Un grupo de medicamentos que se prescriben desde hace tiempo para tratar la tenia ha inspirado un compuesto que muestra una doble eficacia contra la Covid-19 en estudios de laboratorio, según una investigación realizada por el Scripps Research Institute (Estados Unidos) que aparece en la revista ‘ACS Infectious Disease’.
El compuesto, que forma parte de una clase de moléculas denominadas ‘salicilanilidas’, se diseñó en el laboratorio del director del Instituto Worm de Scripps Research, centrado en las infecciones parasitarias Kim Janda. «Se sabe desde hace 10 o 15 años que las salicilanilidas funcionan contra ciertos virus», dice Janda. «Sin embargo, tienden a estar restringidas al intestino y pueden tener problemas de toxicidad», añade. El compuesto de Janda supera ambos problemas, en pruebas con ratones y células, actuando como antiviral y como medicamento antiinflamatorio, con propiedades que auguran su uso en forma de píldora.
Las salicilanilidas se descubrieron por primera vez en Alemania en la década de 1950 y se utilizaron para tratar las infecciones por gusanos en el ganado. Hoy en día se utilizan versiones que incluyen el fármaco niclosamida en animales y humanos para tratar la tenia. También se han estudiado sus propiedades anticancerígenas y antimicrobianas.
PROPIEDADES ANTIVIRALES
El compuesto de salicilanilida modificado que creó Janda era uno de los cerca de 60 que construyó hace años para otro proyecto. Cuando el virus SARS-CoV-2 se convirtió en una pandemia mundial a principios de 2020, sabiendo que podían tener propiedades antivirales, empezó a analizar su antigua colección, primero en células con colaboradores de Sorrento Therapeutics y la rama médica de la Universidad de Texas (Estados Unidos), y más tarde, tras ver resultados prometedores, trabajando con el inmunólogo de Scripps Research John Teijaro, que realizó estudios con roedores.
De todos ellos, destacó un compuesto. Llamado simplemente «nº 11», se diferencia de los medicamentos comerciales contra la tenia en aspectos clave, como su capacidad para traspasar el intestino y ser absorbido por el torrente sanguíneo, y sin la preocupante toxicidad.
«La niclosamida está básicamente restringida a la vía digestiva, y eso tiene sentido, porque es ahí donde residen los parásitos», dice Janda. «Por esa razón, la simple reutilización del fármaco para un tratamiento contra la COVID sería contraproducente, ya que se quiere algo que sea fácilmente biodisponible, pero que no posea la toxicidad sistémica que tiene la niclosamida».
Alrededor del 80 por ciento de la salicilanilida 11 pasó al torrente sanguíneo, en comparación con el 10 por ciento del fármaco antiparasitario niclosamida, que ha entrado recientemente en los ensayos clínicos como tratamiento de la COVID-19, afirma Janda.
Los experimentos demostraron que, de las muchas salicilanilidas modificadas que había construido en su laboratorio, la nº 11 afectaba a las infecciones por coronavirus pandémicos de dos maneras. En primer lugar, interfería en la forma en que el virus depositaba su material genético en las células infectadas, un proceso llamado endocitosis. La endocitosis requiere que el virus forme un paquete de lípidos alrededor de los genes virales. El paquete entra en la célula infectada y se disuelve, de modo que la maquinaria de construcción de proteínas de la célula infectada puede leerlo y producir nuevas copias virales. El nº 11, en cambio, parece impedir la disolución del paquete.
«El mecanismo antiviral del compuesto es la clave», afirma Janda. «Bloquea el material viral para que no salga del endosoma y se degrade», añade, explicando que este proceso no permite que se fabriquen nuevas partículas virales con tanta facilidad. Además, como actúa dentro de las células y no en los picos virales, las preguntas sobre si funcionaría en las nuevas variantes como delta y lambda «no son motivo de preocupación», razona.
«Este mecanismo no depende de la proteína de la espiga del virus, por lo que estas nuevas variantes que surgen no nos van a relegar a encontrar nuevas moléculas, como ocurre con las vacunas o los anticuerpos», afirma Janda.
Además, el Nº 11 ayudó a calmar la inflamación potencialmente tóxica en los animales de investigación, según Janda, lo que podría ser importante para tratar la dificultad respiratoria aguda asociada a las infecciones por COVID que ponen en peligro la vida. De hecho, redujo los niveles de interleucina 6, una proteína de señalización que es un factor clave de la inflamación que suele aparecer en las fases avanzadas de la COVID-19. Janda pone en valor su hallazgo y recuerda que «se necesitan urgentemente mejores medicamentos contra el COVID-19, ya que las nuevas variantes altamente infecciosas provocan nuevas oleadas de enfermedades y muertes en todo el mundo».
Así, Janda rememora que la salicilanilida nº 11 se creó mucho antes de la pandemia. Tras luchar contra una desagradable infección bacteriana llamada ‘Clostridioides difficile’ hace unos 10 años, vio una clara necesidad de mejores opciones de tratamiento. Las cepas multirresistentes de ‘C. difficile’ se han convertido en una de las principales causas de brotes de enfermedades diarreicas resistentes a los medicamentos en las instituciones sanitarias de todo el mundo, y entre las personas que utilizan antibióticos.
Como director del Instituto Worm, centrado en las infecciones parasitarias, Janda estaba muy familiarizado con las salicilanilidas y conocía sus propiedades antimicrobianas. Su laboratorio creó una «biblioteca» de salicilanilidas modificadas, algunas de las cuales mostraron una gran eficacia contra ‘C. difficile’, y la colección fue licenciada posteriormente por la empresa farmacéutica Sorrento Therapeutics. Entre ellas estaba la salicilanilida 11.
«En realidad, la salicilanilida 11 quedó relegada a un segundo plano en mi laboratorio contra C. difficile porque no está tan restringida al intestino como nos gustaría», afirma Janda. «Pero la salicilanilida 11 tiene un montón de cosas realmente positivas como potencial terapéutico para la COVID», reitera.