- Transversal a las provincias de Segovia, Ávila y Valladolid, La Ruta del Vino de Rueda se configura en torno a multitud de municipios históricos, ecosistemas naturales, bodegas visitables, alojamientos singulares, restaurantes de cocina territorial, tiendas gourmet y ricas despensas.
- Una suma de opciones que la convierten en un destino turístico en sí mismo, tan completo como para tachar todos los propósitos viajeros que tengamos de cara a 2022.
Si descansar y recapitular fueron las únicas ambiciones en 2021, año de tránsito, la energía acumulada a lo largo de doce permisivos meses nos ha devuelto la ilusión por volver a elaborar esas listas de propósitos con las que solemos inaugurar cada nuevo año. No hace falta, sin embargo, vislumbrar paraísos lejanos para cumplirlos: dos horas de trayecto en coche desde Madrid bastan para adquirir compromisos con nosotros mismos y, sencillamente, ser un poco más felices.
La Ruta del Vino de Rueda, una de las 33 Rutas del Vino de España con las que el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo busca fomentar el turismo de calidad en torno al vino, demuestra que cercanía y singularidad no se excluyen —al revés, si algo han demostrado los dos últimos años de nuestra vida es que el territorio nacional merecía, y mucho, ser redescubierto—, y su oferta, rica y completa, garantiza la plenitud del viajero en solo una jornada. Cerca de 150 socios —entre bodegas, restaurantes, alojamientos, tiendas, productores, etc.— la conforman y dibujan un paisaje en el que tradición, vanguardia y riqueza natural y patrimonial convergen de manera orgánica. Este es el plan de viaje que la Ruta —también accesible en AVE desde Valladolid o Medina del Campo y en avión desde Valladolid— ha diseñado para motivarnos, afilar los lápices y tachar las siguientes promesas a lo largo de 2022.
DEJARSE FLUIR
El Duero, río vinícola por excelencia, es el telón de fondo de diversas experiencias en torno a la Ruta: su línea puede seguirse a pie, en bicicleta o a caballo a través de la Senda de Gran Recorrido del Camino Real o Camino Natural del Duero (GR 14) que suma 72 kilómetros en tres etapas. El río, además, riega el único parque natural de la provincia de Valladolid, el de las Riberas del Castronuño, que puede recorrerse a través de diversas rutas senderistas. Hay también playas fluviales en los ríos Duero, Eresma, Adaja o Zapardiel, tan bonitas como las marítimas pero menos concurridas, y otras absolutamente insólitas, como la ‘playa’ de damajuanas de Bodegas de Alberto. Ubicada en Serrada, Valladolid, es hoy en día la bodega referente en la elaboración de vinos dorados, procedentes de una crianza oxidativa en dos fases; la primera de ellas tiene lugar en la mencionada ‘playa’ de damajuanas, expuestas al sol, un horizonte turquesa y cristalino en el que zambullirse y más espectacular si cabe en días de sol.
Al agua y a sus beneficios para el cuerpo y el alma se consagra una de las opciones de alojamiento más atractivas de la Ruta, el Castilla Termal Balneario de Olmedo, erigido sobre una construcción mudéjar del siglo XII. Se trata de un complejo termal de cuatro estrellas que alberga 82 habitaciones, un restaurante y un moderno balneario donde consagrarse a las aguas mineromedicinales del manantial de Sancti Spiritus; incluye una piscina termal y una exterior, un circuito de contrastes y una amplia carta de masajes y tratamientos faciales y corporales.
SOLTAR LOS MÓVILES
Existen ya pocos lugares que inviten tanto a la introspección como la red de bodegas subterráneas que esconde la región, muchas de ellas rehabilitadas para dar lugar a una de las experiencias vinícolas más diferentes de nuestro país. Adentrarse en kilómetros de galerías excavadas en la tierra que datan de los siglos XV al XVIII es una forma obligada de conectar con la tierra, mirar hacia el interior y, por la oscuridad reinante, de guardar el móvil y olvidar los likes durante un rato. Ya en la época de los Reyes Católicos, los vinos envejecían y se almacenaban en estos refugios, fundamentalmente para aprovechar las condiciones naturales de temperatura y humedad que aporta el suelo.
