Tras el partido del Real Madrid con el Atalanta, con pizarra de 0-1, quedó la sensación ineludible de que se realizó el trabajo y que, al fin, un equipo español daba cara por la competición en el plano europeo. Sin embargo, son paños calientes para ocultar un mal endémico que evidencia todos los problemas que tiene el conjunto blanco y que se resumen en lo más importante que tiene este bello deporte: el gol. Antes del partido contra los italianos, el Madrid destacaba en esta Champions en categorías como posesión o en pases; pero conforme se acerca al área su fiabilidad disminuye y baja de posición cuando se le ve en renglones como tiros al arco y, claro está, en goles. Su mal ya es crónico y todo se remonta a aquel 2018 cuando Cristiano Ronaldo hizo sus maletas y se fue a Turín.
Ahora cada ataque en el Real Madrid es como mandar al Perseverance a Marte en busca de señales de vida. Nunca se ha tenido tal incógnita en un equipo al que lo prepara uno de los mejores entramados, pero le falta la munición necesaria para ir a la guerra. Contra el Atalanta se vio; sin embargo, una paradoja muy impresionante, porque el equipo jugó contra 11 mejor que contra 10. De arranque salió con movilidad, buscando los espacios y haciendo pases rápidos; la entrada de Isco dio esa sorpresa que hacía falta para controlar a un equipo hecho para golpear y el plan funcionó, tanto que tuvo algunas ocasiones antes de la expulsión; pero después vino la nada. Una serie de pases insulsos y de forma horizontal que de vez en cuando se estrellaban contra Gollini. El dominio fue total, Kroos tuvo 129 pases correctos, pero nada fructífero.
Mendy oculta las carencias del Real Madrid
El choque, pese lo poco productivo que fue el Real Madrid, dio muchas oportunidades al equipo blanco para adelantarse. No obstante, todas y cada una eran desperdiciados por ese virus insufrible de falta de puntería que los asola; además de que lo poco potable vino de los jugadores menos esperados: Isco, Nacho y Mendy. El malagueño resucitó de entre los muertos para tratar de mover los hilos del Madrid como más le gusta, al dirigir los ataques cerca del área; el central no solo rindió bien en defensa, sino que también se envalentonó en varios ataques a la portería contraria, pero fue ese guerrero que se lanza solo a por el enemigo y termina escaldado por falta de compañía; y el francés se ha convertido en un inquebrantable muro de fe, que ya no solo defiende, además ataca.
Las galopadas de Mendy son cada vez más comunes; así sacó la roja a Freuler y así armo dos rarezas de una sola tajada: un disparo lejano de un lateral zurdo para marcar un golazo con la derecha. Ese gol, cuando moría el partido, hace ver el vaso medio lleno al Real Madrid y pone en perspectiva varias conclusiones: Courtois fue póster gigante incrustado en la portería, porque realmente nunca hizo falta que interviniera; el equipo controló el juego con una gran solvencia; y la clasificación a cuartos se puede lograr en Valdebebas. Sin embargo, todos son excusas para tapar ese mal que sigue estando como ese huésped incómodo que por algún motivo no pueden quitarse de encima.
En la vuelta habrá más balas, con Benzema al frente; no obstante, el mal persiste y nada parece desactivarlo. La verdad puede ocultarse tras la defensa, pero en el Real Madrid el gol es un tesoro perdido que ni Indiana Jones podría encontrar.