Una nueva investigación, publicada en la revista ‘Frontiers in Education‘, sostiene que el análisis de los componentes individuales que subyacen al estatus socioeconómico, como la ocupación de los padres o el número de libros en el hogar, es un mejor predictor del éxito de los estudiantes en diferentes culturas que el actual índice compuesto.
El paradigma dominante para predecir el rendimiento de los estudiantes en distintas culturas carece de matices cuando se trata de tener en cuenta el estatus socioeconómico en las evaluaciones educativas. Los autores argumentan que al agrupar los factores individuales por igual bajo el estatus socioeconómico se omiten datos cruciales para entender las diferencias en la educación. En su lugar, los investigadores sostienen que la investigación futura debería enfocar el estatus socioeconómico como un predictor multidimensional, sopesando cada variable de forma diferente en función de las culturas individuales.
El equipo de investigación, con sede en Suecia, analizó los datos de casi 600.000 estudiantes de 77 países del Programa Internacional de Evaluación de Estudiantes (PISA) de 2018, un estudio mundial que mide el rendimiento de los estudiantes escolares de 15 años en matemáticas, ciencias y lectura.
Como la mayoría de las evaluaciones similares, PISA trata el estatus socioeconómico como un factor único y compuesto entre una serie de otras variables, como el tamaño de la clase o la política escolar, al tratar de predecir el éxito de los estudiantes. Pero cuando los investigadores descompusieron el SES en seis variables componentes, hicieron algunos descubrimientos sorprendentes.
«Nuestra principal conclusión es que las relaciones entre el rendimiento de los alumnos y los factores socioeconómicos son muy diferentes en los distintos países –afirma el doctor Kimmo Eriksson, autor principal y profesor de matemáticas y psicología social en la Escuela Universitaria de Mälardalen–. En muchos países, el rendimiento está fuertemente relacionado con el número de libros en casa, mientras que no está relacionado, o incluso está relacionado negativamente, con la riqueza».
El estatus ocupacional más alto de los padres fue otro factor clave que predijo mejor el éxito de los alumnos -o la falta de él- en comparación con el índice de estatus socioeconómico unidimensional empleado por PISA, que ponderaba todos los factores del estatus socioeconómico por igual. Además, los resultados fueron casi idénticos en los distintos ámbitos académicos, lo que implica que pueden no ser importantes en este tipo de análisis. Por ejemplo, el efecto de los libros en casa fue igualmente significativo en ciencias y matemáticas que en lectura.
Sin embargo, señalan que estas dos variables —libros en casa y situación profesional de los padres-– no reflejan necesariamente el panorama completo en los países más pobres, en los que la riqueza sí está fuertemente relacionada con mejores resultados académicos.
«Esto señala un problema fundamental con el enfoque actual, en el que el estatus socioeconómico se mide por algún índice fijo de factores socioeconómicos –puntualiza Eriksson–. Por ejemplo, esta práctica subestimará inevitablemente la diferencia de rendimiento socioeconómico en los países en los que el índice no se ajusta a la importancia real de los distintos factores socioeconómicos».
Es posible encontrar un índice unidimensional óptimo, pero este índice puede ser radicalmente diferente para los distintos países, señala. Un índice que incluya principalmente los libros en casa y la situación profesional de los padres puede funcionar bastante bien como predictor del rendimiento de los alumnos en los países con mayores ingresos, según los resultados del estudio actual.
Aunque el objetivo principal del trabajo era cuestionar el paradigma actual de cómo medir e interpretar las diferencias en el rendimiento de los alumnos en función de su estatus socioeconómico, los investigadores abordaron algunos de los descubrimientos más «impactantes«.
En particular, especularon sobre lo que podría ser tan beneficioso de poseer libros, especialmente entre una generación criada con teléfonos inteligentes y medios sociales. Argumentaron que este efecto puede tener menos que ver con la causalidad directa y estar más relacionado con lo que el artículo denominó «transferencia de rasgos«. En otras palabras, el número de libros en un hogar puede indicar el interés general de los padres por la lectura y su disfrute, rasgos que pueden transferir mejores hábitos de estudio en un estudiante.
«Creemos que el misterio desaparece si asumimos, por contra, que los factores socioeconómicos son principalmente indicadores de rasgos individuales útiles para el rendimiento escolar y que, en cierta medida, se transfieren de padres a hijos», explica Eriksson.