Hoy en día, bodegas como De Alberto, Campo Elíseo, Javier Sanz Viticultor, Menade, Garciarévalo o Félix Sanz hacen posible una visita insólita para el viajero, pero también deudora de una de las más antiguas tradiciones de la zona. Destacan especialmente Mocén (Rueda, Valladolid), de la que se dice que está hueca por dentro, e Yllera. La primera encierra tres kilómetros de galerías excavadas a 25 metros de profundidad, mientras que la segunda cuenta con una cueva de estilo mudéjar formada por más de un kilómetro de galerías a 20 metros bajo el suelo; un laberinto de ladrillo que ha sido bautizado como ‘El Hilo de Ariadna’ y que ofrece un original recorrido que sigue el ovillo que Ariadna entregó a Teseo para acabar con el Minotauro en la leyenda griega.
APRENDER NUEVAS LENGUAS
Rueda es una de las mejores zonas de España para familiarizarse con el lenguaje del vino o, en el caso de los muy enófilos, para perfeccionarlo. De entre todas las estaciones, el otoño es perfecto para recibir clases magistrales: con la caída de hoja, la vid entra en fase de reposo y se procede a la poda, el viñedo se tiñe de vívidos tonos pardos y los buenos vinos riegan las efímeras creaciones culinarias con setas —el micológico es otro de los idiomas que más se hablan en esta tierra— y otros tesoros de temporada. Algunas bodegas, como Cuatro Rayas o Menade, organizan entre noviembre y diciembre catas de vinos en rama —esto es, vinos en toda su esencia que todavía no se han clarificado ni estabilizado— como talleres de poda de la vid, todo un arte de cuya técnica dependerá la calidad de los racimos en la siguiente cosecha.
Por otro lado, la riqueza ornitológica de la región ha motivado que se establezcan varias zonas ZEPA (Zona de especial protección avícola) y ZEC (Zonas de Especial Conservación), espacios naturales pero reconocidos con figuras oficiales a nivel europeo (Red Natura 2000) que velan por el bienestar de especies singulares, muchas de ellas vulnerables. BUTEO, empresa de ecoturismo con vocación conservacionista y socia de la Ruta, facilita una actividad que consiste en descubrir el territorio a través del canto de los pájaros, todo un reto para el oído del viajero y una forma mágica de comunicarse con las aves.
EJERCITAR LA MEMORIA
Rescatar varietales extintas, recuperar recetas antiguas y técnicas de elaboración que solo los más ancianos recuerdan y velar por razas autóctonas vulnerables constituye la labor de muchos viticultores y productores de la Ruta y todo un atractivo para nostálgicos. Entre los primeros se encuentra Javier Sanz, que tras años de investigación ha recuperado variedades como la uva malcorta, una verdejo que por la dificultad de su vendimia había desaparecido, o la colorado, una insólita y original cepa tinta de genética desconocida que hoy solo se encuentra en sus viñedos, entre los que hay auténticos tesoros, como el prefiloxérico de El Pago de Saltamontes, anterior a 1863.
Dignos de recordar son también los panes de Maicu y Enrique, de la panadería Pecado Artesano (Medina del Campo), quienes encontraron una caja con recetas en casa de su abuela y decidieron elaborarlas con los medios actuales, dando lugar a panes caídos en el olvido, como sus hojuelas y pecaditos; aquí ofrecen también talleres para prepararlos en casa. Como parte de la Ruta, la quesería familiar Cantagrullas (Valladolid) elabora quesos, yogures y derivados de la leche obtenida de su rebaño de ovejas castellanas, una raza autóctona en peligro de extinción.
REVISAR LA DESPENSA
La artesanía, valor intrínseco al buen vino, es una constante en Rueda, cuyos productos clave deberían entrar a engrosar nuestra despensa en 2022. En la Ruta podemos adquirir queso, que recientemente ha obtenido la IGP ‘Queso Castellano’ —destaca la labor de la tienda Rueda Cheesemonger, que afina los quesos en antiguas bodegas subterráneas del siglo XVIII—; piñones —uno de los ingredientes más exclusivos de nuestro país—; panes elaborados con masa madre y repostería artesana. Paradas imprescindibles para los golosos son La Giralda de Castilla, en Matapozuelos, cuyos dulces, como las pastas de piñón o los mantecados de Verdejo, se elaboran solo con ingredientes del entorno, o Xokoreto (Castronuño, Valladolid), innovadora confitería que apuesta por la modernidad sin olvidar la tradición repostera de la zona.
