Llegó a ser el párroco en la Parroquia de San Andrés de Viareggio, desde la cual hizo grandes esfuerzos por impulsar todas las instituciones parroquiales, así como lograr la creación de nuevas parroquias para poder responder a las necesidades pastorales de las poblaciones. Entre las más desarrolladas se encuentran la Congregación de la Doctrina Cristiana, la Compañía de San Luis y la Congregación de las Madres Cristianas.
San Antonio María Pucci
Fue un hombre que llevó una vida dedicada a la evangelización y a resaltar las obras de Cristo por medio de la acción cristiana, fomentando entre sus feligreses el ejercicio de la espiritualidad a través del servicio a los demás, impulsando una forma de vida cristiana. Fue un hombre que mostró siempre las máximas expresiones de caridad, lo que lo llevó a alentar la creación de asociaciones que se iban a dedicar a la ayuda de los más necesitados, quienes eran su máxima preocupación.
De acuerdo con la información suministrada por el Martiriólogo cristiano, falleció en el año 1892, pero de niño tenía por nombre Eustaquio, y nació en Italia, en la provincia de la Alta Toscana, hijo de una familia de campesinos, pero de gran vocación religiosa. Se cuenta que, de niño, ayudaba a su padre en el arreglo de la iglesia, tomando gusto por asistir a las reuniones religiosas y a misa, en particular a tomar la comunión.
Llegado el momento, en vez de quedarse con su familia y ayudarla en las labores del campo, decidió abrazar la carrera religiosa, ingresando en la Orden consagrada a Nuestra Señora, que lleva por nombre Los Siervos de María Santísima, llegando a tomar sus votos como sacerdote en el año 1843, para convertirse posteriormente en el Definidor General de su Orden, pero la actividad que más le gustaba realizar era la de ejercer como párroco de su comunidad, cargo que ejerció por un período de 48 años.
Por su profundo amor por su feligresía y por los pobres en San Andrés de Viareggio, al padre Antonio María, que fue el nombre que eligió cuando tomo definitivamente los votos para convertirse en cura, se le llegó a llamar “El Curita”. Su carácter siempre afable y sonriente y con una inclinación muy propensa a ayudar a los demás, logró crear una asociación para cada clase de feligresía, con lo cual logro comprometer a los laicos con las obras de la iglesia.
Incluso llegó a ayudar en la creación de una Orden religiosa femenina, que recibió el nombre de las Hermanas Manteladas de Viareggio, cuya labor fundamentalmente fue ocuparse de los niños enfermos.
Cuenta la tradición popular que nunca dejaba de trabajar y de visitar a sus feligreses, interesarse por ellos y ver qué necesitaban, y que en los trayectos de esas visitas se dedicaba a la oración, y se detenía absorto a hablar con Dios, incluso se cuenta que hasta lo vieron levitar, por lo que se decía que parecía un ángel. Cuando su población fue azotada por una epidemia de cólera en el año 1854, Antonio María llegó a ser un ángel verdadero para los que enfermaron, pero el agotamiento por su ardua labor lo llevó a contraer una neumonía, de la que finalmente falleció. Fue beatificado por Pío XII en 1952 y canonizado por Juan XXIII diez años después.
Su gran obra continuó por muchos años, llevando a muchos a abrazar a fe cristiana y a dedicarse a la protección y cuidado de los pobres y enfermos, por lo que su trabajo tuvo una profunda influencia en la evangelización.
Prueba de ello es la persistencia en el tiempo de las parroquias que ayudó a establecer y de las Órdenes que llegó a fundar y que continúan realizando un encomiable trabajo a día de hoy. Pero también este es el día en que se celebran a otros santos y beatos, entre los cuales se encuentran San Alfredo, San Arcadio de Mauritania, San Benito Biscop, San Bernardo de Corleone, Santa Cesárea, San Elredo, San Eutropio, San Ferreol, Santa Margarita Bourgeoy, San Martín de León, San Nazario, Santa Tania, Santa Tatiana, San Tigrio y San Victoriano.