Por supuesto que una de las imágenes más veneradas por los católicos es la de la Virgen María, sin la cual no habría sido posible que el Hijo del Hombre, Jesús de Nazaret hubiera llegado a este mundo, pero existen otras mujeres que tuvieron vidas y obras ejemplares y grandiosas, que también deberían ser recordadas por todos los cristianos, y una de ellas es Santa Judith.
Santa Judith
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, hoy más de veinte mil mujeres en España fueron bautizadas con este nombre, pero ¿quién fue ella y que labores realizó en vida para merecer el honorable puesto que le concedió la Iglesia Romana? Su nombre hebreo quiere decir simplemente ‘judia’, esto es, mujer de Judea, pero también significa ‘la alabada’, que posteriormente fue traducido como ‘aquella que alaba a Dios’. Su vida y obras se encuentran recogidas en un texto que tiene por nombre ‘Libro de Judith’, que no fue incluido en el Martiriólogo Romano de hoy.
En vida, fue una viuda joven que fue hija de Merari, hermosa, con un carácter indómito y con un amor inconmensurable por su patria Israel. Sucedió que el general Holofernes asedió la población de Betulia, cuya conquista era necesaria para dominar todo el territorio de Israel. Un asedio es una táctica de guerra en la que se encierra a una población por el tiempo que sea necesario, para que la misma perezca por hambre y por sed. Algo que era una práctica común de muchos ejércitos, incluido el romano, y que fue implementado en otros lugares, siendo el más memorable de ellos el sitio de Masada.
Luego de transcurridos 33 días del asedio, con incontables muertes, el pueblo solicitó a sus sacerdotes que declararan que se rendían ante el ejército liderado por Holofernes, pero el sacerdote patriarca de Betulia se dijo que esperaran por cinco días más, luego de transcurridos los cuáles se tomaría una decisión al respecto.
En ese instante, se apareció ante el patriarca una joven viuda quien le dijo que Dios los estaba probando, pero que no los había abandonado y que ella en esos cinco días haría algo cuyo recuerdo resonaría por siglos, para lo cual solicitó la autorización del sumo sacerdote y al obtenerlo, regresó a su casa, se vistió con sus mejores ropajes, burló el sitio de Betulia y caminó hacia el campo enemigo, exigiendo reunirse con Holofernes, y al ingresar al cuartel general del ejército, todos los que la vieron no pudieron más que admirar su belleza, accediendo a sus peticiones, que consistían en que se le diera alojamiento y se le permitiera todas las mañanas ir al campo a adorar a su Dios.
En la primer noche de su estadía Holofernes organizó un banquete en su honor y quedó prendado de ella y de su belleza, ingiriendo tanto vino que fue abandonado por sus propios soldados en un sillón que había ocupado, momento que Judith aprovecho, y rogándole ayuda a Dios, atacó a Holofernes y lo decapitó con su propia espada, sin que nadie lo notara.
Al salir al amanecer a rezarle a su Dios al campo, tal como se le había concedido, aprovechó para escapar sin que nadie sospechara lo que había hecho, llevándose la cabeza de Holofernes. Logró regresar a Betulia para mostrar la cabeza del general enemigo, infundiéndole al pueblo renovadas energías, siendo felicitada por el patriarca quien dijo de ella que era la gloria de Jerusalén y el orgullo de Israel y que debía ser declarada bendita por el Señor Omnipotente por todos los siglos, a lo que la población respondió ‘Amén’.
Pero, junto con Santa Judith, también celebramos a Santa Anisia mártir, San Anisio de Tesalónica, San Egvino de Worcester, San Exuperancio diácono, San Félix I papa, San Geremaro de Flay, San Hermetes de Bononia, San Jocundo obispo, San Lorenzo de Fraxanone, San Perpetuo obispo, San Rainerio de Vestinos, San Rogerio obispo, San Venustiano mártir, Beata Eugenia Rivasco, Beato Juan María Boccardo, Beata Margarita Colonna y Beato Radulfo abad.