Un equipo interdisciplinar de la Facultad de Medicina Veterinaria y Ciencias Biomédicas de la Universidad Estatal de Colorado (Estados Unidos) ha analizado sistemáticamente los tipos de mutación que se producen en el virus de la COVID-19 tras la infección de gatos, perros, hurones y hámsters.
Según sus hallazgos, cuando los animales se contagian de COVID-19 de los humanos, pueden surgir nuevas variantes del SARS-CoV-2. Los casos confirmados de COVID-19 en una variedad de animales salvajes, de zoológico y domésticos demuestran la transmisión entre especies, que es un hecho poco frecuente para la mayoría de los virus.
«Descubrimos que había evolución, vimos selección en el virus y vimos que surgían muchas variantes en la secuencia del genoma del virus», explica Laura Bashor, una de las responsables del trabajo, que se ha publicado en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’.
Para proporcionar un amplio material viral para el estudio, los investigadores cultivaron una muestra humana de SARS-CoV-2 en células cultivadas en el laboratorio. Así, determinaron que se desarrollaban múltiples mutaciones, que se convertían en un porcentaje mayor de la población genética, en cada paso de este proceso.
A continuación, se introdujo el virus en las cuatro especies domésticas y se recogieron muestras del virus en sus fosas nasales tras la infección. «En los animales, las variantes del cultivo celular volvieron al tipo humano inicial, lo que indica que probablemente se está produciendo una adaptación en ese cultivo celular y en el entorno que fue seleccionado para esas variantes», detallan estos científicos.
No todas estas mutaciones dentro de la variante de cultivo celular del SARS-CoV-2 se transfirieron a los nuevos huéspedes. En su lugar, surgieron diferentes mutaciones dentro del virus excretado por los animales vivos.
La muestra viral inicial del estudio se aisló a principios de 2020. El equipo observó mutaciones que desde entonces han formado cepas de SARS-CoV-2 muy extendidas en la población humana a un ritmo acelerado a lo largo del estudio.
«Entre ellas había un número que desde entonces hemos visto en humanos en las variantes alfa, beta y delta. Había cambios específicos en el código genético que imitaban lo que otros científicos han observado en las personas», explica la doctora Sue VandeWoude, autora principal.
La exposición por contacto entre dos gatos demostró que la variante SARS-CoV-2 puede transmitirse con la posibilidad de producir una nueva cepa dentro de la especie. «Eso es lo que estamos viendo también en las personas. Los huéspedes que están realmente bien adaptados para soportar la infección por el SARS-CoV-2 también son muy buenos para permitir que estas mutaciones se peguen y se transmitan», apunta Bosco-Lauth.