ACOSTUMBRARSE A IMPROVISAR
La demonizada figura del ‘dominguero’ debería reivindicarse en 2022 por responder a un renovado ansia de libertad y a las tendencias que abogan por el turismo de proximidad. Nada tiene de malo coger carretera sin apenas pensar y, en menos de dos horas, llegar a Rueda, que además de sus encantos gastronómicos y enológicos, atesora un importantísimo patrimonio arquitectónico. Su estampa está jalonada por 46 monumentos declarados como Bien de Interés Cultural entre soberbios castillos, construcciones civiles, templos y ermitas. Dentro de estos bienes protegidos por Patrimonio, se encuentra además una bodega: La Mejorada, en Olmedo (Valladolid). Instalado en lo que fue un antiguo monasterio jerónimo, el conjunto ha sido restaurado por Rafael Moneo, Premio Nacional de Arquitectura y único premio Pritzker español. Con toda esta riqueza por descubrir, no es de extrañar que quiera alargarse la visita a la caída del sol. Para hacer noche, la Ruta ofrece desde albergues, campings y casas rurales con todas las comodidades posibles hasta hoteles con mucho encanto. Destaca el Parador Nacional de Turismo de Tordesillas, situado en una casa solariega de estilo castellano.
CAMBIAR DE AIRES
Los amantes del aire libre encontrarán en Rueda un reducto de paz a cielo abierto que acoge su propia ruta ecuestre, senderista y cicloturista —la primera asociada al mundo el vino en España, que transcurre a lo largo de los 40 kilómetros de viñedos, castillos y tierras de cultivo que unen Medina del campo, Rueda y La Seca— y donde confluyen dos de los tres caminos jacobeos. Además, las propias bodegas promueven la conexión del visitante con el entorno y la biodiversidad, sobre todo aquellas que, como Menade (Navas del Rey, Valladolid), apuestan por la producción ecológica y biodinámica de sus vinos. Destaca la labor de BUTEO, que propone paseos medioambientales en bicicleta eléctrica entre viñedos y rutas de interpretación de la naturaleza.
NORMALIZAR EL PLACER CULPABLE
Cuidarse, clásico y exigente propósito de cada inicio de año, se entiende en Rueda como disfrutar de un producto de máxima calidad y de proximidad, en el cual basan sus propuestas los restaurantes de la zona, desde los más tradicionales hasta los más innovadores. Clásicos asados castellanos de lechazo o cochinillo, sopas de ajo y carnes de caza son los protagonistas de un recetario hedonista que no entiende de culpabilidad. Parada ineludible es La Botica de Matapozuelos, convertido en uno de los referentes culinarios de Castilla y León con una estrella Michelin y un Sol Repsol. Se trata de un sitio perfecto para darse un homenaje a base de platos que se nutren de ingredientes del entorno —raíces, hierbas, bayas y plantas silvestres, con especial atención a las piñas y piñones— que recolecta el propio chef, Miguel Ángel de la Cruz.
CONCILIAR MÁS Y MEJOR
Además de las diversas actividades al aire libre y en plena naturaleza que es posible planificar en familia, existen varias opciones para revivir de manera lúdica y didáctica, especialmente para los más pequeños, la historia de la que fue testigo esta tierra. Recreaciones de acontecimientos memorables, museos para todos los públicos y atracciones como la Bodega de Plastilina —una de las más singulares de la región, en la cañada natural de Fresno— o el parque La Era de Aves, zoológico y centro de recuperación de animales al tiempo, son algunas de las propuestas mas interesantes.
SABER CUÁNDO PARAR
Dos enclaves de la Ruta están especialmente pensados para hacer un alto en el camino, Casa Lola y El Montico; ambos reinventan el establecimiento de carretera de toda la vida, y su cuidadísima oferta hace olvidar que se trata de lugares de paso e invita a quedarse. El primero se encuentra en la localidad de Rueda, justo a la entrada del pueblo, y desde hace treinta años son célebres sus tortillas de patata recién hechas y sus chacinas ibéricas; cuenta con terraza interior y con una muy bien surtida tienda gourmet. Por su parte, El Montico se ubica en un cruce de caminos y se mantiene como un secreto oculto a la sombra de pinares. Su lechazo asado de raza churra, así como su bodega, lo convierten en lugar de destino.