- Ubicado en Torre de Juan Abad (Ciudad Real), que fue villa de don Francisco de Quevedo, el Coto de Quevedo, un hotel rural de origen familiar y larga tradición cinegética y culinaria, ofrece una completa experiencia de descanso y gastronomía en plena naturaleza manchega.
- El chef José Antonio Medina, propietario del complejo, practica en su restaurante gastronómico una cocina creativa y vanguardista, asentada sobre la tradición castellanomanchega pero muy evolucionada.
- Su menú degustación Raíces condensa su estilo reflexivo, su conocimiento del producto de la tierra y una impecable técnica en platos como la ensalada de perdiz en escabeche, el cordero lechal con salsa de ostras, gel de ajo negro y trompetas de la muerte o el ciervo asado con lombarda encurtida.
El hotel rural y restaurante El Coto de Quevedo se encuentra en el término municipal de Torre de Juan Abad, en el sureste de Ciudad Real –muy cerca ya de Jaén–. Pertenece a la comarca del Campo de Montiel, una tierra de tradición agrícola y ganadera pero con un importante poso histórico y cultural, conocida mundialmente por ser escenario de las aventuras de El Quijote. Al frente se encuentra la familia Medina, que regenta desde hace décadas un modesto hostal-restaurante en Puebla del Príncipe, pequeño municipio cercano.
La historia de El Coto se remonta a 1998, cuando los Medina –especializados en montar cacerías en la zona, principalmente de perdices– contaban con este cortijo como un sencillo mesón de cocina campera para que los cazadores hicieran un alto en la jornada. En 2005 se construyó frente al cortijo el edificio principal, que desde 2010 acoge el hotel y restaurante gastronómico El Coto de Quevedo. Con la llegada de la segunda generación, uno de los hijos, José Antonio Medina, con formación en hostelería, tomó el mando del hotel y sus fogones; sus hermanos continuaron al frente del negocio de turismo cinegético.
Evolucionar sin olvidar el origen
Hoy, El Coto de Quevedo está posicionado como uno de los restaurantes de cocina manchega renovada con más proyección del momento. José Antonio, rodeado de un gran equipo de cocina –su mano derecha es el mâitre y barman torreño Pepe Villanueva, con una sólida trayectoria–, es el responsable de este salto cualitativo. Su cocina contemporánea presenta un enfoque creativo muy personal, pero sin perder de vista el origen: los escabeches, el queso manchego, los guisos, el cordero, la trucha, el bacalao… «Cada día estoy cada día más enamorado de nuestros productos locales, de mi tierra», afirma. El chef fue finalista en el concurso de escabeches de Madrid Fusión 2020 y en el concurso del ajo morado de Las Pedroñeras en 2019.
Aprendió a cocinar a la vera de su madre, en la casa de comidas familiar –que sigue funcionando–. Luego, poco a poco fue perfilando su propio estilo a medida que adquiría experiencia junto a maestros como Jesús Monedero (Palio), José Antonio Pintado (Granero), Juan Aceituno (Damajuana) o Miguel Carretero (Santerra). Lo marcó especialmente su paso por El Carmen de Montesión, de Iván Cerdeño, chef al que considera «uno de los mejores cocineros castellanomanchegos, junto con el gran Manolo de la Osa» y al que agradece «su aportación a la gastronomía cinegética de nueva creación».
La caza como protagonista
Y es que la caza sigue siendo uno de los puntales de El Coto de Quevedo. Aparte de las perdices rojas de su finca, se surte de carnes de caza mayor procedentes de la cercana Sierra de Cazorla. Medina las va presentando según temporada, con técnicas inusuales (como desmigados o emulsionados), combinaciones originales y presentaciones actualizadas: así, la perdiz en escabeche y ostras, el ciervo con toffee de castañas (plato con el que fue finalista en el Premio Cervantes), la crema de apionabo con carrilladas de jabalí, las albóndigas de corzo o el crocanti de pistacho de ciervo con crema de albahaca.
Su menú degustación, no en vano llamado Raíces, es una muestra de este mancheguismo actualizado y de esa querencia por el producto de cercanía. Consta de snacks, entrantes, pescado, carne, prepostre y postre (50 € por persona, sin bodega; hay opción de maridaje por 27 € más). Para recibir al comensal, se ofrecen un vermú especiado, AOVE de La Solana y mantequilla artesana de oveja con pan candeal del pueblo; a continuación, snacks como la esfera de queso manchego con pimentón y azafrán; el pan soplado con curry de cordero envuelto en lámina de papada ibérica; la flor manchega con polvo de pisto ahumado de Villanueva de los Infantes; la minitosta de paté de perdiz roja o el minibocadillo de chorizo de corzo.
