Médicos internistas advierten de que el alcohol, incluso a bajas dosis, «eleva el riesgo cardiovascular» y subrayan «un único consejo posible» para la población: «cuanto menos alcohol, mejor».
Así, lo han trasladado en el marco del 42º Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y el 37º Congreso de la Sociedad Gallega de Medicina Interna (Sogami), que se celebra del 24 al 26 de noviembre en el Palacio de Exposiciones y Congresos de Galicia, en la ciudad de Santiago de Compostela con más de 2.700 inscritos.
En concreto, médicos internistas participantes en la mesa redonda ‘Alcohol y riesgo cardiovascular’ han coincidido en destacar que el riesgo cardiovascular causado por el consumo de alcohol «es mucho mayor que el pretendido beneficio cardiovascular que se le ha estado atribuyendo a través de la publicidad de bebidas alcohólicas».
Los profesionales de la Medicina Interna destacan que el «único consejo posible» que se puede dar a la población «es no consumir alcohol», en el caso de las personas que no se hayan iniciado en su consumo; «beber menos», en el caso de aquellas que ya consuman alcohol; e, incluso, «abandonar el consumo de alcohol», abundan.
Según han explicado, «el consumo de alcohol en bajas dosis puede incrementar la incidencia de hipertensión arterial, miocardiopatía dilatada, fibrilación auricular e ictus, mitigando cualquier tipo de beneficio y que, el patrón de consumo intensivo, de beber 4-5 copas en corto período de tiempo, conduce a este mayor riesgo cardiovascular».
La mesa redonda ha sido moderada por el doctor Daniel Fuster Martí y Rafael Monte Secades y, como ha sintetizado en esta sesión Miguel Marcos Martín, coordinador del Grupo de Trabajo de Alcohol de SEMI, han «analizado la evidencia científica disponible en relación al consumo de alcohol y la salud cardiovascular, que indica que el consumo de esta sustancia presenta riesgo de patologías como la hipertensión o la fibrilación auricular».
«Además, hemos presentado las diferentes campañas publicitarias y de propaganda que se han realizado a favor del consumo de estas bebidas y que se centran habitualmente, de forma sesgada, en un no demostrado efecto beneficioso de las bebidas alcohólicas sobre la salud cardiovascular», ha expuesto.
En la misma línea, la doctora Candelaria Martín, del Hospital Universitario de Canarias, ha trasladado que «el consumo de alcohol a bajas dosis puede incrementar la incidencia de hipertensión arterial, miocardiopatía dilatada e ictus, mitigando cualquier tipo de beneficio». Así, ha matizado que «el patrón de consumo intensivo, de beber 4-5 copas en corto período de tiempo, conduce a mayor riesgo cardiovascular».
DEPENDENCIA
«Y el consumo de alcohol a dosis bajas/moderadas puede producir dependencia e incremento de consumo, lo que aumenta el riesgo cardiovascular y tiene repercusiones en otros órganos», avisa.
«Además, se ha descrito que el consumo de alcohol a dosis bajas incrementa la incidencia de otras patologías relacionadas con el alcohol como las neoplasias o los accidentes. En abstemios nunca debe recomendarse empezar a tomar alcohol y en bebedores la recomendación debe ser que cesen o reduzcan el consumo a la menor dosis posible», ha añadido.
El impacto del consumo de alcohol tiene consecuencias muy graves, según han advertido, ya que «produce más de dos millones de muertes en todo el mundo al año, de las cuales aproximadamente el 20% son debidas a enfermedades cardiovasculares; además, en 2016, el consumo de alcohol fue el principal factor de riesgo de muerte prematura y discapacidad en personas entre 15-49 años», ha dicho esa especialista.
La revisión de la evidencia científica disponible ha revelado que «el consumo de cantidades moderadas de alcohol se ha asociado con menor mortalidad total y menor mortalidad cardiovascular, así como con menor incidencia de cardiopatía isquémica o de arritmias». Así, han señalado que, «en cantidades bajas, el alcohol podría tener un papel protector», pero, «con el aumento de consumo, se eleva la mortalidad total, la mortalidad cardiovascular y la incidencia de enfermedades cardiovasculares», ha abundado.
Sin embargo, al evaluar estos estudios se han encontrado «múltiples limitaciones», han expuesto en el marco del congreso, «como que no diferencian el patrón de consumo, no eliminan del análisis a los antiguos bebedores o no ajustan los resultados por algunos factores de confusión».
Por el contrario, muchos estudios que sí tienen en cuenta estos factores no encuentran que el consumo de alcohol a dosis bajas o moderadas disminuya el riesgo de muerte o de desarrollo de enfermedades cardiovasculares», ha concluido la doctora Martín.
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Al respecto, el dietista y nutricionista Julio Basulto, de la Universidad de Vic (Barcelona), ha añadido que, «en el «World Cancer Report» (OMS) se constató que «la prensa publicita mucho más los supuestos efectos beneficiosos del alcohol que los perjudiciales y que hay muchos más informes sobre el vínculo beneficioso, entre alcohol y salud, que sobre el perjudicial».
Como ejemplo, Basulto cita al doctor Jürgen Rehm, una autoridad en adicciones y uno de los firmantes del documento, quien indicó: «Yo no sé por qué un vínculo beneficioso sería más importante que un simple enlace perjudicial, cuando el vínculo beneficioso es aproximadamente una décima parte de la relación perjudicial».
Por su parte, Basulto ha denunciado que «la publicidad directa, indirecta y encubierta del alcohol campa a sus anchas». «Sin embargo, cualquier consumo de cualquier bebida alcohólica, y cualquier patrón de consumo, supone un elevado riesgo poblacional de desarrollar una adicción al alcohol, de contraer enfermedades agudas y crónicas, de sufrir accidentes y de daños a terceros», ha concluido.
Por ello, defiende que «los gobiernos deben implementar políticas públicas que protejan a la población del marketing depredador del lobby del alcohol».