Entre el 10%-15% de los infectados por el SARS-CoV-2 desarrolla Covid persistente, es decir que el paciente mantiene la sintomatología de la infección una vez pasada la fase aguda de la enfermedad, más allá de las 12 semanas del inicio de sus síntomas. La mayor parte de casos se dan en adultos, y poco se conoce sobre cómo afecta a los más pequeños.
Un estudio del King’s College de Londres (Reino Unido) arroja luz al respecto. Al parecer, los niños que desarrollan síntomas de COVID-19 suelen mejorar al cabo de seis días y el número de los que experimentan síntomas más allá de cuatro semanas es bajo (4,4%).
«Es tranquilizador que el número de niños que experimentan síntomas duraderos de COVID-19 sea bajo. No obstante, un pequeño número de niños experimenta una larga enfermedad con COVID-19, y nuestro estudio valida las experiencias de estos niños y sus familias», explica la profesora Emma Duncan, autora principal del estudio.
En este trabajo, un amplio estudio publicado en la revista científica ‘The Lancet Child & Adolescent Health’, los investigadores utilizaron datos recogidos a través de la aplicación para teléfonos inteligentes ‘ZOE COVID Study’, que incluye datos de más de 250.000 niños británicos de entre cinco y 17 años. Los síntomas fueron notificados a través de la aplicación por sus padres o cuidadores (en lugar de ser evaluados directamente en los niños) y el equipo no recogió datos relativos a la asistencia a la escuela.
El equipo se centró en los informes recogidos entre el 1 de septiembre de 2020 y el 22 de febrero de 2021. Unos 1.734 niños desarrollaron síntomas de COVID-19 y recibieron un resultado positivo en la prueba de PCR cerca del inicio de los síntomas, y sus síntomas se informaron regularmente hasta que volvieron a estar sanos.
La mayoría de los niños se recuperaron en cuatro semanas, y una minoría experimentó síntomas después de un mes (4,4%, 77/1.734). Por lo general, solo les quedaban dos síntomas después de cuatro semanas. El síntoma más común experimentado por los niños con una larga duración de la enfermedad fue la fatiga.
El 84 por ciento (65/77) de los niños presentaron fatiga en algún momento de su enfermedad, y éste fue el síntoma más persistente. El dolor de cabeza y la pérdida del sentido del olfato también fueron comunes, (cada síntoma experimentado por el 77,9 por ciento (60/79) de los niños en algún momento del curso de su enfermedad). Sin embargo, el dolor de cabeza era más frecuente al principio de la enfermedad, mientras que la pérdida del sentido del olfato tendía a producirse más tarde y a persistir más tiempo.
De los 1.379 niños que desarrollaron síntomas al menos dos meses antes del final del periodo de estudio (el 29 de diciembre de 2020 o antes), menos del 2 por ciento experimentaron síntomas durante más de ocho semanas (1,8%, 25/1.379).
Los niños de más edad solían estar enfermos durante más tiempo que los niños de primaria (la duración media de la enfermedad fue de 7 días en los niños de 12 a 17 años frente a 5 días en los niños de 5 a 11 años). Los niños mayores también eran más propensos a tener síntomas después de cuatro semanas que los niños más pequeños (5,1% [59/1.146] niños de 12 a 17 años frente al 3,1 por ciento [18/588] de 5 a 11 años), pero no hubo diferencias en el número de niños que seguían teniendo síntomas después de ocho semanas (2% [19/934] de 12 a 17 años frente al 1,3% [6/445] de 5 a 11 años).
«Descubrimos que casi una cuarta parte de los niños sintomáticos que dieron positivo en la prueba del SARS-CoV-2 durante la segunda oleada del Reino Unido no informaron de los síntomas principales, lo que sugiere que la política de pruebas del Reino Unido debe reconsiderarse», apunta la doctora Erika Molteni, primera autora del estudio, también del King’s College de Londres.
Los niños con COVID-19 estuvieron enfermos durante más tiempo en comparación con los niños con otras enfermedades que dieron negativo en las pruebas de COVID-19 (una media de 6 días de enfermedad con COVID-19 frente a 3 días con otras enfermedades) y tenían más probabilidades de estar enfermos durante más de cuatro semanas (4,4% [77/1.734] con COVID-19 frente al 0,9% [15/1.734] de los niños con otras enfermedades).
Sin embargo, a las cuatro semanas, el pequeño número de niños con otras enfermedades tendía a tener más síntomas que los que estaban enfermos con COVID-19 (una media de 5 síntomas en el grupo negativo frente a 2 síntomas en el grupo positivo).
«Nuestros datos ponen de manifiesto que otras enfermedades, como los resfriados y la gripe, también pueden presentar síntomas prolongados en los niños, y es importante tenerlo en cuenta a la hora de planificar los servicios de salud pediátrica durante la pandemia y después. Esto será especialmente importante dado que es probable que la prevalencia de estas enfermedades aumente a medida que se relajen las medidas de distanciamiento físico aplicadas para evitar la propagación de COVID-19. Todos los niños que tienen síntomas persistentes -de cualquier enfermedad- necesitan un apoyo multidisciplinario oportuno vinculado a la educación, para permitirles encontrar su camino individual hacia la recuperación», resalta Michael Absoud, autor principal del estudio y consultor y profesor titular del King’s College de Londres.