El cineasta y escritor Javier Giner publica su libro ‘Yo, adicto’ (Paidós), un relato de la caída en las drogas y su recuperación tras el paso por un centro de desintoxicación con la que el autor no busca convertirse «en ejemplo de nada, sino el contar con humildad un testimonio que acompañe a un trabajo personal» de otros en su misma situación.
«Como no se habla de la toxicomanía abiertamente, parece que es un tema pasto para los prejuicios. Yo mismo pensaba que la toxicomanía era patrimonio del ‘rock and roll’, de los hipsters o de artistas torturados, pero al entrar en esa clínica me doy cuenta de que soy la única persona relacionada con una actividad creativa», ha explicado el autor en una entrevista.
El realizador considera que esta situación se da porque el acceso a historias de drogadicción es a través de los medios de comunicación, que habitualmente abordan estos temas mediante figuras reconocidas como el actor Philip Seymour Hoffman, la actriz Carrie Fisher o cantantes como Amy Winehouse, Whitney Houston o Miley Cyrus.
Giner, jefe de prensa de la productora El Deseo, de Pedro Almodóvar, y representante de Penélope Cruz, no cree sin embargo que las adicciones sean más proclives en determinados ambientes creativos. «No, esto no tiene nada que ver con el espectáculo, ni la farándula ni la ‘jet set’ de Marbella: la adicción no conoce ni de edades ni de razas», ha añadido.
El mundo de la cultura no es más propicio a la drogadicción y mi realidad me lo ha demostrado. No conozco a nadie del mundo del espéctaculo que haya tenido problemas de adicción, pero sí a muchísimas otras personas fuera de este círculo. Es uno de los grandes estigmas que hay: no hay más droga en un estreno de cine que en una convención de médicos o en una discoteca de un pueblo de Soria», ha asegurado.
Giner reconoce que este libro no ha sido escrito a modo de terapia, puesto que «para terapia ya está la del psicólogo» –a la que acude una vez por semana todavía–. «Si he podido escribir el libro es porque todo lo que narro en el ya está atravesado y, si no hubiera atravesado ese túnel, no lo podría haber contado», ha asegurado.
‘Yo, adicto’ no rehúye situaciones propias de la drogadicción que podrían causar «pudor o vergüenza» a su autor, porque el objetivo de Giner era contar esta experiencia «sin adornos». Yo voy a ser adicto hasta el día que me muera, porque he tenido experiencias de ver a gente recaer tras 17 años. Pero lo que ahora ya no me siento es enfermo, que es una diferencia muy grande», ha admitido.
Partiendo de la idea de que «el olvido jamás es una forma de supervivencia», Giner busca «acercar el concepto de toxicómano» a un público desconocedor de estas situaciones. «Toxicómano no es solamente el otro y está más cerca de lo que uno se piensa. Todos compartimos la experiencia de ser humanos, con el miedo, el dolor, la pérdida…y de ahí nace la enfermedad», ha explicado.
EL ROMANTICISMO DE LA AUTODESTRUCCIÓN
El cineasta considera que el relato cultural de las drogas ha sufrido muchas evoluciones, pero se ha quedado «el romanticismo de la autodestrucción». «Los rockeros, el punk, la generación beat o Jean Genet podrían ser ejemplos, pero afortunadamente ahora tenemos más información y experiencia como para ver las drogas de una forma inocua», ha destacado.
En cualquier caso, sí ha criticado «la doble moral e hipocresía» que existe socialmente en torno a las drogas «tanto legales (el alcohol) como ilegales». «Se ocultan y se silencian, pero vivimos rodeados de ellas. Hay mucha hipocresía igual que con la enfermedad mental, por ejemplo el suicidio», ha lamentado.
Para Giner, un adicto no es quien consume drogas, sino «quien no puede dejar de consumir». «Yo veo a alguien en una ficción que se droga y puede no ser adicto, sino consumidor, como lo hay en todos los lados. El problema es la educación que recibimos al respecto y, en mi caso, con un proceso de reeducación a mis espaldas, ahora las drogas ya no me llaman la atención porque he aprendido a gestionar mis emociones», ha concluido.