mundial en general, y particularmente en España, es el de la alimentación no saludable y es que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 44,9 por ciento de hombres de más de 18 años y el 30,6 por ciento de mujeres padecen sobrepeso. De hecho, España constituye el cuarto país en el ranking de obesidad infantil en Europa.
Ante esta problemática, el grupo de investigación SEJ-625 ‘Marketing y Cambio Social’ de la Universidad de Granada está analizando en los últimos años la utilidad de diversas tipologías de campañas de comunicación saludable para modificar comportamientos y dirigirlos hacia hábitos de alimentación saludables.
En su último estudio, liderado por los profesores del departamento de Comercialización e Investigación de Mercados Luis Alberto Casado Aranda y Juan Sánchez Fernández, se ha evaluado cómo el cerebro reacciona ante dos tipos de mensajes saludables muy habituales: no personalizados, diseñados para un público amplio, y personalizados, que están basados en las creencias, conocimientos, actitudes, el peso, estatura o comportamiento actual del consumidor en relación a la alimentación.
Concretamente, los investigadores de la UGR, junto con colegas de la Tiilbug University (Holanda), reclutaron a 30 participantes con hábitos de alimentación poco saludables y grabaron su cerebro mientras que permanecieron en un escáner cerebral y leían mensajes personalizados (teniendo en cuenta las características de cada participante) y no personalizados.
Posteriormente a las pruebas, y durante un mes, recibieron una intervención especializada basada en mensajes y explicaciones sobre cómo mejorar sus hábitos de alimentación.
Tras el mes de intervención, se les preguntó de nuevo cuáles eran sus hábitos de alimentación. Los resultados cerebrales revelaron que, en comparación con los mensajes no personalizados, las comunicaciones adaptadas implicaron reacciones en áreas cerebrales asociadas con el valor y la importancia personal.
De forma crucial, de entre dichas áreas cerebrales, hubo cuatro (hipocampo, corteza medial frontal, corteza orbitofrontal inferior y circumbalación angular) que pronosticaron las reducciones en la ingesta de alimentos poco saludables que se produjeron tras el mes de recepción de mensajes saludables.