- El Viognier de Pago de Vallegarcía es un vino complejo, elegante y sorprendente para todos los que lo prueban por primera vez.
- Un vino blanco con mucho volumen, estructura tánica, grasa en boca y una acidez moderada que mantiene una gran frescura y que le permite potenciar los sabores del pescado sin maquillarlos.
Pocas cocinas han irrumpido con tanta fuerza en los hogares de occidente como la japonesa y, muy especialmente, uno de sus platos estrella: el sushi. Esta propuesta gastronómica, que a priori puede parecer difícil de maridar, no deja de ser en su forma más clásica una mezcla de arroz con pescado crudo, y por eso encaja a la perfección con vinos blancos frescos, afrutados, aromáticos y con acidez moderada. Aunque el sake suele ser una de las opciones más frecuentes, la elección de un buen vino blanco puede darle un toque especial no solo a este plato milenario y su diversidad de sabores, sino también al momento.
La idea principal a la hora de maridar vinos y sushi es la de refrescar el paladar para equilibrar la grasa y la proteína del pescado, y esto se consigue con una acidez y estructura moderadas. Esta es la causa principal de que el mejor vino para acompañar dichas preparaciones sea el blanco. En este sentido, el Viognier de Pago de Vallegarcía es un vino complejo, elegante y sorprendente para todos los que lo prueban por primera vez. Un vino blanco con mucho volumen, estructura tánica, grasa en boca y una acidez moderada que mantiene una gran frescura y que le permite potenciar los sabores del pescado sin maquillarlos. Por eso, este vino de un brillante color amarillo dorado es el maridaje perfecto para el sushi y para la cocina japonesa.
Maridar el sushi: un reto
A simple vista puede parecer que cualquier vino blanco vale para maridar el pescado crudo, pero lo cierto es que la intensidad del wasabi y de la soja hacen que la combinación de aromas y sabores pueda tener un contraste grande, por lo que el maridaje del sushi se convierte en todo un reto. En este sentido, el Viognier de Vallegarcía, que se elabora al 100% con uva Viognier y que desde hace mucho tiempo es la referencia en España de esta variedad, es un blanco intenso y aromático, con notas de fruta de hueso, de herbáceos frescos y ligeras notas de tostados que envuelve perfectamente el punto salado de la soja y el punzante picante del wasabi.
Con estructura y carácter propio, este vino de gran personalidad que refleja fielmente las características puras de la variedad Viognier, es singular y muy distinto de los blancos a los que estamos acostumbrados en España. Tiene una explosión de aromas, sabores y texturas que lo convierten en un vino perfecto para acompañar pescados azules, pero sobre todo especies como la anguila y el atún. Un vino que a nivel sensorial sorprende tanto por su intensidad aromática como por su sapidez y estructura en boca, que establece un diálogo perfecto con los matices agridulces, especiados, picantes y ácidos de la cocina nipona.
Un vino muy versátil
Este Viognier, gracias a su equilibrio y versatilidad, es un vino profundamente gastronómico y el acompañante perfecto para un gran número de platos que resultan imposibles de maridar para otras bebidas, como por ejemplo el sushi. En boca es sedoso, opulento y envolvente, lo que le permite acompañar los pescados, respetando su esencia sin marcarlos como suele suceder con otros vinos blancos con una acidez punzante o aportando sabores cítricos. En definitiva, un vino perfecto para llevar como detalle a una cena de sushi este verano, o para sorprender a los invitados.
El Pago de Vallegarcía, cuya singularidad ha sido reconocida por la Unión Europea con la calificación Denominación de Origen Protegida, fue el proyecto que se inició en 1997 por Alfonso Cortina gracias a su gran pasión por los vinos. Para ello, inició y diseñó junto al reconocido profesor de viticultura australiano, el doctor Richard Smart, la plantación de un viñedo en la finca de Vallegarcía, en los Montes de Toledo. Una apuesta por una zona en la que históricamente no se habían cultivados viñedos, pero que contaba con unas condiciones de terreno y altitud muy favorables y con un gran potencial para el cultivo de uvas de calidad, tal y como más tarde demostrarían desde Vallegarcía.
Cerca del Parque Nacional de Cabañeros
Así, entre 2001 y 2005, el equipo de Vallegarcía se dedicó a evaluar el potencial de calidad de sus uvas elaborando pequeñas partidas de vino en las instalaciones de la bodega vecina, Dehesa del Carrizal. La gran calidad obtenida y la acogida de estos vinos, que fue muy positiva, llevaron a Alfonso Cortina a decidirse a construir su propia bodega, que inauguraban en septiembre de 2006 y que, desde entonces, se convirtió en el epicentro de todo lo que ocurre en Vallegarcía.
La bodega se ubica en las cercanías del Parque Nacional de Cabañeros, en una de las mejores muestras de Bosque Mediterráneo Húmedo del mundo. Su viñedo se asienta sobre unos suelos de origen precámbrico con un enorme potencial para producir vinos frescos y complejos, integrado en un paraje natural único que conserva una flora y una fauna de gran valor ecológico y unos paisajes de naturaleza aún intacta. El trabajo vitivinícola en la finca se debe a un esfuerzo continuo por expresar la singularidad del terreno.
Sobre el legado de Vallegarcía
Vallegarcía dispone de un equipo, liderado por Adolfo Hornos, Ingeniero Agrónomo y enólogo, en constante formación y actualización para entender mejor el comportamiento del viñedo y las características de cada añada. Vallegarcía cuenta, además, con el asesoramiento enológico de Eric Boissenot, una de las figuras más influyentes de Burdeos, donde ha dejado su huella en más de 180 Châteaux y entre ellos los míticos: Mouton Rothschild, Latour, Lafite-Rothschild y Margaux.
Actualmente, Vallegarcía sigue manteniéndose fiel a su filosofía de elaborar vinos de muy alta calidad y de composición equilibrada a partir de uva del Pago, vendimiada a mano en el momento óptimo de maduración y con aptitud para la crianza en barrica y el envejecimiento en botella. Además, todos los vinos de la bodega se diseñan siempre buscando el máximo respeto a la tipicidad de cada una de las variedades y, a la vez, a la expresión del terruño de Pago de Vallegarcía.
Viognier, un vino icónico
Posiblemente la etiqueta más reconocible de la bodega sea la de su Viognier, vino icónico para los aficionados al tratarse del primero elaborado 100% con dicha uva en España. En cuanto a tintos elaboran tres referencias: un monovarietal de Syrah y dos ensamblajes de variedades bordelesas (Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Merlot y Petit Verdot), el Hipperia y el Petit Hipperia, cuyo nombre proviene de la palabra griega Hippos y supone un homenaje al caballo que es seña de identidad de la bodega.
Todos ellos son Vinos de Pago lo que demuestra el acierto de esta apuesta de la familia Cortina por emprender en estos parajes, a los que tanto aprecio tienen, y que con seguridad seguirán dando nuevos frutos, nuevos vinos y nuevas alegrías.