Ana Bolena: la prima arrogante de Kunta Kinte

Se ha estrenado Ana Bolena, la miniserie de HBO Max sobre la reina consorte de Enrique VIII de Inglaterra y ejecutada en 1536. Y es imposible pasar por alto que la actriz Jodie Turner-Smith es de raza negra como sus padres jamaicanos y no caucásica como el personaje histórico.

La actriz, Turner-Smith, se sentía más que calificada para interpretar el papel, en parte por la empatía: la historia de Ana Bolena está marcada por el aborto y la maternidad, con un marido que esperaba un heredero varón mientras ella paría una hija, Isabel, y sufría la interrupción involuntaria de múltiples embarazos, y la actriz había vivido en sus carnes el aborto y había dado a luz cinco meses antes del inicio de rodaje.                     

Vamos a ponernos en situación, ¿quién era Ana Bolena?

Nació en Blickling en 1507 y murió en Londres en 1536 ambas localidades del Reino Unido. Noble inglesa, caucásica, reina de Inglaterra tras casarse con Enrique VIII. El matrimonio, que apenas duró tres años, acabó con la trágica muerte de Ana a causa de los intereses dinásticos de su esposo: su boda con Enrique no consiguió satisfacer la imperiosa necesidad de proporcionar al rey un heredero varón que perpetuara la dinastía en el trono. El matrimonio provocaría en cambio, la ruptura de la monarquía inglesa con el catolicismo romano y la fundación de la Iglesia anglicana.

Ana había aparecido en la corte inglesa cuando en ella se debatía el grave problema de la sucesión al trono. Catalina de Aragón había tenido dos hijos varones, que nacieron muertos, y una niña, María (la futura María I de Inglaterra). La edad de la reina hacía prever la imposibilidad de nuevos alumbramientos con éxito. Pero Enrique VIII necesitaba a toda costa un hijo varón para dar continuidad a su dinastía, todavía no firmemente asentada en el trono inglés. El heredero se convirtió en una auténtica obsesión para el monarca, que llegaría a determinar, más que cualquier otro factor, tanto su vida privada como su política.

El 25 de enero de 1533, Enrique se casó secretamente con Ana Bolena, quien posiblemente estaba encinta. En abril, con la sanción de la nueva iglesia, de la que el propio rey se había erigido en cabeza, el recién nombrado arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, declaró la nulidad de pleno derecho del matrimonio con Catalina de Aragón. El día de Pentecostés de ese mismo año, Ana Bolena fue solemnemente coronada en la abadía de Westminster. En septiembre, la reina dio a luz a una niña, a la que se llamó Isabel (la futura Isabel I de Inglaterra).

En los años siguientes, el rey esperó con creciente impaciencia el nacimiento de un varón, al tiempo que perdía interés por su esposa. Ésta se había ganado la hostilidad de los miembros más influyentes de la corte debido a su carácter caprichoso y arrogante, lo que la dejó sin apoyos políticos cuando su matrimonio entró en crisis. La reina intentó apartar del afecto del rey a María, hija de Catalina de Aragón, a la que prohibió relacionarse con sus parientes (incluida su madre, a la que nunca volvió a ver), despojó del título de princesa y humilló al nombrarla dama de compañía de su hija Isabel. En 1534, Ana tuvo un aborto y, en enero de 1536, dio por fin a luz a un niño que, sin embargo, murió a las pocas horas, lo que significó su definitiva caída en desgracia.

Ana Bolena

                           

Ana fue juzgada por una corte de pares de la que formaba parte su propio padre (sir Thomas Boleyn, hecho duque de Norfolk por Enrique VIII) y unánimemente condenada. Tras permanecer diecisiete días encarcelada, murió decapitada en la Torre de Londres el 19 de mayo de 1536. Según los testimonios contemporáneos, su comportamiento fue digno y calmado, incluso en el patíbulo, a fin de preservar de la cólera regia a su hija Isabel.

Hace algunos años televisión española emitió una miniserie, con el título de Raíces. Fue producida por la cadena de televisión estadounidense ABC en 1977, basada en la obra de Alex Haley Roots: The Saga of an American Family. El programa cuenta la historia de Kunta Kinte, un hombre libre africano forzado a trabajar como esclavo en Estados Unidos y sus posteriores intentos de liberación.

