El comisario jubilado José Manuel Villarejo ha aseverado este martes al tribunal que le juzga por tres piezas separadas de ‘Tándem’, una de ellas referida al supuesto encargo de espionaje que recibió del marido de Ana Rosa Quintana, Juan Muñoz Támara, que en realidad no fue un trabajo porque cobró «cero» euros, enfatizando que fue un «favor personal» para su «amiga» porque estaba «desesperada» por los «tejemanejes» de su esposo.
Villarejo ha dedicado buena parte de su comparecencia en esta décima sesión a la pieza ‘Pintor’, donde se le acusa de buscar información económica y personal de un socio de los hermanos Muñoz Támara, Mateo Martín Navarro, y del abogado de este último, el ex juez Francisco Javier Urquía, para evitar que el antiguo socio se declarara insolvente y recayera sobre ellos el pago de una deuda por presunto delito fiscal.
«Fue un favor personal que no me pidieron (ellos) sino mi buena amiga Ana Rosa Quintana», ha dicho Villarejo, para explicar que ella estaba «desesperada» por la repercusión pública que pudieran tener las supuestos negocios de su marido, su cuñado y su suegro, a los que el policía retirado se ha referido como «blanqueadores habituales» que se dedicarían a confeccionar «facturas falsas».
Villarejo ha defendido que en todo momento actuó como mero intermediario en un asunto en el que ha asegurado que estuvo implicado el CNI porque «tiene muchísimo interés en personajes tan relevantes y mediáticos como Ana Rosa Quintana», «máxime» –ha recalcado– cuando tenía «excelentes relaciones con el presidente del Gobierno» y porque «estaba perfectamente enterada de la ‘Operación Gamba’ para atentar contra la imagen de la reina Letizia».
A raíz de sus alusiones a la monarca consorte, el fiscal anticorrupción Miguel Serrano le ha llamado la atención, pidiendo incluso al tribunal que le exigiera ceñirse en sus respuestas a lo preguntado sin aludir a «cuestiones totalmente ajenas como la Casa Real«. Villarejo, que ha reconducido, se ha excusado alegando que necesita «contextualizar» por qué le pidió ayuda la conocida presentadora. «Está ejerciendo su defensa», le ha apoyado la presidenta del trío togado, la magistrada Ángela Murillo.
«¿DÓNDE ESTÁ EL ENCARGO?»
Así, ha explicado que se limitó a reunirse con los Muñoz Támara en Torre Picasso para que le expusieran el caso y que hizo las gestiones para que otras dos personas –dos supuestos agentes del CNI– hicieran las veces de detectives a fin de obtener la información que buscaban el marido y el cuñado de Quintana.
En este punto, ha querido precisar que, en contra de lo declarado en la sesión anterior por los Muñoz Támara, fue Juan, no su hermano Fernando, quien pagó en efectivo los 20.000 euros que costó el asunto. Según Villarejo, acudió a su despacho, los dejó encima de la mesa y, a continuación, esos dos agentes, que estaban en un despacho contiguo, entraron y se los llevaron. Era el dinero que le habían reclamado para cubrir gastos, ha sostenido.
«¿Dónde está el encargo?, ¿dónde está CENYT (su grupo empresarial) facturando?, ¿dónde está el beneficio, más allá de haber trasladado los 20.000 euros de un lado a otro? Cero, absolutamente cero», ha reivindicado.
Como parte de ese contexto, Villarejo ha contado que a lo largo de los años Quintana le ha pedido «muchos favores», entre los que ha mencionado el problema del «plagio de su libro». Por eso, ha manifestado, no le dio «mayo trascendencia» a este nuevo asunto. «Se trataba simple y llanamente de salir de una situación complicada que le había surgido como consecuencia de esos tejemanejes» de su marido, ha resumido.
«CON LOS HIJOS NO SE JUEGA»
Villarejo ha elevado el tono, mostrándose «indignado», al hablar de su hijo. El comisario entiende que tanto éste como su mujer, Gemá Alcalá, están imputados como una forma de presionarle a él para que guarde silencio, afirmando que en estos años ha recibido numerosos «recados» de Fiscalía y otros actores en ese sentido. «Pero a mí no me van a callar la boca y por eso voy a hablar de todo y de todos», ha avisado.
La intervención de su hijo en este tema, ha relatado, se limitó a «entrar, enchufar un cable y salir» de la sala en las oficinas de CENYT en Torre Picasso donde se celebraba una reunión con los hermanos Muñoz Támara y otras dos personas, que dice que apenas participaron, para ayudar con una cuestión informática porque él –ha confesado– es un «patoso».
«Podría haber obviado muchas cosas si no se hubiera hecho mención a mi hijo (…) Con los hijos no se juega», ha zanjado, achacando esta supuesta utilización de sus familiares más cercanos a una «bellaquería» del marido de Quintana, a la que ha dicho apreciar como persona y profesional.