- La tortilla de patatas, las rabas y la tarta de queso son algunos de los hits de este restaurante reconocido con un Sol Repsol.
- La Primera también apuesta por los desayunos al tiempo que se consolida como una de las propuestas más serias y cosmopolitas de la Gran Vía madrileña.
La Primera, este ya mítico restaurante de Grupo Cañadío en Madrid, es también el único que se ubica fuera del barrio de Salamanca. Puesto en marcha por los cántabros Paco Quirós y Carlos Crespo en 2016, su nombre hace referencia a la playa primera del Sardinero y, también, a su privilegiada ubicación en el número uno de la Gran Vía, concretamente en el emblemático edificio Grassy, que fue proyectado en 1916 por el arquitecto Eladio Laredo, también santanderino, casualmente.
Así, La Primera cumple ahora cinco años de vida en un momento histórico para la conocida avenida madrileña, que, tras su ampliación, ha tomado impulso como uno de los más importantes ejes comerciales de la ciudad. En este escenario, son cada vez más los madrileños y turistas que encuentran en La Primera una propuesta gastronómica de calidad, que responde a los gustos y a las tendencias actuales, sin tener que alejarse de la zona.
Expansión del Grupo Cañadío
La decisión de Grupo Cañadío de implantar aquí un local de envergadura no fue casual; respondió a una motivación de expandir su sello más allá del distrito de Salamanca —donde se emplazan sus locales La Maruca (2013), La Bien Aparecida (2015) y la sucursal madrileña de la casa madre, Cañadío (2011)— pero con los mismos códigos que triunfan entre el público que lo frecuenta. Y es que Madrid funciona por barrios, como los pueblos y las pequeñas ciudades, y por tanto no hay fórmulas escritas en cuanto al éxito de un restaurante y la zona en que se ubica.
Su concepto sigue la fórmula de un modelo de negocio, el de Grupo Cañadío, que se erige por encima de las modas: sencillez, calidad y regularidad, oferta reconocible y sujeta a un buen producto. Crespo, quien se asoció a Quirós en 2013 para crecer juntos en el ruedo madrileño, asegura que «el éxito se lee en la subjetividad de lo que cada uno entiende por rico y por buena localización; la hostelería actual es muy heterogénea y cada restaurante tiene un modelo distinto para satisfacer distintas necesidades y deseos de un cliente cada vez más polarizado y conocedor».
Con un ojo en sus orígenes
Así, aunque La Primera cuenta con una personalidad propia, al igual que el resto de locales del grupo, no descuida sus orígenes ni el denominador común a todos ellos: una cocina del norte, clásica y estacional, pero que rompe las fronteras del tipismo cántabro y siempre sorprende con un toque de sofisticación. Algunos de los platos que incorpora su carta son ya un emblema de la casa madre, como por ejemplo las rabas de Santander, los buñuelos de bacalao Cañadío o las patatas rellenas de estofado de rabo. Cuenta también con otras propuestas muy apetecibles para el público internacional que frecuenta la zona: las croquetas de lacón y huevo cocido, la ensaladilla rusa, las anchoas de Santoña 3/8 con pimientos asados o la lasaña de boloñesa con crujiente de parmesano.
En la carta también hay apartados para las verduras (destacando la menestra con jamón), los platos con huevos (rotos con picadillo de Potes o los ‘Parada en Landa’, en homenaje al mítico restaurante burgalés Landa), arroces y pastas, grandes pescados (como la merluza de Rula o a la meunière 1981) y carnes (cordero al horno deshuesado con patatas panadera, jarrete de cerdo, callos a la Montañesa, etc.). En cuanto a los postres, imposible no mencionar la tarta de queso recién hecha que tanta fama le ha dado al grupo. Elaborada dos veces al día, una por servicio, y presentada sin confituras ni aderezo, es un claro ejemplo de tesón y búsqueda de la excelencia.
Buen hacer desde el desayuno
En este punto, Crespo insiste en destacar la labor del equipo de cocina. «Somos cocineros. Conocemos la crudeza de este oficio, decimos la verdad, no lo que el público quiere oír; ahí radica la honestidad de la que tanto se habla últimamente».
La Primera abre desde la hora del desayuno con cuatro fórmulas que, bajo el nombre de los distintos restaurantes de Grupo Cañadío, han sido diseñadas para empezar el día con fuerzas y vistas a la Gran Vía: el Cañadío (3,80 €) incluye café, panecillo o croissant, mientras que el combo La Maruca (4,80 €) ofrece, además del café, una tosta vegetal completa, con el aguacate como ingrediente estrella. Por el mismo precio, La Bien Aparecida incorpora café, yogur natural con muesli o cereales, y fruta. En último lugar, el desayuno más completo lo compone La Primera (5,10 €) con café, fruta, tortilla de patata —con bonito o mayonesa— y huevos (fritos o revueltos con bacon o con paletilla ibérica). Cada uno de estos combos, además, pueden personalizarse al gusto con distintos suplementos o completarse con zumo natural y huevos fritos o revueltos.
Horario amplio
Más asequible que sus hermanos, La Primera cuenta con un horario muy amplio en el que tienen cabida múltiples opciones y perfiles de clientela (desde los vecinos del barrio hasta rostros conocidos de la sociedad capitalina: artistas, políticos, empresarios, diseñadores, etc).
Su interiorismo viene firmado por el prestigioso estudio Tarruella Trends (La Bien Aparecida, heladerías Rocambolesc, Ritz-Carlton Vienna, Arima o Luzi Bombón, entre otros muchos proyectos) y se estructura en un comedor de ventanales panorámicos (que desvelan la importancia que Grupo Cañadío otorga al factor de la localización) y en una amplia barra de coctelería que invita a alargar la sobremesa o a tomarse una copa. Al menos, la primera de la noche.