Raíces recibió 37 nominaciones, ganando 9 Emmys, un Globo de oro y un Peabody Award.Tuvo un gran número de espectadores y cautivó a las audiencias de la televisión estadounidense logrando con éxito dejar atrás los prejuicios raciales y psicológicos de todo tipo de familias y grupos étnicos.

La serie y su secuela de 1979 se caracterizaron por añadir a su reparto a varios actores importantes afroamericanos con gran experiencia. El programa presentó a LeVar Burton en el papel de Kunta Kinte. También fue protagonizado por Louis Gossett Jr. como Fiddler. Una segunda secuela Roots: The Gift, fue producida como una película de Navidad y es ampliamente considerada como una producción de menor calidad.Alex Haley aparece en los últimos minutos de la serie, junto a fotos de los antepasados que lo conectan por nueve generaciones, desde la abuela de Kunta Kinte hasta él.

Ana Bolena

                     

Tuvo una secuela de 14 horas, Raíces: las siguientes generaciones (Roots: The Next Generations), en 1979, y una película para televisión: Roots: The Gift, estrenada en 1988.

La serie empieza en el pueblo de Jufureh, Gambia, África Occidental, en 1750, donde nace Kunta Kinte (LeVar Burton) de una familia Mandinka encabezada por el guerrero Omoro Kinte (Thalmus Rasulala) y su esposa Binta (Cicely Tyson). Si fijamos paralelismos, Ana Bolena nació en 1507 y murió en 1536, y Kunta Kinte nace en 1750, Ana pudo ser perfectamente ascendiente de Kunta, pero sigamos con la historia real. Cuando Kunta, alcanza los 15 años, él y un grupo de adolescentes de la misma edad son conducidos a formar parte de la ceremonia tribal conocida como «hacerse hombre» (comienzo de la edad adulta), en la que a los adolescentes se los adiestra en las artes de la lucha y la caza, y se los circuncida. Luego de ese periodo regresan a sus aldeas y pasan a ser considerados oficialmente como guerreros Mandinkas. Cuando intentaba encontrar un tronco fuera de su aldea para hacerle un tambor a su pequeño hermano, Kunta Kinte es capturado por traficantes de esclavos y junto con otros 140 hombres y mujeres, es llevado a bordo del Lord Ligonnier, una nave negrera comandada por el Capitán Thomas Davies (Edward Asner) y su primer oficial (Third Mate Officer en el original) Slater (Ralph Waite) para un viaje hasta las colonias inglesas en Norteamérica (futuro Estados Unidos). Durante su forzado viaje un grupo de africanos se amotina y asesinan a Slater y a 10 marineros, pero fallan en tomar el control del navío.

Como resultado el guerrero que entrenó a Kunta Kinte y líder del motín fallece. La nave toca tierra meses más tarde en Annapolis, Maryland, donde los capturados son vendidos en una subasta. Kunta Kinte es vendido a una plantación propiedad de John Reynolds (Lorne Greene) y se le da el nombre de Toby. El Amo Reynolds pone a Toby al cuidado de un viejo esclavo llamado Fiddler (violinista) (Louis Gossett Jr.) a quien le encarga enseñarle a Toby el camino para ser un esclavo obediente y a hablar en inglés. En una desesperada lucha por la supervivencia, realizará varios intentos de escape. Ante la primera huida, el Amo Reynolds le quita a Fiddler la custodia de Toby y lo entrega al capataz (overseer) llamado Ames (Vic Morrow), quien severamente castiga a Kunta Kinte hasta que acepte el nombre de Toby. En una fiesta de Navidad, Kunta Kinte vuelve a escapar, y unos cazadores de esclavos lo capturan y le cortan medio pie izquierdo para prevenir nuevas fugas. Y a partir de ese momento la serie continúa contando las aventuras de las generaciones posteriores.

Ana Bolena

                           

Hoy día se dan, permítanme la expresión, patadas continuas a la historia, se cuentan todo tipo de mentiras y muchas intencionadas. El personaje de Ana Bolena se puede interpretar de diferentes formas e incluso se le pueden dar muchos matices e interpretaciones, como hacer que el papel tenga rasgos muy feministas, todos los que directores y guionistas quieran, pero lo que no se puede hacer, es coger un personaje histórico real y hacerlo cambiar de raza, no por racismo, sino porque simplemente no lo era. Esto tendría cierta justificación si la serie estuviera dentro del género fantástico, pero no en el histórico.

