Hoy en España estamos de fiesta, porque se celebran dos onomásticos muy importantes en Córdoba, y si confiamos en el Instituto Español de Estadística, 2.772 mujeres han sido bautizadas como Lucrecias y más de 4.700 hombres recibieron cristianamente el nombre de Eulogio. Hablamos de dos santos que llevaron caminos separados, pero que en más de una ocasión se encontraron, y muchos de esos encuentros fueron episodios de mucha relevancia, que incluso los unió al momento del fallecimiento de Santa Lucrecia.
San Eulogio
Se cuenta que nació en la ciudad de Córdoba, en el año 800, siguiendo sus enseñanzas en la escuela de Abad Speraindedo, que fue también en donde conoció a Álvaro de Córdoba, quien fue su amigo para toda la vida, pero también fue el primero en escribir un relato biográfico sobre San Eulogio, al cual denominó “Vita vel passio Divi Eulogii”, en la cual Álvaro de Córdoba expresa que su querido amigo “tenía gracia para sacar a los hombres de su miseria y sublimarlos al reino de la luz”.
Pero Álvaro de Córdoba no fue únicamente quien escribió sobre la biografía de San Eulogio, sino que el propio San Eulogio en vida pudo redactar una cantidad de textos, dedicados a la exaltación de los martirios cristianos. Fueron sus palabras y los discursos que daba los que impulsaron a una cantidad cristianos a presentarse ante el “cadí”, que era el título que se le daba al juez musulmán, y ante éste hicieron blasfemias contra Mahoma y contra el islamismo. Luego de tales hechos, se dice que aproximadamente cincuenta mozárabes de Córdoba fueron condenados a morir por ejecución.
Aunque las consecuencias propiciadas por la actividad de San Eulogio, éste santo siempre expresó que el martirio era una manera de profesar la fe en la religión, lo que condujo a que posteriormente fuera encarcelado, siendo liberado posteriormente, pero esto no quedó allí.
Tiempo después fue nuevamente detenido cuando las autoridades de Córdoba tuvieron conocimiento de que le había dado cobijo en su casa a Santa Lucrecia, quien originalmente era hija de padre musulmán, que se convirtió al cristianismo, probablemente influenciada por el propio San Eulogio.
El caso es que ambos fueron apresados y condenados al martirio, del cuan San Eulogio logró sobrevivir, y sin embargo proclamó a los cuatro vientos que sería mejor que lo hubieran condenado a muerte, porque era un adorados de Cristo, a quien consideraba el hijo de Dios y de la Virgen María, por lo que opinaba que Mahoma, que era el profeta musulmán, no era otra cosa que un impostor.
Fue tanto el furor que creo entre las autoridades musulmanas de Córdoba que, finalmente, fue condenado a morir y el 11 de marzo de 859, se le decapitó. Sus seguidores lograron enterrarle en la Basílica de San Zoilo.
En el año 1303, se ordenó que sus restos fuesen trasladados a lo que se conoce como la Cámara Santa de Oviedo, y allí permanece hasta nuestros días, donde es honrado con la fe y el recuerdo de los cordobeses, quienes celebran su vida y sus obras, y las de Santa Lucrecia, dos santos nacidos, criados y que dieron testimonio de su fe cristiana en una tan importante ciudad de España.
Pero el día de hoy, no sólo celebramos a San Eulogio y a Santa Lucrecia, sino que también se incluyen en el santoral de hoy a San Adriano abad, Santa Águeda Yi Sosa, San Eustracio taumaturgo, San Felano, San Honorato de Buzançais, San Marcelino obispo, Santa Teresa Kim, Beato Antonio Fatati, Beata Julia de la Rena y Beata María Teresa de Jesús Le Clerc.