El primer autobús fletado por la organización Juntos por la Vida ha llegado a Valencia esta madrugada con 44 refugiados ucranianos y ha sido recibido entre aplausos.
«Lo más duro es saber que tú te vas y tu familia se queda allí. No saber cuándo podrás volver y si estarán vivos«. Marina, de 18 años, acaba de llegar a València tras casi cinco días de viaje en autobús desde el centro de Ucrania, de donde ha escapado de la guerra. Acaba de reunirse con Concha, su madre de acogida con la que ha pasado 10 veranos. «Ahora hay que pensar que estará todo bien en Ucrania, acabará la guerra y podremos volver«.
Marina es una de las 44 personas que han viajado desde Ucrania a València en el primer autobús fletado por la ONG Juntos por la Paz, que lleva años trabajando en la acogida de menores ucranianos. Una de ellas es Katya, que ha pasado muchos veranos en Nules y que ahora ha vuelto con su hijo de dos años y sus sobrinos. «Cuando estaba saliendo de Kiev me llamó mi marido y me dijo que ahora no tenemos nada. No tenemos casa, donde yo vivía ya no hay nada«, ha contado.
Katya se ha reunido con su hermano de acogida, Josep, y sus padres, tras tener que dejar atrás a su marido y su abuelo en Bucha, una localidad cercana a la capital ucraniana. «No hay ni cobertura, ni luz, ni gas, ni agua. No sé nada de nada, pero espero que estén bien«, ha explicado.
«Lo primero es descansar, de momento solo quiero descansar«, ha dicho Katya con su hijo pequeño al hombro. «Primero descansar y luego quedarse sin preocuparse«, ha apuntado Marina. «Mi hermano estará bien y él ya no se tendrá que preocupar por mí«, ha señalado la joven. Con 19 años, su hermano, que también venía a València a pasar los veranos, ha tenido que quedarse y ya no ha podido abandonar Ucrania.
Para Artur, de 11 años, han sido casi cinco días de viaje. Ahora, reunido con su familia de acogida, ha contado que aquí está «mucho mejor que en Ucrania». «Aquí está más tranquilo«, ha añadido tras una pausa mientras su padre de acogida le acariciaba la cabeza y su madre contaba que están «supercontentos de tenerlos en casa». «A él, a sus hermanos, a su tía y su primo. Ahora a descansar y a cuidarlo«, ha explicado.
ENTRE APLAUSOS LLEGA LA «CEBRITA»
El autobús ha llegado en torno a las cinco de la mañana a la Facultad de Medicina de la capital valenciana, donde la organización ha instalado un punto de recogida al que han acudido las familias que acogerán a los recién llegados. Entre aplausos ha aparcado la «cebrita», el vehículo con matrícula ucraniana y estampado de cebra. «Muy fallero y muy valenciano«, bromeaban los voluntarios de Juntos por la Paz.
A la salida, aplausos, abrazos y besos entre cámaras y flashes. Café caliente y bollos esperaban a los voluntarios y las familias recién llegadas dentro de la facultad. Desde medianoche, ha habido un trasiego de voluntarios y medios, y según se acercaba la hora de llegada, han ido acudiendo familiares de acogida.
Es el caso de Adelisa Martínez, una madre de acogida que colabora con la formación y que va a acoger a la nuera y los nietos de una amiga suya en Jalance. «Yo a los míos no los conozco«, bromeaba con otras familias que tenían ganas de ver a los suyos durante la espera.
Mientras sus hijos de acogida, ya adultos, han tenido que quedarse en el país. Sacha, su hijo de acogida, de 23 años habla con ella a diario desde Kiev y le dice que «está vivo». «Esta mañana nos decia: ‘Corro porque disparan’«, mientras acudía a un refugio.
«Lo único que podemos hacer es apoyar a la gente que venga, sean nuestros o no sean nuestros. Yo hago un llamamiento a todas las familias que han tenido un vínculo con la asociación«, ha afirmado Adelisa emocionada. «Hay que darles mucho amor, a saber cómo pueden venir«, ha agregado.
