Fernando Saéz recoge en ‘Otra historia de la ópera’ distintas formas de morir con música

El escritor Fernando Sáez propone en su nuevo libro ‘Otra historia de la ópera’ (Ma non troppo) un viaje alternativo por las distintas obras del mundo operístico, con especial atención a las muertes que albergan las piezas de Mozart, Puccini o Verdi, algunas de ellas de «un especial sadismo».

«Me encontré con que tres de cada cuatro de las óperas que perviven acaban mal, con un final trágico en que alguien muere o le matan. El resto son comedias, hay óperas bufas, pero si hacemos una visión general de las operas mas representadas y con más favor del público, en casi todas hay alguna muerte», ha señalado en una entrevista el autor riojano.

‘Otra historia de la ópera’ contiene una selección de más de 200 piezas operísticas que son diseccionadas por Sáez, en las que el lector puede encontrarse con una variedad de mecanismos de muerte «tremenda», aunque tal y como matiza el autor, «al final siempre hay unos más frecuentes que otros».

«La causa más frecuente es el homicidio, casi siempre intencionado, por lo que hay muchos asesinatos, y después viene el suicidio, con un claro protagonismo femenino. Luego ya hay muertes menos frecuentes, por causas naturales como la enfermedad o la vejez, traumatismos o emociones intensas, que es el recurso usado cuando uno está sano pero tiene que morir», ha comentado con humor Sáez.

Sin embargo, dentro de todos esos asesinatos, una manera de ejecutarlos destaca sobre los demás: el uso del arma blanca. «Es el rey de la muerte en la ópera. Atendiendo al punto de vista escénico, cualquiera puede sacar una pequeña daga dentro del ropaje y asesinar. Una ametralladora es mas difícil de hacer, aunque en alguna obra sí hay muertes por atentado terrorista», ha resaltado.

PUCCINI Y EL SADISMO

Sáez llama la atención sobre el hecho de que las tres óperas más representadas en el mundo actualmente son ‘La traviata’, de Verdi; ‘Carmen’, de Bizet y ‘La bohème’ de Puccini, todas ellas con las muertes de sus protagonistas femeninas.

Preguntado por quién cree que es el compositor que más ‘atracción’ sentía por la muerte –y así lo reflejaba en sus textos–, el escritor no duda y escoge a Puccini, que «tiene especialmente fama de sádico». «Es el autor de óperas tan conocidas como ‘La bohème’ –donde hay muertes–, pero en especial de ‘Tosca’, en la que hay tremendismo, tortura, suicidio y asesinato», ha explicado –precisamente, la portada elegida para el libro es de una escena de ‘Tosca’–.

Por el contrario, otro de los compositores que sale bien parado de esta escala de ‘sadismo’ es Wagner, quien a pesar de hacer morir a la mitad de sus personajes, la mayoría de ellos no fallecen por crímenes. «Quizás, de los crímenes, el único que muere así es Sigfrido, el héroe de la Tetralogía, pero es más habitual en Wagner una muerte como la de Isolda, por desfallecimiento», ha apuntado.

¿EL POP MATÓ A LA ÓPERA?

La selección de las piezas analizadas en el libro obedecen a la vigencia de las obras. «En la ópera, al final como cualquier otro género artístico, queda lo clásico. Es como ahora los estrenos de películas o las novelas, que terminan perdurando las buenas», ha destacado, para luego respaldar el acercamiento del público a este género.

«La ópera está más viva que nunca y, si alguno piensa que el pop la ha matado, solo tiene que hacer una retrospectiva. La ópera empezó a principios del siglo XVII y ya lleva cuatro siglos: ya veremos a ver lo que dura el pop, pero la perspectiva ya la lleva ganada la ópera», ha bromeado, resaltando que este género ya «ha dejado de ser un espectáculo elitista como en el siglo XIX».

«Lo que le da universalidad y validez permanente a muchas de las grandes óperas es que las pasiones humanas no cambian. Esas pasiones que generan tragedias ‘shakesperianas’ las vemos todos los días en el periódico y también de eso se están alimentando las óperas para modernizarse: de lo que mueve al ser humano», ha concluido.