Un estudio impulsado por la Xarxa Vives d’Universitats y la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés-URL muestra que la formación universitaria sénior –para mayores de 50 años– impacta positivamente en la salud física y psíquica del alumnado, han informado en un comunicado.
El trabajo, presentado este martes en rueda de prensa, se ha realizado entre el alumnado de los programas universitarios de 17 universidades de la Xarxa Vives, que tienen el fin de «promover el envejecimiento activo, garantizar el derecho a una educación para todos en todas las etapas de la vida, mejorar la calidad de vida de los mayores y facilitar que el colectivo siga activo en la sociedad».
Los resultados de la investigación han demostrado que, cuantos más años lleva la persona matriculada en uno de los programas, más beneficios percibe, «sobre todo en términos de salud y relaciones sociales».
MEJORAS PERSONALES
Los encuestados han reconocido que cursar estudios en la universidad les ayuda a «vencer temores y complejos, reducir sentimientos de ansiedad y depresivos, superar situaciones vitales traumáticas, mejorar su capacidad intelectual y ser más tolerantes y humildes», entre otros.
Además, la participación de los alumnos se relaciona con un aumento de la actividad cultural del estudiante, lo que incrementa su conocimiento y le permite participar en conversaciones «de forma más fluida y segura», así como una visión del entorno más crítica y amplia, según el estudio.
El 6% de la población universitaria son estudiantes sénior –18.298 alumnos en total– y, entre los 17 centros estudiados, la Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya (UVic-UCC) y la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) son los que registran un porcentaje más elevado, con un 17,8% y un 15,3% respectivamente.
MÁS MUJERES
Dos terceras partes de la población universitaria sénior son mujeres, que reconocen que los campus universitarios son espacios «de liberación de los mandatos de género impuestos tradicionalmente» y admiten que mejoran significativamente su autoestima.
Según ha explicado la investigadora principal del estudio, Montserrat Garcia-Oliva, las mujeres valoran mejor la experiencia: «Por el contexto, no han tenido acceso a la universidad y estos programas les benefician en el ámbito relacional, cognitivo e incluso social, pues desarrollan más temas de conversación».
Otro colectivo destacado es el de mayores de 76 años, que perciben que establecer rutinas y obligaciones sociales para ir a la universidad tiene un efecto de «agenda-terapia» que les permite implicarse socialmente y evitar el aislamiento y la soledad.
En cuanto a los datos de matrícula, los responsables del estudio han lamentado el descenso de las cifras por la pandemia debido al cierre de la actividad presencial en las universidades, pero el decano de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés, Joan-Andreu Rocha, ha avanzado que –en datos provisionales– este año podrían superarse las cifras de matrícula prepandemia.
Los investigadores han advertido que «una pequeña inversión para los séniors –una población que cada vez será mayor– puede significar un ahorro importante en el gasto destinado a la dependencia y a la salud en un futuro».