El Papa ha señalado en su segundo discurso en Irak, país al que llegó este viernes para mostrar su apoyo a la comunidad cristiana, diezmada por la guerra y el terrorismo de matriz yihadista, que «el odio, la violencia y el derramamiento de sangre» son «incompatibles» con las religiones.
El Papa ha pronunciado estas palabras en la catedral siro-católica de ‘Nuestra Señora de la Salvación’ en Bagdad en el encuentro con obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas y catequistas.
A su llegada, el Papa ha sido acogido por un grupo de jóvenes con diversas discapacidades y, tras bendecir la puerta, ha entrado en esta iglesia reconstruida en 2014 donde al Qaeda asesinó a más de 45 personas, entre ellas los sacerdotes Thair y Wasim, en un atentado perpetrado durante una misa de domingo el 31 de octubre de 2010.
Para el Papa, estas personas son mártires y «recuerdan con fuerza que la incitación a la guerra, las actitudes de odio, la violencia y el derramamiento de sangre son incompatibles con las enseñanzas religiosas». En su alocución, el Papa ha reivindicado a todas las víctimas «de la violencia y las persecuciones, pertenecientes a cualquier comunidad religiosa».
La catedral donde ha pronunciado estas palabras está llena de símbolos en recuerdo de los cristianos asesinados en 2010. Por ejemplo, un camino de baldosas señala el lugar donde cayeron asesinados y sus nombres están grabados en las paredes. Francisco ha querido mostrar su cercanía y apoyo a la comunidad cristiana iraquí a la que dijo: «Sabemos qué fácil es contagiarnos del virus del desaliento que a menudo parece difundirse a nuestro alrededor. Sin embargo, el Señor nos ha dado una vacuna eficaz contra este terrible virus, que es la esperanza que nace de la oración perseverante y de la fidelidad cotidiana a nuestro apostolado. Con esta vacuna podemos seguir adelante con energía siempre nueva, para compartir la alegría del Evangelio, como discípulos misioneros y signos vivos de la presencia del Reino de Dios, Reino de santidad, de justicia y de paz».
Así, ha hecho hincapié en que el amor de Cristo pide «dejar de lado todo tipo de egocentrismo y rivalidad», ya que «impulsa a la comunión universal» y llama a formar «una comunidad de hermanos y hermanas que se cuidan unos a otros».
Por otro lado, el Papa ha deseado que todos los líderes religiosos proclamen al unísono su «convicción de que la religión debe servir a la causa de la paz y de la unidad entre todos los hijos de Dios». A su juicio, la riqueza de Irak son sobre todo sus jóvenes, cuya «paciencia ya ha sido puesta a prueba duramente por los conflictos de estos años».
Por último, ha apostado por la unidad de las diferentes iglesias cristianas presentes en el país, pues «todo esfuerzo que se realice para construir puentes entre la comunidad y las instituciones eclesiales, parroquiales y diocesanas servirá como gesto profético de la Iglesia en Irak».
El Papa ha llegado a Irak en plena pandemia con unas restrictivas medidas de seguridad para evitar los contagios que impedirán a los poco más de 200.000 cristianos que viven en el país asistir presencialmente a los actos previstos en su agenda. De hecho, excepto la misa que celebrará en un estadio de Erbil el domingo, y a la que está previsto que asistan cerca de 10.000 personas, todas las citas públicas del Papa se desarrollarán durante estos tres días a puerta cerrada y con un número muy reducido de participantes.