La informática mundial podría ser responsable de una parte de las emisiones de gases de efecto invernadero mayor de lo que se pensaba y estas emisiones seguirán aumentando de forma significativa a menos que se tomen medidas, según destaca un nuevo estudio de la Universidad de Lancaster, en Reino Unido, y de la consultora de sostenibilidad Small World Consulting Ltd., publicado en la revista ‘Patterns’.
El equipo de investigadores afirma que los cálculos anteriores sobre la participación de las TIC en las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, estimadas en un 1,8-2,8%, probablemente se queden cortos respecto al impacto real del sector en el clima, ya que sólo muestran una imagen parcial.
Señalan que algunas de estas estimaciones anteriores no tienen en cuenta el ciclo de vida completo y la cadena de suministro de los productos e infraestructuras de las TIC, como por ejemplo: la energía gastada en la fabricación de los productos y equipos; el coste del carbono asociado a todos sus componentes y la huella de carbono operativa de las empresas que los respaldan; la energía consumida al utilizar los equipos; y también su eliminación una vez que han cumplido su propósito.
Los investigadores sostienen que la verdadera proporción de las TIC en las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero podría ser de entre el 2,1% y el 3,9%, aunque subrayan que todavía existen importantes incertidumbres en torno a estos cálculos. Aunque es difícil hacer comparaciones, estas cifras sugieren que las TIC emiten más que la industria de la aviación, que representa alrededor del 2% de las emisiones mundiales.
Además, el documento advierte de que las nuevas tendencias de la informática y las TIC, como el big data y la IA, el Internet de las cosas, así como el blockchain y las criptomonedas, corren el riesgo de impulsar un mayor crecimiento sustancial de la huella de gases de efecto invernadero de las TIC.
En su trabajo los investigadores analizan dos cuestiones fundamentales: la propia huella de carbono de las TIC y su impacto en el resto de la economía. A menudo se ha citado, y se ha incluido en los cálculos de las políticas, que las TIC y las tecnologías informáticas darán lugar a una mayor eficiencia en muchos otros sectores, lo que supondrá un ahorro en las emisiones netas de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, los investigadores sostienen que la evidencia histórica demuestra lo contrario, que a lo largo de los años, a medida que las TIC se han hecho más eficientes, su huella ha ocupado una mayor proporción de las emisiones globales. Además, las TIC han impulsado amplias mejoras de eficiencia y productividad, pero, lo que es más grave, las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero han aumentado inexorablemente a pesar de todo ello. Esto podría deberse en parte a los llamados «efectos de rebote», en los que el aumento de la eficiencia se traduce en un incremento de la demanda.
El profesor Mike Berners-Lee, de Small World Consulting, señala que se sabe que «las TIC desempeñan un papel cada vez más importante en la sociedad y aportan eficiencia a casi todos los rincones de la economía mundial, pero su relación con la reducción de las emisiones de carbono puede no ser tan sencilla como mucha gente supone. Nuestro trabajo trata de arrojar un poco más de luz sobre esta importante cuestión».
Los investigadores señalan que, para lograr el objetivo de cero emisiones netas en 2050, que el planeta debe cumplir para mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 ºC, es necesaria una coordinación «sin precedentes» entre el sector de las TIC y los responsables políticos para formular un plan que permita alcanzar el objetivo de cero emisiones para 2050, al tiempo que las organizaciones de TIC tenga objetivos legalmente vinculantes de cero emisiones netas que también cubran las emisiones de su cadena de suministro.
Asimismo, apunta que, con las demandas que compiten con las TIC, como las comunicaciones en el lugar de trabajo, el ocio, el Internet de las cosas, la IA y la minería de bitcoins, para evitar una demanda de datos desbocada, las sociedades pueden tener que considerar la posibilidad de priorizar algunos usos de las TIC por encima de otros,
Finalmente, consideran necesario también detallar claramente, sector por sector, el ahorro de emisiones que se espera que produzcan las TIC, respaldado por pruebas transparentes que incluyan todas las emisiones relacionadas.
Los investigadores reconocen que varios de los gigantes tecnológicos del mundo han hecho declaraciones sobre la reducción de su huella climática, pero sostienen que muchos de estos compromisos no son lo suficientemente ambiciosos y que la autorregulación de la industria puede no ser suficiente para lograr la reducción de emisiones necesaria para alcanzar el nivel cero en 2050.
Sostienen que si se introdujeran límites globales de carbono, se eliminaría la preocupación por los «efectos rebote», de modo que las eficiencias posibilitadas por las TIC podrían realizarse sin costes adicionales de carbono. Y también advierten del peligro de depender excesivamente de las energías renovables en los cálculos sobre las futuras emisiones de gases de efecto invernadero de las TIC, debido a la escasez de materias primas vitales, como la plata, necesarias para fabricar paneles solares.
La doctora Kelly Widdicks, coautora del estudio de la Universidad de Lancaster, afirma que «hay que hacer mucho más por parte de la industria de las TIC. El sector de las TIC tiene que hacer mucho más para entender y mitigar su huella, más allá de centrarse en la transición a las energías renovables y en los objetivos voluntarios de reducción de carbono. Necesitamos una base de datos exhaustiva sobre el impacto medioambiental de las TIC, así como mecanismos que garanticen un diseño responsable de la tecnología que esté en consonancia con el Acuerdo de París».
El próximo proyecto del equipo de investigadores, PARIS-DE, investigará qué mecanismos son necesarios para garantizar que las tecnologías digitales se diseñen de forma que cumplan los objetivos de bajas emisiones de carbono que se han marcado en el Acuerdo Climático de París.