Hoy vamos a recordar a un santo que, aunque nació como un príncipe, recibió una educación que lo llevó a ser humilde, una de las muchas virtudes que lo caracterizaron durante toda su vida. Lamentablemente falleció siendo muy joven por causa de haber contraído tuberculosis. Cuentan los archivos que falleció en Grodno, una ciudad situada en Lituania.
San Casimiro de Polonia
De los registros que se tienen, se conoce que San Casimiro fue hijo del Rey Casimiro IV de Polonia, que nació en la provincia de Cracovia en el año 1458. Su nombre en polaco quiere decir “el que impone la paz”, de modo que era príncipe de Polonia. La vocación en la fe de San Casimiro fue gracias a su madre, Isabel de Habsburgo de Hungría, quien a su vez fue hija del emperador de Austria, de modo que su linaje noble está fuera de toda duda. Isabel hizo esfuerzos durante toda su vida para que sus trece hijos tuvieran una educación y se rodearan de un entorno que les enseñara las creencias en Jesús.
Por causa de ello, la educación de San Casimiro le fue confiada al padre Juan en su camino religioso, y éste describió al príncipe como un joven que poseía un excepcional concepto de la virtud y fue sólo San Casimiro, de entre todos sus hermanos, el que verdaderamente llegó a alcanzar una real espiritualidad y a tener una conexión con el Señor, por medio de prácticas diarias rigurosas de meditación, rezo, controlando sus pasiones y analizando la vida de Cristo y todo lo que tuvo que padecer, haciendo gala de pureza y bondad. Fue debido a estas inclinaciones que San Casimiro hizo voto de castidad.
Llegó a tener una verdadera devoción por la vida de Jesús, y se dice que pasaba las horas del día en la contemplación del crucifijo. De esa forma piadosa vivió hasta que desafortunadamente, cuando cumplió los 26 años, contrajo la enfermedad de la tuberculosis, muriendo poco después de manera devora, pía y santa en Grodno, pero su cuerpo fue trasladado hasta la ciudad de Vilma, que en aquel momento era la capital de Lituania, el reino de su padre, donde fue sepultado.
Pero su vida no fue todo lo pacífica que él hubiera querido, ya que una facción de los nobles Hungría, que estaba descontenta con el reinado del rey Matías Corvino de Hungría (1458-1490), hizo todos los esfuerzo por colocar a un joven Casimiro, con tan sólo 13 años de edad en el trono de Matías. El derecho de Casimiro al trono se legitimó por la nobleza de Hungría, gracias a que su madre era la hija del rey Alberto de Hungría, ya fallecido, y su tío por parte de su padre, había sido coronado como Vladislao I de Hungría, reinando por 4 años.
Fue así como, en 1471, San Casimiro llegó a Hungría y aceptó su designación, con el propósito de defender a la cristiandad de los turcos invasores, a los que, según decían los nobles húngaros, el rey Matías no combatía. El arzobispo de Esztergom Juan Vitéz, la más alta autoridad eclesiástica, quien fue el tutor del rey Matías en su infancia, decidió apoyar la causa de los nobles húngaros descontentos y coronar a San Casimiro como rey.
No obstante, el consejo eclesiástico canónigo de Esztergom, a cuya cabeza se encontraba el obispo Juan Beckensloer, al enterarse de esta conspiración informó de inmediato al rey Matías, quien se encontraba haciendo una campaña militar en suelo checo, luchando por el trono de Bohemia. Con rapidez, Matías se presentó de sorpresa en Esztergom y envió a los nobles Miguel Országh y Emérico Szapolyai para que resolviesen el asunto pacíficamente. De esta forma San Casimiro no tuvo otra opción que interrumpir su viaje y dejar de lado sus pretensiones al trono húngaro, pero su hermano menor sería coronado en 1490 tras la muerte de Matías como Vladislao II de Hungría. Se sabe que, entre años 1479 a 1483, San Casimiro fue quien llevó los asuntos del gobierno en Polonia, sustituyendo a su padre ausente.
Cuando se cumplieron 120 años de su inhumación, su sepulcro fue abierto y su cuerpo fue encontrado incorrupto, como si lo hubieran enterrado el día anterior, y su ropa se encontraba intacta, lo que a los ojos de las creencias católicas, es un signo inequívoco de santidad, por eso se comenzó el proceso de su canonización y santificación.
No obstante, San Casimiro no es el único cuya vida se recuerda el 04 de marzo, porque en el santoral que corresponde a este día, la Iglesia Católica también rinde honores a la vida y obras de otros santos y beatos que se convirtieron en ejemplo de fe y virtud, entre los cuales se encuentran San Apiano, San Basino, San Focio y compañeros, San Pedro, abad, Beato Juan Antonio Farina, Beata Plácida (Eulalia) Viel y Beato Umberto.