Aunque el melanoma cutáneo representa solo el 10 por ciento de todos los cánceres cutáneos, «casi el 65 por ciento de las muertes por cáncer de piel se atribuyen a este tumor, lo que se traduce en unas tasas de mortalidad de 2,17 casos por 100.000 personas/año», advierte la dermatóloga Laura Gómez, del Hospital La Luz de Madrid, con motivo del Día Europeo de la Prevención contra el Cáncer de Piel, que se conmemora este domingo.
Según esta experta, la supervivencia de los pacientes diagnosticados de melanoma depende del diagnóstico precoz, «en estadios iniciales la curación es la norma, mientras que en estadios avanzados tiene una tasa de mortalidad elevada», asevera.
Así, cabe destacar que los tumores de piel se dividen en dos grupos: el cáncer de piel no melanoma, que es el más frecuente, y el melanoma cutáneo, que es menos frecuente pero más agresivo. «El melanoma es un tumor cutáneo maligno cuya incidencia ha aumentado en nuestro país de forma significativa en la última década. La tasa de incidencia en España se sitúa en torno al 8,82 por cada 100.000 personas en un año. Esto se traduce en que cada año hay más de 4.000 casos nuevos de melanoma en nuestro país», indica.
Para la dermatóloga Cristina Martínez, del mismo centro hospitalario, el diagnóstico y tratamiento del melanoma supone una importante carga de trabajo para los dermatólogos y el sistema de salud. «A diferencia del cáncer cutáneo no melanoma, este tumor se diagnostica a una edad más temprana, con una media de edad de 55 años, y alcanza el pico más alto de incidencia por edad en las personas mayores de 65 años, aunque afecta también a personas jóvenes», subraya.
Para las especialistas del Hospital La Luz de Madrid, existen factores de riesgo conocidos para el desarrollo de un melanoma, pero no siempre queda claro cómo estos factores pueden causar cáncer. Tal y como indica la doctora Martínez Morán, el cáncer puede estar causado por mutaciones (cambios anómalos) en el ADN que hace que las células crezcan fuera de control.
«Normalmente, estas mutaciones se van adquiriendo a lo largo de la vida de una persona y no se transmiten a la descendencia», comenta la doctora. Entre estos factores de riesgo, se encuentra la exposición de la piel a la radiación ultravioleta (UV), que en su mayoría proviene del sol, y que es la principal causa de melanoma. Esta radiación solar daña el ADN contribuyendo a las mutaciones genéticas. Estos daños en el ADN son el fruto de la suma de daño acumulado durante años y se sabe que el riesgo aumenta en los pacientes que sufrieron quemaduras solares en la infancia.
Tal y como aclaran estas dermatólogas, existen melanomas familiares (hereditarios) pero son menos frecuentes. También existen otras enfermedades de piel que predisponen a este tipo de cáncer de piel, como el xeroderma pigmentoso o personas cuyos mecanismos de reparación de su ADN estén mermados debido a toma de fármacos como pacientes en tratamiento con quimioterapia o inmunosupresores (trasplantados renales, hepáticos, entre otros)», afirma Martínez Morán.
Por su parte, la doctora Gómez Recuero apunta otro factor de riesgo, el tener muchos lunares (o nevus), aunque la mayoría nunca causará ningún problema. «Existe más riesgo cuando estos lunares son atípicos, por lo que es fundamental la prevención con la autoexploración (regla del ABCDE) y realizar revisiones periódicas en dermatología», puntualiza.
Ambas dermatólogas coinciden en afirmar que el riesgo de padecer melanoma es mayor en personas de piel muy blanca, pelirrojos o rubios y personas de ojos claros. Por otra parte, si se tiene un antecedente familiar de primer grado o si la persona ya ha padecido un melanoma el riesgo de padecer otro es mayor.
La prevención para el desarrollo de un melanoma se basa en la protección solar con gafas, sombreros, ropa, toldos y con filtros de FPS 50+ que se deben renovar cada 2 horas o después de un baño en la playa o la piscina aplicando la cantidad adecuada de crema fotoprotectora. Las doctoras recomiendan evitar la exposición solar intensa (no pasar demasiado tiempo expuestos al sol), así como evitar estar al sol en las horas centrales del día, aunque se lleve fotoprotector, entre las 12 y las 16 horas en verano. «Es fundamental no olvidar la protección solar de los niños, puesto que son más vulnerables a las quemaduras y que las sufran aumenta de forma exponencial el riesgo de padecer un melanoma en la edad adulta», concluyen.