La toma del poder en Afganistán por parte de los talibanes vuelve a poner en peligro el patromonio cultural y natural del valle de Bamiyán, veinte años después de que se perpetrara la destrucción de sus colosales Budas.
La destrucción de los Budas de Bamiyán, en Afganistán, a manos de los talibanes en marzo de 2001 se difundió por todo el mundo e hizo que se reconociera a nivel mundial la necesidad de proteger el patrimonio cultural en peligro, según recordó en un comunicado la UNESCO cuando se cumplieron 20 años de esta trágica acción.
«Los nichos vacíos de los gigantescos Budas del Valle de Bamiyán, en Afganistán, son un recordatorio perpetuo de nuestro deber de proteger el patrimonio cultural, y de lo que las generaciones futuras pueden perder si no lo hacemos. En la actualidad, estos nichos están inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial como parte del sitio ‘Paisaje Cultural y vestigios arqueológicos del Valle de Bamiyán'», señalaba entonces el subdirector general de Cultura de la UNESCO, Ernesto Ottone R.
En este sentido, recuerda que se trató de un deliberado acto de destrucción, motivado por una ideología extremista que pretendía destruir la cultura, la identidad y la historia. Así, destacó cómo la pérdida de los Budas puso de manifiesto cómo la destrucción del patrimonio podía utilizarse como arma en contra de las poblaciones locales.
Además, considera que se puso de manifiesto los estrechos vínculos existentes entre la salvaguardia del patrimonio y el bienestar de las personas y las comunidades. «Nos recordó que defender la diversidad cultural no es un lujo, sino que es fundamental para construir sociedades más pacíficas», añadió.
Ottone R también recordaba que desde entonces las autoridades afganas y la comunidad internacional, incluida la UNESCO, habían trabajado incansablemente para salvaguardar el rico patrimonio cultural y natural de Afganistán, que atestigua milenios de intercambios entre diferentes culturas y pueblos.
En 2003, el Paisaje Cultural y los vestigios arqueológicos del Valle de Bamiyán fueron inscritos simultáneamente en la Lista del Patrimonio Mundial y en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro, «en vista de la extrema fragilidad de los nichos, la falta de un marco de gestión y la preocupación por la seguridad y protección».
Así, se han invertido casi 23 millones de euros (más de 27 millones de dólares) en la conservación y estabilización del bien del Patrimonio Mundial de Bamiyán, la potenciación de las comunidades locales, la revitalización del patrimonio cultural inmaterial y la construcción de un Centro Cultural para Bamiyán dedicado a la creatividad, entre otras actividades.
De hecho, los socios internacionales habían seguido participando en este empeño mediante proyectos operativos, en particular seis fases sucesivas de un proyecto de estabilización de los nichos que corrían peligro de derrumbarse. Después de más de 15 años, se había completado la consolidación del nicho oriental de Buda, mientras que se estaba trabajando urgentemente para salvaguardar el nicho occidental, gracias a la financiación de Japón.
Esta cooperación se había extendido también a otros siete lugares del valle de Bamiyán, entre los que se encuentran cuevas cubiertas de murales, notables expresiones de las influencias india y china a lo largo de las Rutas de la Seda, y la fortaleza de Shahr-e Gholghola, que marca el origen del asentamiento de Bamiyán. Estos esfuerzos contaban con el apoyo financiero y técnico de Japón e Italia, pero la UNESCO también trabajaba con la UE, Alemania, la República de Corea, Suiza y otros países en su trabajo sobre Bamiyán.
DEBATE SOBRE LA RECONSTRUCCIÓN DE LOS BUDAS
Inlcuso en una conferencia internacional celebrada en 2017 se destacó la necesidad de realizar más estudios sobre cualquier posible reconstrucción de los Budas, un tema que volvió a abordarse al año siguiente en una nueva conferencia internacional y que dio lugar a la Recomendación de Varsovia sobre la recuperación y reconstrucción del patrimonio cultural.
Tras lo ocurrido en Bamiyán, los estados miembros de la UNESCO adoptaron el 17 de octubre de 2003 la Declaración de la UNESCO relativa a la destrucción intencional del patrimonio cultural. Tras la destrucción de sitios del patrimonio cultural en Tombuctú en 2012, la comunidad internacional reconoció la destrucción intencional del patrimonio cultural como un crimen de guerra. En 2016, la Corte Penal Internacional declaró a un acusado culpable de crímenes de guerra por dirigir la destrucción de mausoleos en Tombuctú en 2012, la primera sentencia de este tipo dictada por el tribunal.