La travesía de la familia que acogerá dura ya cinco días, primero para salir de Ucrania y luego para llegar a Valencia desde Polonia. «Y mañana les queda el viaje al pueblo, y no me los llevo esta noche porque llueve«, ha apostillado. «Los niños vienen como emocionados, porque saben que la abuela viene mucho a España, pero a la vez están como descontrolados, están como en un videojuego. Se ve que no han visto mucho de la guerra, en televisión ni todo eso que les tiene que traumatizar más«, ha contado.
Adelisa confesaba que estaba nerviosa al no estar acostumbrada a tener los micrófonos y las cámaras delante, pero ha explicado que entre sus amigas harán un grupo para apoyar y dar cariño a los recién llegados. «La que viene es doctora y quiere trabajar, dice que no se quiere sentir una ‘recogida’. Miraremos también«, ha comentado.
También hay familias de acogida que llevan años recibiendo a jóvenes ucranianos en verano y que «lo último que esperaban es que esto sucediera«. Antes de la llegada del bus con Katya y su hijo a bordo, Josep y sus padres, de Nules, explicaban que desde hace años comparten sus vacaciones con Katya.
«Es súper injusto«, ha asegurado Josep. «Volverá por una situación muy desagradable, se ha visto obligada a dejar a su padre y su marido. Tiene muchas ganas de venir porque viene con su hijo de dos años, y ha sufrido mucho estos días, lleva tres o cuatro días de autobús. Ha sido muy duro«, ha remarcado.
Como familiares, también ha indicado que tienen «muchas ganas de descansar«. Continuamente estamos en comunicación con ellos, nos envían fotos y vídeos«, ha contado. «Ella tiene un niño de dos años y yo por ejemplo que he sido padre, y me veo en su situación con un niño de ocho meses, de repente te viene una guerra y, ¿Qué haces?«, ha agregado. «No se lo esperaban, por mucho que estuvieran los tanques en la frontera, no pensaban que esto pudiera pasar«, ha agregado.
«Ya sea en Ucrania, en Siria, en Irak, en Afganistán, donde sea. Me parece súper injusto que los gobernantes no sean capaces de acabar con esto, es una vergüenza«, ha remarcado. «Los gobernantes están para solucionar las cosas y no para poner más gasolina en el fuego«, ha agregado. «Si de normal a una persona ya le afecta esta situación viendo la injusticia, imagínate teniendo un vínculo tan próximo, que te envían vídeos, te dicen que hay un incendio gigante a un kilómetro y no saben qué es, o les caen bombas y no saben dónde«, ha explicado entre lágrimas.
«EFECTO GASEOSA»
En este primer autobús viajan familias que ya tenían vínculos con la Comunitat Valenciana porque sus hijos han participado en el programa de vacaciones que gestiona Juntos por la Vida. Según ha explicado el vicepresidente, Jesús Rodríguez, la acogida de estas personas va a ser «más fácil» porque ya tienen relación con personas que viven aquí. «Tenemos cientos de solicitudes de acogimiento, pero no es tan sencillo«, ha agregado.
No obstante, Rodríguez ha indicado que según pasen los días, esta acogida será más complicada, ya que vendrá gente que no tiene relación con nadie en el territorio valenciano y también tendrán que localizar a quien los acoja. Para ello, habrá que superar el «efecto gaseosa» de los primeros días: «Mucha gente quiere ayudar, pero esto no es acoger a un niño, es una familia entera que igual viene con la madre, los hijos y la abuela«, ha apuntado.
«Este es un acogimiento humano, de entrega y esfuerzo: Vas a sacar a una familia de la guerra y la tienes que cuidar y querer, pero no vienen porque quieren. En cuanto puedan van a volver, si tienen la casa y sus negocios allí, pero ahora es un tiempo que no sabemos cuánto durará y habrá que echarles una mano«, ha explicado. «Habrá de todo, hay personas más humildes, hay con más capacidad, pero eso poco a poco, primero que tengan un techo al que llegar y luego iremos viendo», ha añadido.
Este autobús salió a las 12 del mediodía del viernes de Leópolis (Ucrania). Les costó 12 horas llegar a la frontera, cuando esta ciudad dista unos 90 kilómetros de la frontera polaca. Salieron 53 personas y llegarán 44, ya que varias personas se han quedado en otros países. Vienen 14 familias, todas con su familia de referencia ya que tenían, excepto una, relación con personas de la Comunitat Valenciana.