El capital riesgo se presenta como el vehículo más adecuado para la inversión de impacto, dado su naturaleza transaccional, que permite que se tengan en cuenta otras características de la operación y no solo las financieras.
Así lo ha explicado el profesor de Economía en la Universidad Camilo José Cela y miembro del Consejo Asesor del Orfin, José Moisés Martín, durante la presentación este jueves del informe ‘La inversión de impacto en el contexto de las finanzas sostenibles’, elaborado por el Observatorio de la Realidad Financiera (Orfin).
El informe se ha focalizdo en este tipo de inversión, que dará el salto desde un enfoque más ‘nicho’ a un componente estandarizado en la industria. La inversión de impacto se caracteriza porque es temática y pone por delante los beneficios medioambientales y sociales a los financieros, según ha destacado Martín.
Los fondos de impacto españoles gestionaron un total de 2.378 millones de euros durante el año 2020, lo que supone un crecimiento del 26% respecto a 2019. La mayor parte del capital procede de los depósitos de clientes, en tanto que los fondos públicos estatales y europeos representaron un 7% de la inversión, canalizada a través del Instituto de Crédito Oficial (ICO) y el Fondo Europeo de Inversiones (FEI).
«El sector privado está ahí y ha entendido que esto es el futuro», ha añadido durante su intervención el consejero delegado de SpainNab, José Luis Ruiz de Munain, que ha reivindicado que se necesita una apuesta firme del sector público.
Otro de los pilares más relevantes es la política monetaria verde, con la integración por parte de los bancos centrales de criterios de riesgo climático y la compra de bonos verdes, para los que se establece algún tipo de prima a aquellos que cumplan ciertas características.
La banca comercial y los fondos más tradicionales también están empezando a prestar atención a este tipo de activos, según ha señalado Martín.
La colaboradora del Orfin y asesora de LUAFund, Cristina Morales, ha puesto de relieve que la inversión de impacto aún tiene importantes desafíos, como la unificación de las prácticas o la falta de regulación y estrategia, entre otras, aunque la llegada de los fondos de recuperación europeos podría suponer «un punto de inflexión».
«Los fondos Next Generarion podrían ser un punto de inflexión que marque un antes y después en la inversión de impacto», ha añadido Morales, si bien ha recordado que no hay una inversión clara, ni prácticas de medición comparables, ni regulación.
Para Martín, la estandarización de los criterios de la inversión sostenible en la que trabaja la Fundación de Estándares Internacionales de Reportes Financieros (IFRS, por sus siglas en inglés) supondrá un antes y después en la evolución de este segmento.
Ante la llegada de los fondos europeos, Martín es partidario de crear un banco nacional de desarrollo de fondos públicos y privados para generar ‘blending’ y compartir los riesgos de las inversiones de impacto.
ESPAÑA, AÚN A LA COLA
Morales ha explicado durante la presentación del informe que España aún se encuentra lejos de países de su entorno como Francia o Alemania, donde este tipo de inversión ha sido incentivada por el Gobierno.
Asimismo, ha destacado que la evolución de los diferentes países del Viejo Continente después de la crisis financiera ha sido dispar, con la inversión transfronteriza estancada durante años, por lo que en esta temática se encuentran grandes diferencias entre unos países y otros.