El estrés es el compañero no deseado para muchos de nosotros. Las prisas del día a día y el agobio de no llegar a todo nos pasa factura más a menudo de lo que pensamos. Trabajo, casa, pareja, niños, amigos, deporte, alteraciones en la dieta, cambios de horarios…. Demasiados aspectos a tener en cuenta que hacen que 9 de cada 10 españoles estuvieran estresados en algún momento durante el año 2020, y 3 de cada 10 de forma habitual.
Este estrés no solo se nota a nivel psicológico y emocional, sino que también se refleja en la piel, como nos indican los expertos de NIVEA; y es que cuando hay estados de ansiedad o sentimientos de agobio, el cuerpo produce ciertas hormonas, como el cortisol, que afectan directamente al estado de las células cutáneas.
Por ello, os desvelamos las principales señales que envía nuestro cuerpo para avisarnos de que el estrés ha podido con nosotros y debemos tomarnos una pausa y las cosas con más calma y tranquilidad.
1. Aparición de problemas de la piel. El estrés daña directamente la piel produciendo desajustes hormonales y haciendo que se debilite nuestro sistema inmunitario, provocando problemas cutáneos. En momentos de ansiedad, el cuerpo produce más adrenalina y cortisol, que en exceso causa rojeces, dermatitis, urticarias y sequedad. Además, una persona estresada tiende a tocarse más la cara y eso puede producir irritaciones, heridas e infecciones. Al debilitarse nuestro sistema inmunitario, también pueden aparecer herpes, calenturas, dermatitis, psoriasis y otro tipo de infecciones.
2. Aparición de granitos o acné. Las alteraciones hormonales hacen que nuestra producción de grasa en la piel se descontrole, y empecemos a segregar una mayor cantidad de sebo, que acaba bloqueando los poros y facilita que se produzcan infecciones que causan inflamación y pequeños granitos o acné.
3. Piel apagada, fatigada y sin luminosidad. El estrés motiva la acción de los radicales libres, las moléculas las moléculas causantes del envejecimiento. Estas moléculas siempre están presentes en nuestro cuerpo, ya que se generan incluso con la respiración o la luz solar. Sin embargo, cuando hay un exceso de ellas, la piel se desequilibra y envejece de forma prematura, lo que se traduce en arrugas, flacidez, tono apagado o falta de elasticidad. Además, el estrés hace que la piel se vuelva más vulnerable a factores ambientales nocivos, como la radiación UV o la contaminación.
4. Deshidratación. Cuando hay estrés, la circulación sanguínea se vuelve más lenta, lo que dificulta que el agua y otros nutrientes lleguen a la piel para mantenerla joven, sana y jugosa. Es una de las primeras muestras del envejecimiento prematuro, ya que una piel más seca, con sensación de tirantez, es un signo de pérdida de elasticidad y también es más propensa a las arrugas y a la flacidez.
5. Caída del cabello. El cabello tiene su propio ciclo vital. Cuando este llega a su fin, el pelo se cae. Sin embargo, las alarmas saltan si se cae mucho al mismo tiempo. Las situaciones estresantes aceleran el ciclo de vida del cabello y hacen que se caiga antes de lo previsto.
6. Dificultades para dormir. Se traducen en dolores de cabeza y cansancio generalizado. Uno de los síntomas más evidentes de la falta de sueño se nota directamente en la piel: las ojeras. Estas se marcan cuando estamos cansados porque se produce una dilatación de los vasos sanguíneos, dando un aspecto más oscuro a la piel y haciendo que ésta vaya perdiendo vitalidad y que se vuelva más fina.
Asimismo, la falta de sueño es un factor clave para el envejecimiento prematuro. Se altera el ritmo habitual del organismo y la segregación de ciertas hormonas, como el cortisol, lo que puede acelerar el envejecimiento y empeorar algunas enfermedades.
7. Alteración de la respiración. Cuando estamos estresados nos cuesta respirar de forma estable y profunda. Esto no solo influye en el control de nuestros estados emocionales, sino que afecta inevitablemente al nivel de oxígeno necesario para nuestros procesos metabólicos, y por ende, a la regeneración celular de todos nuestros órganos, incluida la piel. El primer signo de la falta de oxígeno en nuestra piel es un aspecto apagado y poco luminoso, pero desencadena también todos los demás signos de falta de salud y de envejecimiento prematuro en nuestra piel. Si además añadimos el efecto que las mascarillas causan en nuestra respiración, los efectos se agravan aún más. Por tanto, es muy importante ser conscientes de este problema y tomar medidas para respirar correctamente cuando estemos nerviosos o estresados.