Rayos X emitidos cuando un agujero negro devora una estrella han permitido las primeras mediciones de la masa y el giro de un agujero negro de masa intermedia, que se había resistido a la observación.
«El hecho de que pudimos atrapar este agujero negro mientras devoraba una estrella ofrece una oportunidad extraordinaria para observar lo que de otro modo sería invisible», dijo Ann Zabludoff, profesora de astronomía de la Universidad de Arizona y coautora del estudio, publicado por The Astrophysical Journal.
«No sólo eso, al analizar la llamarada pudimos comprender mejor esta elusiva categoría de agujeros negros, que bien pueden explicar la mayoría de los agujeros negros en los centros de las galaxias», afirma.
Al volver a analizar los datos de rayos X utilizados para observar la llamarada J2150 –catalogada como un evento de disrupción mareal–y compararlos con modelos teóricos sofisticados, los autores demostraron que esta llamarada se originó de hecho a partir de un encuentro entre una estrella desafortunada y un agujero negro de masa intermedia. El agujero negro intermedio en cuestión tiene una masa particularmente baja, es decir, para un agujero negro, con un peso de aproximadamente 10.000 veces la masa del sol.
«Las emisiones de rayos X del disco interno formado por los escombros de la estrella muerta nos hicieron posible inferir la masa y el giro de este agujero negro y clasificarlo como un agujero negro intermedio», dijo en un comunicado el primer autor del estudio, Sixiang Wen, investigador postodoctoral asociado del Observatorio Steward de la Universidad de Arizona.
Se han visto docenas de eventos de disrupción mareal en los centros de grandes galaxias que albergan agujeros negros supermasivos, y también se han observado algunos en los centros de pequeñas galaxias que podrían contener agujeros negros intermedios. Sin embargo, los datos anteriores nunca han sido lo suficientemente detallados como para demostrar que una llamarada de esta clase individual fue impulsada por un agujero negro intermedio.