Francis Bacon (1909-1992) y Lucian Freud (1922-2011), «figuras clave del arte del siglo XX», exploraron «las profundidades del alma» y la soledad a través de dos estilos particulares de retrato, mientras compartían también «una gran amistad y admiración», «cierta relación maestro-pupilo». Ahora, se reencuentran a través de su obra gráfica en la Fundación Bancaja de València.
La muestra ‘Francis Bacon-Lucian Freud. De Profundis’ propone «un viaje al interior de ambos artistas», a través de medio centenar de piezas que permiten descubrir sus diferencias y sus puntos de encuentro. Son aguatintas y litografías que «nos asoman a emociones que parten de lo más hondo del ser humano», «reflexiones de la vida y la muerte», el paso del tiempo, la angustia y la soledad.
Así lo han explicado este viernes, en la presentación de la exposición, el presidente de la Fundación Bancaja, Rafael Alcón, y la comisaria de la muestra, Belén Herrera. La muestra se puede visitar hasta el próximo 5 de septiembre en la pinacoteca valenciana.
El «foco» de la exposición, ha detallado Alcón, son las obras gráficas de Francis Bacon y Lucian Freud, que desarrollaron en paralelo a su pintura y son su extensión. Están fechadas entre 1975 y 1992, las de Bacon, y entre 1982 y 2007 las de Freud. Son «vehículos de reflexión» que componen «un recorrido en el que ver el arte que nace de las profundidades», ha explicado.
Bacon era el mayor y al principio comparten «cierta relación maestro-pupilo», en la que «Freud siempre preguntaba a Bacon», ha relatado Belén Herrera. Sus obran se influencian, hasta que a finales de los años 70 empiezan a surgir «tensiones» entre ambos, por la precaria situación económica de Freud y por las «relaciones tumultuosas» de Bacon.
BACON: COLOR Y VIOLENCIA SIN MODELOS
En el caso de Francis Bacon, el autor escogió 36 de sus pinturas para llevarlas al plano del arte gráfico, «siguiendo los consejos de grandes estampadores», y «palpan todas las emociones de su universo creativo, tan apasionante», ha precisado la comisaria de la muestra.
Bacon, cuenta Herrera, «en lugar de usar modelos recurre a manuales, a documentos sobre enfermedades bucales, a rayos x, a revistas». «Parte de las fotos. No quería a nadie en su estudio», ha desvelado la galerista, que pone el foco además en su uso del color.
Son cuerpos desfigurados, poblados de emoción, crudeza y violencia, que reflejan el estado de ánimo generalizado en una etapa histórica convulsa. Trabaja las figuras como masas carnosas y distorsionadas, con fauces abiertas.
FREUD: DIBUJANTE ÍNTIMO
Mientras, Freud «siempre tiene un modelo que posa para él o posa para sí mismo». Por sus obras desfilan sus amigos, familiares y hasta su perra Pluto. «Le gustaba abordar su psique, verlos envejecer». Es un formato íntimo, en blanco y negro, en el que se pueden contemplar con detalle sus rostros.
Hasta los años 60 trabaja como un dibujante, con un pincel muy fino. Después «se enfrenta a la plancha de cobre», pero también la trabaja como dibujante», siempre de pie frente a ella, como si fuera un lienzo, «con la misma honestidad», ha indicado Herrera.
Así, «en Freud se ve esa pincelada más de dibujo», de una línea. Pero eso cambió por influencia de Bacon, y va adoptando poco a poco una «pincelada más cargada», «violenta». Según la comisaria, «esa emoción que hay en la obra de Freud, y él lo reconoció, es influencia de Bacon».
A la luz de su amistad y sus diferentes estilos, Belén Herrera ha recordado una anécdota: cuando se conocieron, se retaron a retratarse el uno al otro. El primero en hacer de modelo fue Bacon, que «sufrió de tener que posar ante Freud en su estudio» y «acabó bastante harto», ha explicado. Para cuando Freud pensaba en comenzar a posar, Bacon le anunció que él ya había creado su retrato, elaborado gracias a una ilustración que tenía de su amigo.
LA SOLEDAD
Belén Herrera ha destacado la conexión que el visitante puede sentir, en pleno contexto de pandemia y tras estar confinados, con los temas abordados por los dos artistas figurativos. En el caso de Bacon, ha detallado, «es evidente el tema de la soledad». «Bacon requiere ese aislamiento» y «aísla al personaje en una jaula de cristal». Además, en su obra «se ve la violencia de la muerte».
En línea con esa soledad y más allá, Herrera ha detallado que esta obsesión compartida por retratar el cuerpo humano, desde la fidelidad a la realidad de Freud o la imagen distorsionada de Bacon, es un intento de «ahondar en las profundidades del ser humano». «Hablamos de dos intelectuales», ha recordado, para incidir en que beben de la influencia del existencialismo y dejan en su obra «el poso de sus lecturas».
Si bien en el caso de Francis Bacon «hay gente que siete rechazo por la obra», ha reconocido la comisaria, cree que lo que «distancia» a esas personas del arte de Bacon es «la angustia de vernos tan representados» y «desnudos en la soledad. Pero, para ella, «resulta hipnótico y contagioso».