Platos estrella
Con los entrantes se presenta uno de los platos estrella de Medina, la ensalada de perdiz en escabeche con crema de asadillo de pimiento rojo, manzana Granny Smith y foie, seguida por una sabrosa trucha del río Mundo marinada y ahumada en casa, a la que se añade en mesa una emulsión de sopa castellana, y por un bacalao desalado asado con crema de chirivías, beurre blanc y torreznos de su piel. Como principales, el cordero lechal asado con salsa de ostras, servido de un gel de ajo negro, trompetas de la muerte y polvo de pistachos de Villacañas y, en homenaje a su herencia cinegética, el taco de ciervo asado, lombarda encurtida, gel de pera y falsos sarmientos. Medina da mucha importancia a los postres; se formó con la repostera ciudadrealeña Rocío Arroyo. Ahora mismo, el del menú es una original crema de té chai con nueces, crema de calabaza y esponjita de hierbas.
En El Coto de Quevedo también es posible comer a la carta, que va cambiando a lo largo del año con la introducción de platos de temporada. Como entrantes, destacan el canelón de rabo de toro con bechamel de queso manchego y trufa o el paté de perdiz, receta familiar de siempre. A continuación, callos melosos de morro, pata y panza; judías estofadas con perdiz o un arroz de matanza y presa ibérica. El capítulo de carnes incluye tournedó con cordero y queso de romero, albóndigas de caza, cochinillo crujiente con mayonesa de ibéricos y paletilla de lechal con naranja asada. Se completa con pescados del día y en verano, platos más frescos como el gazpacho con remolacha de su huerto, el atún en escabeche o el carpaccio de ciervo con mermelada de tomate. El más emblemático de los postres es el milhojas de crema madamme.
Hotel con encanto
El hotel rural, con categoría de cuatro estrellas, dispone de 14 habitaciones: 12 dobles estándar y dos individuales. Están decoradas, al igual que las zonas comunes y de restauración, en un estilo rústico actual, minimalista y muy luminoso, con medidos guiños al costumbrismo manchego: utensilios de cocina, cornamentas lacadas en blanco, etc. La intención del interiorista de todo el complejo, el ciudadrealeño Fernando Sánchez Herrero, ha sido transmitir la tranquilidad y la inmensa claridad del paisaje manchego a los interiores.
Durante la estancia es posible disfrutar de un rato de lectura junto a la chimenea o de una sobremesa al aire libre. En la zona exterior, plagada de rosales, cuenta con un porche de madera acristalado –que acoge un relajado gastrobar, aunque ahora funciona temporalmente como una extensión del restaurante–, una pequeña piscina, parque de juegos infantil y un patio ajardinado en el que se sirven las cenas. Una finca propia de 30 ha circunda el edificio, donde se disfrutan unas memorables puestas de sol. El lugar es perfecto para una escapada romántica, un fin de semana con niños o una quedada con amigos.
Para grandes eventos
También para acoger bodas, comuniones y reuniones de empresas, bien en la carpa para eventos, bien en el antiguo cortijo o pabellón de caza, espacios que cuentan con cocina propia y se pueden adaptar a distintas necesidades de grupos de hasta 250 personas. Alrededor de la finca en propiedad –con olivos, en su mayoría–, la familia Medina mantiene arrendadas 5.000 ha de campo destinado a la caza. El Coto de Quevedo sigue teniendo a los cazadores entre su fiel clientela, con llenos en temporada (de octubre a febrero).
El Coto de Quevedo está rodeado de parajes de gran valor paisajístico y cultural que permiten organizar actividades de ocio de todo tipo durante la estancia en el hotel: senderismo en el Parque Natural de Las Lagunas de Ruidera o en la sierra de Segura, turismo cinegético, rutas literarias, etc. La historia de Torre de Juan Abad, pueblo que tiene hoy cerca de un millar de habitantes, se remonta a la Edad Media, a las luchas entre cristianos y musulmanes por su situación estratégica camino a Andalucía y Levante. Pero, sin duda, su destino lo marcó su vecino más ilustre: el escritor del Siglo de Oro Francisco de Quevedo y Villegas, que fue señor de la villa y pasó en ella varios destierros. En total, residió en Torre de Juan Abad siete años, durante los que compuso algunas de sus más célebres obras. Hoy es posible visitar su casa-museo, junto a otras joyas culturales del municipio como la ermita templaria del siglo XII o el órgano barroco y el retablo manierista de la iglesia parroquial.