- Krápula, el segundo proyecto de Grupo Zoko en la capital, propone una cocina desenfada, asequible y basada en materias primas de primera –con especial protagonismo del atún rojo de almadraba–, así como una potente y original carta de cócteles y destilados y un ambiente rockero y gamberro, disruptivo con el de la zona en que se ubica.
- Destacan su ecléctica decoración, firmada por Diego Leandri e inspirada en la psicodelia de los años 60, la versatilidad de sus rincones –que incluyen distintos privados– y su terraza, acondicionada para el invierno y con capacidad para unos 50 comensales, lo que la convierte en la más amplia de la madrileña calle Jorge Juan.
- Motivados por el éxito de Krápula, sus artífices, el hostelero Peter Alexander, el chef Javi Álvarez, el periodista Jon Sistiaga y el dibujante Mikel Urmeneta, acaban de inaugurar Zoko Valdemarín, su tercer restaurante en Madrid y el sexto del grupo, que cuenta con otros tres más en la localidad gaditana de Zahara de los Atunes.
Krápula, que abrió sus puertas unos meses antes del confinamiento, encarna la más pura esencia de Grupo Zoko, un proyecto de agitación sociocultural que apuesta por la creación de conceptos disruptivos en los que es posible comer y beber bien en un ambiente divertido, libre, irreverente y rockero. «En nuestros restaurantes –resumen sus creadores– se pueden degustar los mejores vinos y productos del mercado con David Bowie de fondo». Y, además, hacerlo por un precio más que razonable.
En esa línea de espacios inesperados, Krápula llegó a finales de 2019 a la gastronómica calle Jorge Juan para romper con la estética, la propuesta culinaria y el ticket medio de la zona y convertirse en una alternativa versátil, desenfadada y apta para todos los públicos y momentos; hoy su exitosa fórmula gana adeptos y ha animado a sus artífices a abrir Zoko Valdemarín, el tercer negocio en la capital y sexto de este grupo hostelero de origen gaditano.
Gamberros de morro fino
Detrás de Grupo Zoko se encuentra «una tribu de gamberros de morro fino» formada por Peter Alexander –un hostelero de pro con más de 20 años de experiencia en Argentina, Inglaterra y España–, el cocinero Javi Álvarez –formado en los mejores restaurantes tradicionales y de vanguardia de Madrid, Londres y Granada–, el periodista Jon Sistiaga y el dibujante Mikel Urmeneta, creador del universo Kukuxumuxu. Los orígenes del sello se remontan a 2012, cuando abre el primer restaurante Zoko en Zahara de los Atunes (Cádiz) de la mano de Peter.
En 2016, este se alía con Javi –que a los 21 años había montado su primer negocio propio en la zona, donde solía veranear– y juntos inauguran, también en Zahara, la arrocería Zokarrá. En 2017 nace Salvaje Zahara, especializado en brasas, y ese mismo año, ya con el apoyo, más que económico, anímico de Mikel y Jon –con quienes Peter y Javi comparten credo vital y el espíritu de agitación social–, desembarcan en la capital con Zoko Retiro. Dos años más tarde, en noviembre de 2019, los cuatro socios crean Krápula, el alma fiestera, rockera y atunera del barrio de Salamanca.
Cocina inclasificable
En Krápula, Javi Álvarez, chef del grupo, revela su personalidad culinaria, su ingenio y atrevimiento, sus gustos personales –marcados por una infancia entre su Madrid natal y los veranos en Zahara y una cierta inclinación por las cocinas asiática y mexicana–, su espíritu libre y viajero, y su querencia por los mariscos y pescados del Atlántico. Especialmente al atún rojo salvaje, hilo conductor de los restaurantes de Grupo Zoko, que procede de las almadrabas de Zahara, Conil y Tarifa y que les suministra Gadira, empresa que extrae el pescado de forma selectiva y sostenible y en rigurosa temporada y lo congela a -60oC para que mantenga su organolepsia durante todo el año. El resultado es una cocina que no se deja etiquetar y que está pensada para compartir entre amigos, pasar un buen rato en pareja o familia, comer algo rápido a mediodía antes de volver al trabajo o ser el preludio de una larga tarde o una noche de copas.
En la carta de Krápula, renovada esta temporada con nuevas propuestas respecto a la oferta inaugural, destacan las croquetas de chicharrones de Cádiz con caviar de queso payoyo; el carpaccio de picaña –bautizado como falso jamón por la cantidad de grasa infiltrada, el sabor y el finísimo grosor que se consiguen con el corte–; el serranito de ventresca de atún –una versión del bocadillo sevillano–; el pad thai mediterráneo –trabajado como una carbonara–; el bombón de atún –plato ganador de una Ruta del Atún de Zahara de los Atunes–; los gambones al ajillo en tempura con oreja de árbol; las albóndigas de choco y langostinos; el flamenquín de vaca con cecina de León y la chuleta de vaca pinta madurada. Hay también una selección de arroces –sólo a mediodía– con opciones clásicas como el marinero o el arroz negro y especialidades «no inventadas» como el arroz atunero y el vegetal con queso payoyo.
70 referencias de vino
Completan la propuesta una carta de vinos con 70 referencias por botellas –con vinos de todos los precios, estilos y regiones del mundo y gran protagonismo del champagne y los vinos de Jerez– y 20 por copas; una excelente oferta de destilados con buena representación de whiskies y mezcales y una carta de originales cócteles elaborada por Luis Inchaurragavan, bartender del grupo. Entre ellos destacan el Krápula (mezcal, tequila infusionado con chile habanero, maraschino, Campari, Chartreuse, zumo de limón, miel y piña asada), el Bon Vivant (armagnac, albariño, sirope de pera y sidra) y el Pornstar Martini (vodka infusionado con vainilla, licor de fruta de la pasión y puré de maracuyá).
La decoración es sin duda otro de los elementos diferenciadores de este atípico restaurante en el que cada detalle ha sido concebido para ofrecer una experiencia hedonista que trasciende lo gastronómico. Lleva la firma del diseñador Diego Leandri y está inspirada en la psicodelia pop de los años 60 con elementos entre lo industrial, lo vanguardista y lo vintage.
400 metros cuadrados
El espacio, de 400 m2, cuenta con diferentes ambientes que enfatizan su versatilidad y dinamismo: la zona de la entrada, con mesas altas, se encuentra presidida por una escultórica barra de formas angulosas creada ad hoc para Krápula y sus paredes están salpicadas del particular arte de Mikel Urmeneta; se acede al comedor superior por un pasillo de arcos geométricos retroiluminados que dan profundidad y la sensación de estar en la futurista nave espacial del Starman de Bowie, banda sonora del local.
Además del principal, en esta planta hay dos salones privatizables, entre ellos el que probablemente uno de los reservados más especiales de Madrid, en sensuales tonos rojos, con timbre para llamar al personal y con vistas a la cocina a través de un cristal que se torna opaco si se desea para mayor intimidad. En la planta baja hay un comedor más, totalmente aislado acústicamente y preparado para albergar presentaciones y eventos privados.