Hoy celebramos a un santo de origen italiano, que se encuentra representado en la columnata esculpida por Bernini alrededor de la Plaza de San Pedro, en la ciudad del Vaticano, en Roma. Fue una figura tan relevante para la Iglesia Católica que la propia Iglesia eligió su esfigie para ser esculpida en la plaza más importante de la cristiandad.
San Benigno de Todi
De este santo no se tienen muchos registros históricos en el Martiriólogo Católico. Lo que sí se sabe es que San Benigno de Todi nació en Italia, y vivió durante una gran parte de su vida en la población de Todi, de allí su nombre, un municipio que hoy pertenece a la región de Perugia.
Fue ordenado sacerdote en Todi, su ciudad natal, pero tuvo que sufrir la persecución y el martirio del emperador Diocleciano, de modo que fue torturado en varias oportunidades, hasta que falleció por causa de las mismas. Luego de su muerte, según cuenta la tradición católica, fue enterrado por hermanos cristianos en las orillas de un camino, y en ese mismo sitio, con posterioridad, se construiría un monasterio benedictino.
Se dice que San Benigno de Todi llegó a ser presbítero. Su nombre en latón significa aquel que actúa con benevolencia. Dicen que un fraile, en un arrebato de falsa devoción, quiso llevarse a su convento, por medio del robo del lugar sagrado en el que se encontraba la cabeza de este santo que reposaba dentro de un relicario de plata en la abadía de las hermanas benedictinas que recibe el nombre De las Milicias. En ese intento de robo, sin saber muy bien lo que estaba pasando, no fue capaz de salir de la abadía, ya que no pudo encontrar las puertas, de modo que el monje se vio obligado a tener que dejar la reliquia de San Benigno de Todi en el lugar en el que había sido colocada por las hermanas.
La historia cuenta que vivió en el siglo III, y que estando en conocimiento de su devoción y de sus obras, el Obispo Ponciano fue quien lo nombró presbítero, ya que se dedicaba a confortar y a darle fortaleza en su fe a los cristianos que eran perseguidos por Maximiano y por Diocleciano, socorriendo a los confesores de la fe que se encontraban presos en la cárcel, visitando a los débiles y enfermos, buscando a los cristianos por los campos para apoyarlos en su fe.
Se cuenta que se las arreglaba para poder acercarse a los que habían sido torturados y que los acompañaba lo más que podía, dándoles fuerzas frente al martirio. Pero un día, embebido del Espíritu Santo, se cuenta que comenzó a predicar con fuerza el cristianismo frente a todo el que quisiera oírle y a convertir a los paganos, explicando las causas de por qué su fe y su idolatría estaba equivocada, hasta que fue apresado por las autoridades.
Aunque la veneración a San Benigno de Todi no se ha extendido mucho más allá de la ciudad que lo vio nacer, se le consideró lo suficientemente importante como para ser representado en la columnata de la Plaza de San Pedro, en compañía de otros 139 santos, como Santa Apolonia, San Francisco de Sales o San Pablo de Tarso, rindiéndosele así un tributo muy especial por la iglesia católica.
Pero hoy, 13 de febrero, también celebramos a otros santos y beatos cuya labor y su fe se consideraron muy importantes para la cristiandad, entre los cuales están San Cástor de Aquitania, San Esteban de Lyon, San Esteban de Rieti, San Fulcrán, San Gilberto de Meaux, San Gosberto, San Guimera, San Martiniano, eremita, San Pablo Le-Van-Loc, San Pablo Liu Hanzou, Beata Cristina Camozzi, Beata Eustoquia Bellini y Beato Jordán de Sajonia.