La aparición de la anestesia quirúrgica, en la segunda mitad del siglo XIX, ayudó a que algunos cirujanos generales se atrevieran a practicar intervenciones sobre el sistema nervioso, dando paso al nacimiento de una nueva disciplina en Medicina, la Neurocirugía: la ciencia médica que estudia las enfermedades que afectan al sistema nervioso y precisan de un tratamiento quirúrgico en algún momento de su evolución.
La actividad del sistema nervioso la gestiona el cerebro. Mediante diferentes técnicas, la Neurocirugía trata la mayor parte de las patologías que afectan tanto al sistema nervioso central que engloba el cerebro y la médula espinal, como al sistema nervioso periférico, formado por los nervios. Patologías traumáticas craneales y de columna vertebral; hemorragias y hematomas cerebrales; aneurismas; enfermedades que implican alteraciones del movimiento como la enfermedad de Parkinson, temblor, distonía (contracciones musculares involuntarias), epilepsia y otras enfermedades psiquiátricas.
Una técnica que utiliza la Neurocirugía para tratar determinadas afecciones es la estimulación cerebral profunda. En ciertas zonas del cerebro, se colocan unos electrodos que producen impulsos eléctricos para regular la actividad cerebral del paciente. La “descarga” se controla a través de un dispositivo colocado debajo de la piel, en la parte superior del tórax y que va hasta el cerebro por medio de un cable que conecta el dispositivo a los electrodos del cerebro.
En el Hospital Universitario Rey Juan Carlos se ha llevado a cabo esta técnica por primera vez con una paciente que llevaba años con un temblor esencial que le impedía tener una vida normal y que, tras la operación, ha mejorado significativamente su calidad de vida. La doctora Mónica Lara Almunia, especialista del Servicio de Neurocirugía de este centro, explica que “antes de operarse, la paciente necesitaba ayuda para actividades habituales, como peinarse, comer o beber. Después de la intervención, mediante la estimulación de áreas concretas del cerebro, puede realizar todas las actividades sin ayuda”.
El tratamiento funciona como un marcapasos para el cerebro que, aunque no cura la enfermedad, “permite mejorar el funcionamiento del sistema nervioso del paciente retrocediendo, en casos como la enfermedad de Parkinson, hasta diez años, y ofreciendo una mejoría de los síntomas” añade la doctora Lara.
El tratamiento con estimulación cerebral profunda se reserva a personas que no pueden controlar los síntomas de la enfermedad que padecen con medicamentos y consigue que se reduzca la medicación que el paciente debe tomar a diario, lo cual contribuye a una recuperación de su calidad de vida. El Hospital Universitario Rey Juan Carlos se ha convertido en el primer centro público del sur de la Comunidad de Madrid en incluir esta técnica neuroquirúrgica dentro de su cartera de servicios.
Tras la operación, la primera paciente intervenida con la técnica de estimulación cerebral profunda estuvo ingresada unos días para seguir el resultado y la evolución del tratamiento antes de darle el alta hospitalaria. Una vez en casa, el proceso postoperatorio se completa con revisiones semanales y mensuales en los servicios de Neurología y Neurocirugía, implicados en la intervención.
Este tratamiento está indicado en enfermedades neurológicas tales como la enfermedad de Parkinson, el temblor esencial, distonías o cefaleas. De forma similar, esta tecnología puede ser efectiva en pacientes psiquiátricos con trastorno obsesivo compulsivo. También se están realizando estudios para aplicarla en patologías como el Alzheimer, la obesidad, la anorexia o la depresión. Sin embargo, para poder someter a un paciente a esta intervención, se debe evaluar al candidato, “los criterios de selección son muy estrictos y deben pasar por un estudio neuropsicológico y una evaluación de la enfermedad; por eso una pequeña parte de los pacientes, menores de 70 años, con enfermedad de larga duración y que no responden a la medicación, pueden ser intervenidos”, puntualiza la neurocirujana.
La estimulación cerebral profunda no cura la enfermedad, pero alivia los síntomas y, en algunos casos, una parte de los medicamentos seguirán siendo necesarios para sobrellevar ciertos trastornos. Por eso es importante consultar con el especialista antes de someterse a la cirugía, para conocer el tipo de mejora que se conseguirá en la enfermedad del paciente.