Un equipo de investigación de la Universidad de Tartu, en Estonia, ha recopilado datos sobre las características de más de 75.000 especies de plantas, mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces de agua dulce, con el que han realizado un resumen global sin precedentes de las funciones de los organismos, que en la revista ‘Science Advances’.
Un millón de especies están en peligro de extinción en todo el mundo, principalmente debido al impacto humano. La pérdida de una especie es una tragedia ética, pero además puede tener efectos dramáticos en el funcionamiento de los ecosistemas de la Tierra. En cada ecosistema, las especies tienen su papel, como los actores en una obra de teatro. Estos papeles dependen de las características de las especies, como su tamaño, peso, forma, capacidad reproductiva o los recursos alimenticios que utilizan.
Si algunas especies son similares, a veces pueden sustituirse mutuamente y mantener el ecosistema en funcionamiento aunque se pierda una de ellas, pero la pérdida acumulada de muchas especies puede conducir a la degradación del ecosistema con un efecto adverso directo en el bienestar humano.
Hay tantas especies diferentes de distintos tipos que es muy difícil generalizar la variación funcional global y comprender las consecuencias funcionales de la pérdida de biodiversidad. Los investigadores de la Universidad de Tartu asumieron el reto y recopilaron datos sobre las características de más de 75.000 especies de plantas, mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces de agua dulce.
Todas las especies se proyectaron en el llamado espacio funcional, una abstracción matemática de su forma y función. En este espacio funcional, las especies similares se sitúan cerca unas de otras, y las disímiles, lejos.
En general, el espacio funcional tiene algunas «regiones» con muchas especies y otras con sólo unas pocas. El autor principal, el doctor Carlos Pérez Carmona, destaca que «un resultado muy interesante que hemos encontrado es que, en todos estos grupos, más de la mitad de las especies son responsables de menos del 20% de las funciones realizadas por el grupo, lo que implica que el 80% de las funciones restantes son realizadas por pocas especies que son funcionalmente únicas».
Algunas funciones concretas realizadas por un grupo taxonómico, como las plantas, los mamíferos o los peces de agua dulce, pueden ser compartidas por muchas especies o ser apoyadas sólo por unas pocas. Por ejemplo, a escala global, hay muchas especies de hierbas que tienen características similares y realizan funciones parecidas, pero no hay muchas especies con las características de una secuoya.
En el caso de las funciones realizadas por muchas especies, es poco probable que la extinción de algunas de ellas afecte fuertemente a las funciones de todo el grupo. Por el contrario, si ciertas funciones son realizadas por una o pocas especies, su desaparición provocará una reducción en el rango de funciones realizadas por todo el grupo.
El grupo de investigación también exploró cuánto podemos perder del espacio funcional si este millón de especies amenazadas se extingue. El doctor Pérez Carmona prosigue: «Queríamos explorar cómo afectarán las extinciones al funcionamiento de los distintos grupos de organismos. Descubrimos que las especies grandes, longevas y de baja fertilidad son universalmente más propensas a ser amenazadas».
Según advierte, «esto es una mala noticia porque sabemos que las plantas y animales más grandes desempeñan un papel enormemente importante en funciones como la fertilidad del suelo, la dispersión de semillas o el almacenamiento de carbono –prosigue–. Su extinción provocaría, por tanto, una reorganización general de la gama de funciones desempeñadas».
Dado que muchas especies pueden sustituir las funciones de las demás, el declive funcional sería de hasta un 5%, y las pérdidas más dramáticas se producirían en los peces de agua dulce. Este porcentaje es inferior a la pérdida potencial del número de especies. Aun así, puede tener una gran influencia en los servicios de los ecosistemas para los seres humanos, como el aire y el agua limpios, la fertilidad del suelo, nuestros propios alimentos, medicinas, material de construcción o una buena salud física y mental.
Además, una gran parte del espacio funcional dependerá de un número mucho menor de especies, y la posible pérdida de biodiversidad subsiguiente ya tendrá un efecto mucho más dramático.
El doctor Pérez Carmona también tiene una clara sugerencia para las autoridades de conservación de la naturaleza: «Proponemos que las especies que proporcionan combinaciones de rasgos únicos tengan la máxima prioridad de conservación porque perderlas implicaría la desaparición completa de sus funciones en la Tierra».