Cataluña cumplirá este viernes dos años de la detección del primer caso de coronavirus en un escenario de descenso de los indicadores epidemiológicos tras el impacto de la sexta ola de la pandemia.
El 25 de febrero de 2020 la Conselleria de Salud confirmó el primer caso en Cataluña: una mujer de 36 años de origen italiano que dio positivo tras un viaje realizado a Italia, concretamente a la zona del norte del país, una de las más afectadas durante la primera ola en Europa.
Desde entonces, Cataluña ha contabilizado 2.391.092 casos confirmados acumulados y han muerto 26.549 personas, de los cuales 1.840.807 positivos y 5.984 defunciones se han registrado en un último año, marcado por tres nuevas olas en las que ha habido mucha más infección que en las tres primeras.
De nuevo, la situación de emergencia sanitaria ha provocado que, durante el último año, la administración catalana dictara una serie de restricciones a la vida social de los catalanes que han ido variando según la virulencia de la enfermedad, aunque han sido menos contundentes que en el primer año de pandemia.
La aparición de nuevas variantes, como la Delta y la Ómicron, con una mayor capacidad de transmisión en comparación a cepas anteriores, ha repercutido en una quinta y un sexta ola con cifras de contagios más elevadas que han impactado, sobre todo, en la atención primaria.
Al haber muchos más casos pero de menor gravedad, la presión asistencial se ha situado en mayor medida en los centros de atención primaria (CAP), responsables de la realización de test diagnósticos, seguimiento de contactos y de la campaña de vacunación, entre otros, con picos de más de 10.000 visitas por Covid-19 en un día.
CAMBIO EN LA GESTIÓN
Sin embargo, actualmente más de un 86% de la población catalana tiene algún tipo de inmunidad, ya sea porque se ha infectado y ha generado anticuerpos de forma natural o porque tiene la pauta completa de vacunación, una tasa que condiciona al virus porque le cuesta más replicarse y, en caso de contagio, los casos son más leves.
Esta situación ha llevado al Govern a plantear un cambio en la gestión de la pandemia a partir de esta primavera, siempre que los casos sean leves, del que ya se han visto algunas medidas en el ámbito escolar como la retirada de la mascarilla en los patios y la eliminación de las cuarentenas de los contactos estrechos de un caso positivo.
El conseller de Salud de la Generalitat, Josep Maria Argimon, ha resaltado esta semana que «siempre regirá el criterio de prudencia» pese a la desescalada de restricciones, pero con la voluntad de descargar, flexibilizar e ir normalizando poco a poco la vida, en sus palabras.
El conseller aseguró el lunes que el primer sitio en el que considera que se tiene que levantar el uso obligatorio de la mascarilla en el interior es en el ámbito educativo, empezando por los más pequeños e ir quitando esta medida gradualmente: «Esto también nos llegará a los adultos».
Argimon avanzó que reclamará esta medida en una semana o dos, empezando por los grupos escolares de menos edad e ir escalando la flexibilización del uso de la mascarilla de forma progresiva en el resto de edades hasta llegar a la población general, aunque todavía no ha concretado ninguna fecha.