Una nueva investigación realizada por un equipo internacional muestra por primera vez cómo las aves migratorias son capaces de recuperar su ruta migratoria cuando la pierden, según publican en la revista ‘Current Biology’.
Los observadores de aves se emocionan mucho cuando un ave migratoria «rara» llega a tierra después de haberse desviado de su ruta y haber volado más allá de su área de distribución normal. Pero éstas son raras por una razón: la mayoría de las aves que han hecho el viaje antes son capaces de corregir los grandes desplazamientos y encontrar su destino final.
El equipo de investigadores, de las universidades británicas de Bangor y Keele describe cómo el carricero común puede navegar desde una ‘posición magnética’ más allá de lo que han experimentado en su ruta de migración normal, de regreso hacia la ruta correcta.
Las diferentes partes de la Tierra tienen una «firma geomagnética» distinta según su ubicación. Esta es una combinación de la fuerza del campo geomagnético, la inclinación magnética o el ángulo de inmersión entre las líneas del campo magnético y el horizonte y la declinación magnética, o el ángulo entre las direcciones a los polos norte geográfico y magnético.
Aves adultas que ya estaban familiarizadas con su ruta de migración y sus firmas magnéticas generales fueron mantenidas en cautividad durante un breve periodo antes de ser liberados en la naturaleza, y expuestos a una simulación de la firma magnética de la Tierra en un lugar situado miles de kilómetros más allá del corredor migratorio natural de las aves.
A pesar de permanecer físicamente en su lugar de captura y de experimentar todas las demás pistas sensoriales sobre su ubicación, incluida la luz de las estrellas y las vistas, el olor y los sonidos de su ubicación real, las aves seguían mostrando el impulso de iniciar su viaje como si estuvieran en el lugar sugerido por la señal magnética que experimentaban.
Se orientaron para volar en una dirección que los llevaría ‘de regreso’ a su camino migratorio desde la ubicación que les sugerían las señales magnéticas que estaban experimentando.
Esto muestra que el campo magnético de la tierra es el factor clave para guiar a las currucas cuando se desvían de su curso. «El impulso primordial fue responder a la información magnética que estaban recibiendo», explica Richard Holland, de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Bangor.
«Lo que muestra nuestro trabajo actual es que las aves pueden sentir que están más allá de los límites de los campos magnéticos que les son familiares por sus movimientos durante todo el año, y son capaces de extrapolar su posición lo suficiente a partir de las señales –añade–. Esta fascinante habilidad permite a las aves navegar hacia su ruta de migración normal».
El doctor Dmitry Kishkinev, de la Facultad de Ciencias de la Vida de la Universidad de Keele, explica que «lo que estas aves están logrando es una verdadera navegación. En otras palabras, son capaces de regresar a un objetivo conocido después de desplazarse a un lugar completamente desconocido sin depender de un entorno familiar, señales que emanan del destino o información recopilada durante el viaje de ida».
Por su parte, Florian Packmor, de la Universidad de Bangor, agrega que han demostrado «que los carriceros utilizan las mismas señales magnéticas experimentadas dentro de su área de distribución natural, pero este estudio demuestra que pueden extrapolar lo que entienden sobre cómo varía el campo magnético en el espacio mucho más allá de cualquier experiencia previa que hayan tenido».
Pero quedan dudas sobre si las aves tienen un ‘mapa’ preciso o simplemente están usando una medida de ‘regla empírica’ para juzgar la dirección general de viaje necesaria para volver al rumbo.