El Parlament catalán ha investido este viernes al candidato de ERC y hasta ahora vicepresidente del Govern Pere Aragonès como presidente de la Generalitat, con 74 votos de los republicanos, Junts y la CUP, y 61 votos en contra del PSC-Units, Vox, los comuns, Cs y el PP.
La elección de Aragonès se produce a cinco días de finalizar el plazo límite y pone fin a casi ocho meses de interinidad en la Generalitat, ya que Cataluña lleva desde el 28 de septiembre de 2020 con el gobierno en funciones por la inhabilitación de Quim Torra, y en este periodo Aragonès ya ha asumido las funciones de presidente, aunque con limitaciones que a partir de ahora ya no tendrá.
A sus 38 años será el presidente más joven de la historia y su elección supone la vuelta de ERC a la Presidencia de la Generalitat 41 años después –el último fue Josep Tarradellas–, tras cuatro décadas de presidentes de la antigua CDC, del PSC y del actual espacio de Junts.
En su discurso de investidura el jueves, Aragonès expuso su voluntad de sacudir las políticas de la Generalitat para hacer frente a la crisis provocada por la pandemia e impulsar grandes transformaciones sociales, y manifestó su compromiso de culminar la independencia, aunque sin definir en qué plazo, y de solucionar el conflicto catalán con un referéndum pactado con el Estado: «Esta es mi obsesión».
Ahora la presidenta del Parlament, Laura Borràs, deberá comunicarlo al Rey para que proceda al nombramiento formal, aunque ya avisó de que no tenía intención de ir a la Zarzuela porque cree que hay otras vías para comunicarlo, y la ley fija que, en un máximo de cinco días tras el nombramiento, el nuevo presidente tome posesión, en un acto que se prevé para el lunes.
INVESTIDO EN EL SEGUNDO INTENTO
El dirigente de ERC ha logrado ser investido en el segundo intento, después de que a finales de marzo fracasara tanto en la primera como la segunda vuelta del primer pleno por el desacuerdo con Junts, que se abstuvo.
De hecho, es la primera vez en la historia que el candidato es investido tras perder dos votaciones anteriores, ya que en todas las legislaturas el presidente había sido elegido en primera o segunda votación, mientras que en 2015 Artur Mas no logró ser investido en primera ni segunda vuelta pero no lo volvió a intentar, y el candidato que fue elegido finalmente fue Carles Puigdemont.
INVESTIDURA 96 DÍAS DESPUÉS DEL 14F
La investidura se ha producido 96 días después de las elecciones catalanas del 14 de febrero y a cinco días de agotarse el plazo establecido para elegir un presidente y evitar la repetición electoral.
En estos más de tres meses, Aragonès ha pasado de defender la necesidad de lograr un acuerdo rápido para formar un Govern en plenas funciones –que quería que fuera amplio con ERC, Junts, CUP y comuns–, a renunciar a esta fórmula y apostar por un Govern de coalición solo con los de Puigdemont; ha visto cómo naufragaba en su primer debate de investidura en marzo, ha roto la negociación con Junts y ha propuesto gobernar en solitario, y finalmente ha cerrado personalmente un acuerdo de coalición en un fin de semana con el secretario general de Junts, Jordi Sànchez.
Tras los comicios, los republicanos optaron por comenzar a negociar con la CUP en vez de con Junts, y mientras que con los ‘cupaires’ logró cerrar en poco días un acuerdo que garantizaba sus apoyos a la investidura de Aragonès, con Junts las conversaciones se fueron complicando y los de Puigdemont se abstuvieron en la primera y segunda vuelta del primer pleno de investidura negando así la investidura del candidato republicano.
Desde el inicio, el principal escollo en la negociación entre ambos partidos fue la falta de acuerdo sobre cuál debe ser el espacio que debe decidir la estrategia independentista y el papel del Consell per la República (CxRep), y el bloqueo sobre este asunto provocó que Aragonès rompiera el 8 de mayo las negociaciones para hacer un Govern de coalición y propuso gobernar en solitario, algo que Junts rechazó, pese a que Sànchez había sido el primero en plantear esta opción un mes antes.
Ante esta situación, la negociación parecía haber embarrancado y la amenaza de la repetición electoral parecía más cerca que nunca, pero el fin de semana pasado Aragonès y Sànchez se reunieron con discreción en dos masías y lograron desencallar la negociación y sellar un acuerdo para hacer un Govern en coalición.
El pacto establece la creación de un órgano de dirección independentista con ERC, Junts, la CUP, ANC y Òmnium que se coordine con el CxRep, apuesta por la mesa de diálogo con el Gobierno central, aunque plantea «prepararse» para la confrontación con el Estado, si la primera estrategia no prospera, y reparte las carteras del Govern al 50% entre republicanos y Junts, dejando para los de Puigdemont departamentos como Economía, Salud, Acción Exterior y Derechos Sociales, mientras que ERC mantiene Educación y se queda Interior, entre otras.