Y tampoco tengo ninguna duda de la posible magnifica interpretación de la actriz y que se sienta plenamente cualificada para realizarlo, seguro que lo está, pero al trasmitir la historia en cualquiera de sus formatos, tiene que basarse en la mayor realidad posible.

Se imaginan a Luther King chino o Malcolm X, blanco. ¿Cuántas críticas saldrían de todos los sectores por suplantar esas personalidades? ¿Nos cargamos la historia de la humanidad para darle otra nueva versión? ¿!– /wp:paragraph –>

Se dice que una de las razones por las que la historia no es una ciencia en sentido estricto es porque la historia la cuentan los vencedores, y el pasado suele colarse fácilmente por las fisuras de la memoria y las manipulaciones documentales como la arena entre los dedos.

Está claro que la historia es muy fácilmente manipulable porque nuestros cerebros no son buenos recordando hechos pretéritos. Los recuerdos se revisan continuamente dentro de nuestro cráneo, y si encima nuestras fuentes de conocimiento varían se produce que son fácilmente distorsionados por el transcurrir del tiempo. No son nada fiables.

Ana Bolena

La existencia histórica es siempre existencia en un contexto espiritual. No es igual vivir en una circunstancia que en otra. Idénticos hechos son interpretados de distinta manera. Hoy sería ridículo que un barco evitara ciertas islas por temor a las sirenas; en tiempos de Homero hubiera parecido una medida prudente. La gente creía en ellas como en las ballenas o los elefantes. Esto no quita que el marinero que aseguraba haberlas visto estuviera mintiendo o engañándose.

El peso de las creencias puede ser tan fuerte que se imponga a la propia realidad, aunque la realidad, de la que no deberíamos olvidar nunca que forma parte la muerte, acaba asomando por alguna parte y dictando su sentencia inapelable. «Se puede engañar a todo el mundo alguna vez y a algunas personas todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo», dijo Franklin. El mecanismo por el que el marinero griego tomaba en serio los relatos sobre sirenas y otras criaturas fantásticas es el mismo que llevaba al soldado medieval a creer en la intervención de Santiago apóstol en las batallas contra los infieles. Nadie lo había visto y seguro que muchos recelaban de tales fábulas, si bien no estaba en el espíritu de la época cuestionarlas. Si Dios quiso hacerse carne para salvar al hombre del pecado, puede en cualquier momento enviar sus legiones celestiales en auxilio de quienes combaten por él.

Hoy asombra la credulidad de nuestros antepasados, aunque la sorpresa que suscita su fe en la existencia de criaturas imaginarias no es, en verdad, muy diferente de la que nos produce la confianza ciega que se ha profesado en el siglo XX a caudillos iluminados («Yo no pienso, Stalin lo hace por mí», ironizaba Koestler cuando la discusión con algún miembro del partido lo conducía a posiciones peligrosas para la salud) y la que provocará posiblemente también en el futuro el apego que todavía sentimos hacia otro tipo de entelequias políticas de las que no hemos conseguido distanciarnos, pese a los avances de la globalización. Probablemente, bastará con que esta clase de categorías pierdan utilidad social y dejen de ser efectivas para que corran el mismo destino que otras equivalentes antaño tomadas en serio: hidalguía, limpieza de sangre o raza.

El pueblo negro tiene infinidad de personajes de talla mundial en la historia, y tanto su vida como sus obras pueden ser motivo de series o películas, desde algunos del siglo pasado, como los citados Luther King o Malcolm X, o Rosa Parks, la primera mujer que no cedió su asiento en un autobús a un hombre blanco. Los atletas Tommie Smith y John Carlos o Thurgood Marshall primer juez elegido de la Corte Suprema de Estados Unidos. O si los prefieren más contemporáneos como Barack Obama, Nelson Mandela o Condoleezza Rice.

La biografía de las personas es casi la única historia verdadera, si la cambiamos, terminaremos por no saber nada. Es como ser una hoja y no saber de qué árbol formas parte.