La ansiedad es una respuesta natural de nuestro organismo a un estímulo estresante que activa el sistema nervioso para responder a él. A diferencia del estrés, como hemos visto, esto permanece aunque la situación que la haya provocado desaparezca y puede aparecer de forma anticipatoria.
En la medida adecuada, este tipo de emoción es positiva, ya que nos mantiene motivados, pero si perdemos el control sobre ella, podemos entrar en un estado de angustia e inquietud constante que puede desembocar en un trastorno psicológico. La realidad es que afecta a muchas personas que, a menudo, la sufren en silencio. Algunas de ellas pueden intentar controlarla mediante el consumo de alcohol, drogas o automedicándose, lo que, no solo no va a solucionar el problema sino que, normalmente, lo empeora.
Ansiedad y estrés: diferencias
La ansiedad y el estrés tienen mucho en común, pero no son exactamente lo mismo. El estrés es una respuesta de nuestro cuerpo a situaciones que percibimos que no podemos controlar. Normalmente, cuando desaparece la situación que lo genera, el estrés remite. La ansiedad, en cambio, no es tan específica y las sensaciones de temor e inseguridad que se experimentan no están tan relacionadas con un hecho concreto. Además, la ansiedad se suele experimentar de forma anticipada, es decir, por algo que aún no ha sucedido y que, en realidad, no sabemos si sucederá o no. O, incluso, permanecer cuando la causa ya ha desaparecido.
Es lógico que la atención constante a un familiar enfermo se convierta en una fuente de estrés y genere ansiedad. Es lo que se conoce como el síndrome de sobrecarga del cuidador. Pero ni el estrés ni la ansiedad son malos en sí mismos. Son reacciones naturales y necesarias para mantener la motivación y la capacidad de actuar en el día a día. No obstante, si se sostienen en el tiempo a un alto nivel, pueden generar malestar, interferir en las actividades diarias y alterar el sistema inmunológico. Así, hacen a la persona más propensa a padecer enfermedades.
¿Cuáles son los síntomas de la ansiedad?
Los cuidadores y afectados por la enfermedad de Alzheimer sufren varios síntomas de la ansiedad, y su intensidad pueden variar considerablemente de una persona a otra. Estos se asocian a los tres sistemas de respuesta que ofrece nuestro organismo.
El primero es subjetivo: está relacionado con la experiencia personal y se expresa con preocupación, miedo o temores aparentemente injustificados, inseguridad, dificultad para tomar decisiones, pensamientos negativos sobre uno mismo, temor a perder el control, sensación de alarma o dificultades para concentrarse, entre otros. Este componente subjetivo conforma el núcleo central de la ansiedad.
El segundo sistema de respuesta es fisiológico, responsable de algunos síntomas como sudoración, temblor, tensión muscular, palidez facial, aceleración del ritmo cardíaco, respiración agitada, ganas frecuentes de orinar, molestias digestivas, sequedad de boca, dolor de cabeza, mareos, alteración del sueño o cambios en el deseo sexual.
El tercer sistema de respuesta de la ansiedad es el de tipo motor-conductual, reflejándose en aspectos como la expresión facial, los gestos,la postura corporal o la inquietud evidente. Como rascarse repetidamente, dificultad para permanecer sentado, morderse las uñas, etc. A menudo, la ansiedad coexiste con la depresión o, al menos, con la presencia de síntomas depresivos.
¿Cómo evitar la ansiedad y gestionarla?
No todo el mundo reacciona igual a una misma situación, ni es igual de vulnerable a padecer alteraciones del estado de ánimo. Esta reacción, depende, esencialmente, de dos cosas: de cómo la persona interpreta la situación y de qué recursos personales tiene para afrontar dificultades, situaciones inesperadas o cambios a lo largo de la vida. Así pues, para gestionar la ansiedad de manera eficiente son importantes dos factores. En primer lugar, es importante tratar de cambiar la forma cómo interpretamos las situaciones. En segundo lugar, es necesario desarrollar estrategias para controlar los síntomas del estrés y la ansiedad cuando aparecen y también para minimizar su aparición en el futuro.
También es importante comprender cómo nuestros pensamientos influyen en la aparición de los síntomas de la ansiedad y cómo, modificando los pensamientos poco adaptados a la realidad, se puede disminuir su presencia o intensidad. Los pensamientos negativos alimentan los estados de ánimo negativos. Para controlar la aparición de la ansiedad son útiles las terapias. Los grupos terapéuticos, por ejemplo, pueden ayudar al cuidador a superar el síndrome de sobrecarga y en este marco aprender técnicas de relajación. Son muy útiles para el manejo de la ansiedad. Además de cómo reaccionar de manera diferente ante las situaciones que desencadenan sus síntomas.
Convertirse en el cuidador principal de un familiar con Alzheimer exige una atención continua y una constante adaptación a nuevas situaciones relacionadas con el avance de la enfermedad y la pérdida de autonomía de la persona afectada. Para evitar la ansiedad que esto puede generar es importante reconocer los síntomas, desarrollar estrategias para controlarla y aprender a cómo evitar la ansiedad.